ALICANTE. “Uno es de donde nace y de donde vive”, afirma Daniel Hernández Chambers (Tenerife, 1972), que nació en Canarias, pero vive en la terreta desde hace cerca de diez años. “Tengo muchísima familia en Canarias, incluido mi hijo mayor y uno de mis hermanos, pero yo resido en Alicante”, explica, y cuenta que primero trabajó en el aeropuerto y ahora lo hace en Ferrocarriles de la Generalitat Valenciana. Su puesto es el de factor de circulación, quiere decir algo así como jefe de estación, aunque lleva un tiempo realizando labores más bien administrativas en otro departamento. Durante una temporada fue maquinista y algunos de sus compañeros le solían decir entonces que era “un maquinista que escribe libros”, pero él siempre contestaba lo mismo: “Soy un escritor que a veces conduce trenes”, sentenciaba.
A lo largo de su vida ha hecho trabajos muy diversos, pero por encima de todo siempre se ha considerado escritor. Tiene publicadas más de cincuenta obras de ficción y acaba de hacerse con el Premio Edebé de Literatura Juvenil con Reyes de la montaña, donde construye una distopía apocalíptica: varios adolescentes de un centro de menores tendrán que aprender a sobrevivir en la naturaleza tras propagarse un virus letal por todo el planeta. Aislado de la civilización y con continuos conflictos internos, el grupo deberá crear las reglas de su nuevo cosmos. Un vibrante relato que indaga en la esencia de estos jóvenes “a medio camino de la infancia recién abandonada y de una madurez aún distante”, describe el autor, “que no son ángeles, pero tampoco demonios”, añade.
Estos jóvenes han de aplicar sus propias reglas y velar porque se cumplan para garantizar su propia supervivencia. Deben madurar a pasos agigantados. “No les queda más remedio que enfrentarse a la realidad y valerse por sí mismos”, dice Chambers. El grupo protagonista de la novela es un conjunto muy dispar de chicos que hasta el momento han tenido muchos problemas en sus relaciones con la sociedad, se han rebelado, con y sin causa, contra todo y contra todos. “En todos ellos prima el individualismo y, sin embargo, ahora tienen que formar un equipo si quieren salir adelante”, afirma. Sin embargo, el comportamiento humano en una situación límite, ¿será más complejo si se trata de chicos jóvenes?
Se trata de sacar tanto lo mejor como lo peor de cada uno. “No creo en los héroes, sino en las personas normales y corrientes que en un momento dado hacen algo heroico”, confiesa el escritor. En la novela, la situación a la que se enfrentan es el fin de la civilización y los diez protagonistas no están seguros de cómo reaccionar ante algo así. “¿Quién podría estarlo?”, se pregunta. Una complejidad que se plasma, por tanto, a través de los diálogos, en un relato que va dirigido al propio público juvenil.
“Tiene mucho diálogo porque los protagonistas debaten constantemente; no tienen claras sus opciones de supervivencia y expresan sus dudas e ideas”, describe. Todos están asustados, pero al mismo tiempo reaccionan con un valor inusitado. “Es a través de sus diálogos, pero también de sus actos, como se muestra la complejidad que nos define a todos”, afirma.
Pero si alguien puede contar con alguna ventaja como es la capacidad de adaptación y la rapidez para reinventarse, muy útil en el contexto de esta historia, es precisamente esa gente joven que protagoniza el relato y a la que va dirigida esta novela. “No les queda otra”, apunta el autor. “A veces la sociedad nos fuerza (o al menos lo intenta) a ser de una manera determinada y, cuando la sociedad deja de existir, los chicos han de readaptarse y es entonces cuando quizás son por fin ellos mismos”, destaca.
El libro, pese a abordar un contexto pandémico, fue escrito antes de la irrupción del coronavirus. “Siempre la realidad nos muestra que es capaz de superar nuestra imaginación”, afirma el autor, quien recuerda que la idea original surgió de un hecho real: un grupo de boy scouts que fue de acampada a los Pirineos a mediados de verano, pero resulta que ese verano era el de 1936 y, mientras ellos estaban allí, estalló la Guerra Civil y no pudieron regresar a sus casas hasta varios meses más tarde. “Decidí cambiar el contexto de la guerra por el de una pandemia, y sí, luego nos tocó sufrirla de verdad”, recuerda. El resultado es esta distopía apocalíptica que ha conquistado al jurado del Premio Edebé de Literatura Juvenil.