DE LA VÍA PA' ARRIBA / OPINIÓN

Economía del comportamiento

27/08/2020 - 

Para una persona que se creía sumamente racional como yo descubrir que somos principalmente seres emocionales ha sido toda una conmoción. El ascenso del Elche C.F. es el detonante del descubrimiento y la reflexión de hoy. Nos encontramos a días de iniciar el curso escolar y por lo tanto, el curso de la vida porque, al menos este país, se organiza y sobre todo concilia gracias a la escolarización.

Estamos además, en plena segunda oleada de la covid-19 aunque, (y por motivos emocionales), se resistan a llamarla así, y a ello añadimos que se están acusando ya las consecuencias del parón en seco de la economía en el Estado de Alarma y el pinchazo del turismo sobre el que habíamos depositado muchas esperanzas. Las fuerzas empiezan a fallar.

En medio de este panorama, el domingo, Pere Milla metió un gol y el Elche C.F. se ha plantado en Primera División. La euforia se ha desatado en la ciudad y en ocasiones parece que hemos olvidado todo lo anterior e incluso lo que nos viene. Una liga sin público. Un fútbol sin aficionados en los estadios.

El éxito del fútbol se basa en el atractivo que supone para las masas, pero esas multitudes deben ser tele aficionados ahora. No se puede ni celebrar en compañía, ni corear, ni hacer nada de todo lo que alimenta emocionalmente este gran negocio. 

Es verdad que el dinero realmente está en las retransmisiones de los partidos, la publicidad, los patrocinios, la imagen de los jugadores... pero para que esa parte funcione, el fútbol debe mantener su esencia presencial y multitudinaria. Me temo que un fútbol sin masas no podría resistir así muchas temporadas al nivel económico que lleva ahora mismo. La prueba son los deportes considerados “minoritarios”, que se practican mucho, pero no tienen el seguimiento y la repercusión del deporte “rey”.

Con estos mimbres intentamos que el ascenso del Elche al menos sea un alivio emocional y nos insufle ánimo para abordar un curso muy muy difícil. Y es posible que lo consiga. La economía y la psicología combinadas tienen unos caminos imprevisibles y complejos. 

En 2017 se otorgó el Premio Nobel de Economía a Richard Thaller por sus investigaciones relacionadas con la economía del comportamiento. Esta rama de la economía se diferencia de la clásica claramente. Se basa en que no tomamos nuestras decisiones en materia económica desde la parte racional de nuestro cerebro. Intervienen sesgos, condicionantes y alteraciones fundamentadas en la psicología y la sociología. Las emociones. Quien logre manejar estas emociones se lleva el gato al agua.

El premio Nobel lo ha explicado de modo muy sencillo en varias entrevistas: Si pasamos por una calle y vemos en un escaparate con grandes carteles en colores vivos las palabras “rebajas”, “liquidación”, nuestro cerebro se convence de que haremos una buena compra, a pesar de que probablemente no necesitemos nada de lo que hay en esa tienda.

Thaller y sus investigaciones han demostrado que estas decisiones emocionales deben estudiarse para aplicar políticas económicas. Según esta disciplina económica, si un gobierno por ejemplo pretende en un momento dado ofrecer una ayuda a las familias, antes de ponerlas en marcha debe pensar qué quiere conseguir, por ejemplo, ahorro o activar el comercio. 

Si quiere ahorro las ayudas deben darse de golpe, por ejemplo 1.000 euros por familia, porque los estudios de la economía del comportamiento han demostrado que así dedicarán una parte a amortizar alguna deuda o a ahorrar. Si lo que quiere el gobierno es mover dinero y que haya actividad comercial y de servicios, puede fraccionar la ayuda en varios meses y menor cantidad. Se gastará en el día a día más fácilmente. Al final el dinero empleado es el mismo pero la gente lo utiliza diferente si lo recibe todo a la vez o en varios pagos.

El Elche y su ascenso no va a repartir dinero en la ciudad ni de golpe ni en porciones, pero emocionalmente reconozco que puede insuflar un poco de alegría y positivismo ante un panorama terrible que se nos viene por delante. El cierre de Zara del centro de Elche, por el contrario y aunque se deba a motivos internos de la estrategia de Inditex, ha provocado el efecto inverso y de nuevo apelando a la parte emocional de nuestro cerebro.

Por nadie que pase.