VALÈNCIA. David Trueba y Jorge Sanz se aproximan a los 50 y los números redondos, como checkpoints vitales, "pesan. Son como barreras a las que creías que nunca ibas a llegar. No te puedes creer que tus hijos ya tenga esa edad, que tú tengas la edad de tu padre cuando estaba en tal o cual situación, la edad de aquella persona que veías tan mayor hace unos años...". Los giros del guión durante estos primeros 47 años les han llevado a compartir (y mucho) juntos, aunque nunca tanto como con esa rareza de la televisión española que es ¿Qué fue de Jorge Sanz?. Una separata surgida en 2010 y llamada a unirles personal y creativamente hasta los restos.
Este martes, Trueba, Sanz y Eduardo Antuña, representante del actor en la ficción, presentaron en el Espai Rambleta el octavo capítulo de la serie. Una serie atípica para la televisión española y surgida en el cobijo de la producción de Canal+ entonces y Movistar+ ahora, "imposible" de ubicar en la oferta de los canales generalistas en España, como apunta el escritor y director de cine en esta siguiente conversación. Ni comedia ni tragedia, este octavo capítulo se presenta -todavía más- como un verso suelto: hora y media de una nueva trama que abunda en la azarosa vida del actor que se ha descolgado del star system.
Trueba y Sanz confirman con este capítulo especial que la serie, "para ser fiel a su origen, a lo que queríamos contar", se quedará abierta para siempre. Así el autor de Cuatro amigos y Saber perder, entre otras novelas (la última está a punto de llegar a las librerías), podrá dar rienda suelta a través de la ficción televisiva "a ese 'gran asunto' que mueve a los hombres: el paso del tiempo". Un tema central en su obra y que está acompañado en la última entrega de ¿Qué fue de Jorge Sanz? por el ya citado Antuña, Elena Furiase, Lolita, Willy Toledo, Pablo Carbonell, Pedro Ruiz, Gonzalo Suárez y Antonio Resines.
-Jorge dice que ya no quiere interpretar otro papel. ¿Cómo ha cambiado la serie al personaje o el personaje a Jorge?
-Le han cambiado muchas cosas a nivel vitad. Estamos en una edad muy de cambios. Estamos entrando en otras dimensiones de nuestras vidas, en cuanto a la salud, la familia, las relaciones… él es el que más disfruta de la serie. Es quien me empuja a que rodemos más y hagamos más. Yo soy algo más prudente. Lo que a mí me gustaría es ir acompañándole, filtrando cosas que le pasan a él y cosas que le pasan a los actores en España, como ha sucedido con este capítulo especial. Pero no solo cambia él, cambia todo a su alrededor, incluso ese panorama de los actores. Y es muy entretenido eso. Al final, esta es una serie sobre el paso del tiempo que, para mí, en todas mis películas y mis libros, creo que es 'el gran asunto'.
-¿Con Qué fue de Jorge Sanz, pretendes que el espectador reflexione sobre las virtudes de reírse de uno mismo?
-Claro. Es una cosa está muy entendida en la cultura anglosajona, el self-deprecating. El humor sobre uno mismo. A los españoles nos supera ese miedo: nadie quiere que ninguna situación le desborde, que nadie se burle de él, incluso, cuando lo está pasando mal, todo el mundo disimula. Esta es una serie muy catártica, porque habla del fracaso, del olvido, de cómo a veces las personas que han sido muy famosas se convierten en un juguete roto, son tiradas a la papelera porque ya no son útiles. Esta serie habla sobre esos golpes y los muestra de una manera cruda. Y, claro, la gente no está habituada. Con Jorge hicimos un ejercicio tal de autoparodia que para mucha gente era muy sorprendente. A lo largo del tiempo, con la consolidación de la serie, si que se considera terapéutico, sobre todo en el mundo de los actores.
-¿Él dice que se ahorra mucho dinero en terapéutas?
-Sí, bueno, se lo debería gastar aun así porque hay terapéutas muy buenos que le harían bien.
-Es una serie que no deja claro si es una comedia o una tragedia, algo más habitual precisamente en esos países sajones. ¿Crees que no tendría cabida en los canales generalistas españoles como serie?
-No, no creo. Es un formato único y el espectador que lo ve tiene que tener un paladar especial. Una especie de talento, digamos, para desentrañar dónde está la serie. Es verdad que puede tener una lectura primaria muy agradable, pero entiendo que los ejecutivos de las televisiones… es más para un canal de pago, un canal más exigente con lo que emite. Para eso están. Si fueran igual que los generalistas, no deberían existir. Hay espectadores para todo y está bien que así sea, pero es una serie para ese tipo de canal.
-Hace poco, Juan Diego Botto que está rodando una serie en Estados Unidos (Buena conducta) decía que no ve más talento allí, pero sí más recursos. Las series de televisión de culto, de hecho, las ve una minoría de espectadores en aquel país. ¿Todo se reduce a una cuestión de tamaño?
-Me temo que sí. Es una industria que, desde allí, se dirige al mundo entero. Nosotros somos una sociedad colonizada por el entretenimiento americano y es una cuestión de óptica de mercado: su mercado es el mundo. Una serie minoritaria para ellos, como han podido ser Los Soprano y The Wire, se convierte en una serie mayoritaria por los minoritarios de todo el mundo. En Estados Unidos, efectivamente, las ve muy poca gente. En el caso de The Wire, directamente, un fracaso de audiencia. Estamos en la misma tesitura, pero ellos tienen un ‘patio’ más grande.
-La serie es una obra de amor por los actores. ¿Lo han percibido?
-Sí y me lo han hecho sentir así. Los actores están acostumbrados a que el público tenga una percepción de ellos solo en el éxito y nunca nadie se pregunta qué sucede con los miles de actores que no están en esa situación. Los que han sido famosos, rentables o ganaban dinero y ahora no están ahí. O la gente que se ha hecho mayor. Los actores perciben que hay un elemento en la serie que busca esa realidad. Tanto lo que se habla en un segundo plano, como puede ser de gestos agrios y críticos de sus propios compañeros, pero también la ternura esa que hay en sobrevivir, en su supervivencia. A veces salen estas encuestas de cuántos actores pueden vivir de su trabajo y son demoledoras. Que un hijo diga que quiere ser actor, todavía, es como… dios mío, de qué va a vivir. Yo he vivido rodeado de actores toda mi vida y para mí son gente extraordinaria, difícil de retratar. Son como metáforas del mundo, de cómo el mundo tritura a las personas. No nos vamos a engañar: la vida es dura y los actores lo experimentan de una manera brutal, porque todo pasa por su físico, con sus miedos, con su rostro, con sus complejos…
-¿Por qué un solo capítulo?
-Movistar es una casa maravillosa para nosotros por concedernos este privilegio. Más allá de tener un formato distinto, porque lo necesita, porque es distinta a las demás series, en mi caso soy una persona que se dedica a otras cosas… estaba terminando una novela justo a la vez, encerrado, y hacer el episodio es tomar aire, pero tenía que compaginarlo. Yo les plantee después del éxito de la primera temporada que podíamos hacer una segunda y exprimirlo o ser fieles a lo que queremos contar en la serie y aportar ese envejecimiento y esa evolución del personaje. Es decir, utilizar el paso del tiempo y el filtro de la vida para dar una verdadera identidad a la serie. Esto, la gente en general, en la industria, no tiene capacidad para hacerlo, pero lo hemos conseguido.
-¿Te ves haciendo una serie al margen? ¿Te atrae el formato?
-Sí, es un formato que me gusta mucho. He tenido algunas ofertas, pero encontrar la que quieres hacer… soy muy particular. Lo que no me gusta es ponerme a hacer cosas en las que no creo o no siento. Hacer algo porque se lleva en ese momento… no. Tiene que ser algo que sienta y si algún día esa idea aparece, pues espero tener la oportunidad de hacerlo. Habrá que pelear entonces por ello, porque aquí nadie regala nada.
-¿Seguirás utilizando actores no profesionales?
-Sí. Lo he hecho casi siempre. En mi primera película (La buena vida) o en Vivir es fácil con los ojos cerrados hay actores no profesionales. Me gusta, me parece un reto para mí y un reto para los actores interpretar con ellos. En el caso de la serie es casi obligatorio, porque busca generar unas sensaciones distintas a partir de la realidad, pero tanto en la serie como en cualquier otro proyecto, es algo que me gusta.