socialmente inquieto / OPINIÓN

De Pascuas a Ramos

13/04/2020 - 

A los alicantinos nos gusta compartir lo nuestro y, con ello, contar nuestros secretos - claro que, desde entonces, dejarán de serlo - pero ¿qué mejor satisfacción que ya sean de todos desde ese momento?. Esto le pasó al alicantino Eleuterio Maisonnave (1840-1890), abogado, político republicano, diputado en Cortes, Ministro de Estado (1873) con Pi i Margall y de la Gobernación (1874) con Nicolás Salmerón y Emilio Castelar, en la efímera I República española (esta duró menos de dos años, del 11 de febrero de 1873 al 29 de diciembre de 1874). Maisonnave consiguió, antes, ser alcalde de Alicante (1869-1873), elegido por primera vez por sufragio universal masculino. Aficionado al periodismo fundó los periódicos “El derecho y el deber” (1869) y “La República española” (1870). Reconocido en Alicante por reformas urbanas de la ciudad. Preocupado por los más necesitados de la sociedad, fue uno de los fundadores de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad en Alicante. La ciudad le hizo un reconocimiento con el nombre de una avenida y la construcción de una estatua (1895), que hoy encabeza dicha calle, realizada por el escultor Vicente Bañuls y situada sobre un pedestal que hizo el arquitecto José Guardiola Picó.

Un buen día Maisonnave vino a Alicante, procedente de Madrid, acompañado por el maño Marcos Zapata (1842-1913), periodista, poeta y dramaturgo español, autor del drama lírico “La abadía del Rosario”(1880), de la zarzuela “El anillo de hierro”(1878), y del drama histórico “La capilla de Lanuza” (1871), entre otras obras. Zapata fue también redactor de los periódicos “La Discusión”, “El Orden” y “Gente Vieja”. Era inquieto, muy curioso, y quería conocer por sí mismo lo que le habían contado, no conformarse con lo que decían otros de eso que les voy a mencionar ahora.

Llegaron a Alicante un domingo de Resurrección y encontraron una ciudad en fiesta, con los preparativos para disfrutar de varios días de Pascua. Para cristianos, y para los que no lo eran y lo disimulaban. Eran celebraciones al aire libre, una manifestación muy popular, días de encuentro para disfrutar con alegría de los amigos y de la familia.

El lunes de Pascua tuvieron uno de esos encuentros que a los latinos y a los mediterráneos nos gusta tanto: reunirse alrededor de una mesa, después de un paseo por el campo, disfrutar de las viandas y de una larga tertulia. Fue un día que la gastronomía local era la protagonista. Y esta, esta vez era sencilla. Ya la conocen, pero para los que no, permitan los primeros que se la cuente a los segundos y, de paso, a todos. Porque ese día la mesa comparte mantel con tortilla de patatas, habas tiernas, embutido, pollo frito, conejo con tomate, pan casero, ... Acompañado todo con vino de la tierra, refrescos o burbujeantes cervezas. Menú abundante como no podía ser menos con familia numerosa y muchos amigos. Entre bocado y bocado, Marcos Zapata se impacientaba. Faltaba el manjar por el que había venido a Alicante. Le habían hablado tanto de él que la espera se hacía insoportable, aunque estuviera disfrutando de las demás viandas y de la conversación amena de los comensales a la que él aportaba su ingenio, que no era poco. Maisonnave lo miraba divertido y le decía que disfrutara, que ya llegaría el momento, muy cercano por cierto, de disfrutar de lo que tanto ansiaba.

Y ese momento llegó con el postre. El anfitrión lo llevaban en una bandeja con el cuidado y el cariño del que lleva un trofeo. Iban a desvelar a su invitado uno de sus “secretos” por lo que la ceremonia de presentación tenía que ser seria y entretenida. Pusieron una enorme bandeja sobre la mesa. En su interior, allí estaban. Zapata miró con asombro, observó con admiración, qué eran esas sorpresas de la que tanto le habían hablado. Le contaron la receta para que cuando saboreara una de ellas descubriera sus ingredientes. Y los descubrió todos. Harina, levadura, azúcar, aceite de oliva, huevos, leche, zumo de naranja y raspadura de corteza de limón.  Ingredientes que así menciona de esa receta José Guardiola Ortiz en el libro “Conduchos de Navidad. Gastronomía Alicantina”, que recomiendo su lectura.

Me imagino que ya sabrán a qué me refiero. Zapata estaba degustando la “mona de Pascua” de la que tanto le habían contado en Madrid oriundos de Alicante y que era típico degustarlo por estas tierras en estas fechas concretas del año. La mona tiene forma de barca con un huevo cocido en el centro sujeto por encima por unas tiras cruzadas de la masa. Zapata lo señaló con el dedo de su mano derecha y dijo con una expresión graciosa en su mirada: “¿esto es la mona?, pero si a esto en mi tierra lo llamamos mico”, a lo que Maisonnave le invitó a saborear con parsimonia y atención para que se concienciara que la mona era única y especial de la tierra alicantina.

El porqué del huevo en medio de esta masa de la “mona” es porque la iglesia católica prohibió su consumo durante la cuaresma y había que resarcirse después de la abstinencia. Aunque años después la jerarquía eclesiástica lo autorizara, el huevo ya se quedó en la tradición gastronómica de la mona como costumbre del lugar.

Entenderán ahora el porqué del título ya que la “mona” sólo se come una vez al año, por eso lo de “De Pascuas a Ramos”. Que la disfruten y saboreen con tranquilidad, que bien lo merece. Pues eso.

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