Hace unos días leía el resumen del "Informe de Desarrollo Sostenible" de Hidraqua correspondiente al año que acaba de terminar, centrado en su contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, con objetivos en el área de clientes centrados en el acceso al agua, con especial incidencia en las personas más vulnerables con el desarrollo tarifas y fondos sociales; compromiso con el entorno, con el 100% de la energía consumida por la compañía procedente de fuentes renovables, desarrollo de campañas sobre el uso responsable del agua, programas de reforestación, etc.; o el compromiso con su plantilla, con el desarrollo de planes de igualdad, integración de la diversidad en la gestión de personas, o sistemas de conciliación.
Todo ello, por supuesto, sin descuidar los resultados de la empresa, sin los cuales nada de lo anterior sería posible.
Hasta donde yo conozco la compañía, considero que Hidraqua es un buen ejemplo de la responsabilidad social que cada día con más fuerza exigimos a las empresas con las que nos relacionamos.
Y no necesariamente las grandes compañías, aunque su ejemplo es de gran ayuda para la toma de conciencia de empresas con menos recursos.
La definición acuñada por la Unión Europea en comunicado de la Comisión tanto al Parlamento Europeo como al Consejo, establece que "las empresas deben aplicar, en estrecha colaboración con las partes interesadas, un proceso destinado a integrar las preocupaciones sociales, medioambientales y éticas, el respeto a los derechos humanos y las preocupaciones de los consumidores en sus operaciones empresariales y su estrategia básica, a fin de maximizar la creación de valor compartido para sus propietarios/accionistas y para las demás partes interesadas y la sociedad en sentido amplio", e implica a todas las compañías, cada una en la medida de sus posibilidades y con el desarrollo de programas propios, pero sobre un marco ético común que asegure el desarrollo sostenible no solo de la empresa sino de toda la sociedad.
Por supuesto con un elemento previo imprescindible sin el cual nada es posible: la eficiencia económica, los resultados económicos son el carburante que aviva todos los demás retos y compromisos empresariales, en ese concepto que también va tomando forma progresivamente, que sostiene que "solo las empresas buenas son buenas empresas".
A corto plazo, con acciones poco éticas se pueden conseguir éxitos puntuales pero que van socavando el prestigio de la empresa. Y hoy, sin una reputación positiva ninguna empresa puede permanecer en el mercado. Es aquello que ya apuntaba Groucho Marx, "de victoria en victoria hasta la derrota final".
Todo esto, como decía, sin olvidar que nuestra primera misión como empresarios es obtener beneficios económicos con los que seguir haciendo más empresa a la vez que incrementamos nuestra aportación al desarrollo de la sociedad. Pero no beneficios a cualquier precio, sino en colaboración con todos los grupos de interés de la compañía, de manera que nuestro progreso se desarrolle en paralelo con el progreso de nuestro entorno.
Estos son días de reflexión, como hacía Hidraqua, para todas las empresas. Y estaría bien que esa reflexión girara en torno a todos los objetivos de cada una de nuestras empresas: económicos, sociales, laborales y medioambientales. Y si aún no los tenemos fijados, es el momento de definirlos para el ejercicio que acaba de comenzar.
El futuro, sin duda, es de los que se atreven a enfrentarlo y lo hacen de una manera responsable.
Joaquín Selma Ortiz, empresario.