La metedura de pata de Echávarri, con el cese de la cuñada de Luis Barcala ha sido tal que ha generado mucha desconfianza con su principal socio, Compromís, que ve cómo lo de Alicante ya no tiene solución ni remedio
La metedura de pata de Gabriel Echávarri ha sido tal que ha generado mucha desconfianza con su principal socio, Compromís, que ve como lo de Alicante ya no tiene solución ni remedio. Compromís está muy molesto porque el alcalde de Alicante, con el cese y redención de la cuñada del líder del PP, ha puesto a Alicante en el mapa, pero en el mapa de los despropósitos. Lo de las posibles anomalías en el área de Comercio lo volverá a poner en el mapa, si éstas se transforman en imputación.
Y es justamente lo que no quería bajo ningún concepto la formación valencianista, que en la semana más difícil para el PP y, en concreto para Isabel Bonig, con la crisis del PP provincial de Valencia y la desautorización de los presupuestos, y el chorro de corrupción que emana del Canal de Isabel II, Alicante apareciera en los titulares por las decisiones caprichosas del primer edil, que han evidenciado a todo el equipo de gobierno.
Pero este divorcio PSPV-Compromís en Alicante tiene otra derivada: las primarias del PSOE, que han situado a Ximo Puig con el peor aliado para el Govern del Botànic, con Susana Díaz mancillando los intereses de la Comunitat con defensa del Corredor Central frente al Mediterráneo, o las lindezas que ha dedicado al socio preferencial, Compromís, como el calificativo de "izquierda inútil". Todos son pugnas en la semana horribilis del PP de Madrid, y las turbulencias que sufre Bonig.
Y si los planes, como hemos contado esta semana, pasan por plantear al Palau un posible relevo en la Alcaldía, de un socialista por otro, con la aquiescencia de la tránsfuga Nerea Belmonte, es posible que esa situación tampoco llegue a darse. Las calamidades que todavía puede sufrir el PSPV son tales que lo de Alicante puede quedar en un anécdota al lado de lo que está por venir: una hipotética victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE, y que las bases de Podemos sitúen a un candidato de corte pablista al frente del Podem valencià, puede generar la circunstancia de que el Botànic se vea abocado a unas elecciones anticipadas, y que Echávarri siga anclado en su Alcaldía riendo las gracias de otros.
Y para entender todo esto, hay que remontarse al inicio. Cómo se fraguó el pacto tripartito en Alicante, con Esquerra Unida gestionando un acuerdo con los votos de Podemos, con Compromís intentando hacer de partido pegamento (como Patxi López, en las primarias del PSOE), y con el PSOE sin llegar a entender que las formas de gestionar han cambiado. Quizás la lección del familiar de Barcala le abra los jos y le haga ver que el actual equipo de gobierno sólo tendrá vigencia si es de izquierdas. Las escapadas en solitario, como era la estrategia, han caído en saco roto: esto pasado, de haber tenido la Alcaldía temple y saber estar, por diferenciarse de Compromís y la política de Marzà, por un lado, y por negociar, en solitario, con Ikea y sacar una buen acuerdo que hiciera la inversión posible. Pero, de momento, ni una cosa ni la otra.
Vinieron a aportar normalidad y cambio tras la borrachera del PP y Sonia Castedo. Lo del cambio era más difícil: cuando uno entra en una administración a gobernar hace lo que puede y lucha contra los elementos. Pero en lo de la normalidad, no hay excusas, o no había excusas. Y este tripartito, y este alcalde, como quieran decirlo, ha truncado, por el momento, la normalidad democrática y ha generado ya víctimas. Eso es un intangible que es muy difícil de recuperar y ha generado desconfianza en un clima perfecto, cuando el PP pasaba por sus peores semanas: Génova desangrándose otra vez con la borrachera de la corrupción. Pues ni por esas. Echávarri sigue en los titulares. Veremos quién levanta esto, quién lo reconduce y hasta cuánto dura. En el PP cantan victoria ya y suman goles hasta con la admisión a trámite de los recursos del TSJ.