El batería del grupo Mujeres, Arnau Sanz, libera su faceta más artística en Cuando veo cables me acuerdo de ti, un cómic que publica junto a Astiberri en el que habla sobre la obsolescencia programada, el arte, el amor y la mecánica de unos robots que solo quieren ser artistas
VALÈNCIA. “Lo que ya no sirve se aparta”, podría ser una frase dolorosísima de ruptura si se pronuncia por un humano, pero su significado cambia por completo si la dice un robot. Arnau Sanz, músico y artista, es el encargado de poner esta frase en boca de un robot con sentimientos, que convive dentro de las viñetas de Cuando veo cables me acuerdo de ti. En este cómic plagado de color, publicado por Astiberri, robots y humanos se enfrentan en una lucha eterna en la que la creatividad es la medalla. Explica el autor que la idea principal vino por sus ganas de contar las diferencias entre humanos y robots, y más adelante en su borrador vió que tenía mucho más sentido añadir un componente sentimental. De esta manera el cómic se divide en dos mundos, en el que tanto robots como humanos quieren ser artistas, pero la obra de los de carne y hueso siempre queda mejor valorada.
Para añadir un componente humano a los robots una de las protagonistas se va “apagando” poco a poco, lo que podría recordar en el mundo humano a situaciones como el alzhéimer. Al humanizar el cómic Arnau encontró las claves para sus personajes: “Me di cuenta de que ya hay muchos libros y películas que hablan de la diferencia entre robots y humanos, y seguramente lo hagan mejor que yo. Decidí centrarme en lo que realmente quería contar, basándome en una historia más personal y en las relaciones entre las protagonistas”.
De esta manera consigue personajes muy elaborados que viven su lucha propia y a su vez una contra el mundo. En lo que al arte se refiere entre humanos y robots no hay tantas diferencias, al final todos quieren hacer algo bonito y que les recuerde a lo que les rodea. Arnau aplica esto también en la publicación, distinguiéndose a través de colores neón que resaltan la vida de las máquinas: “Juego con paletas que no he usado anteriormente, voy aumentándolas poco a poco y le doy bastante fuerza. El miedo que tenía es que en la impresión no se viera con tanta luz, pero al final el resultado es increíble”.
Una de las frases clave que se pueden leer en el libro es “La creatividad no excluye a nadie”, que sintetiza la idea principal que estaba buscando Arnau. “Junto paralelismos, personales y familiares con esta idea. Mi abuela por ejemplo nunca pudo ver su parte más creativa porque trabajaba en un taller de costura, y pienso que habría podido ser de ella si hubiera ahondado en otras cosas”, explica sobre los límites de la creatividad, claves en su historia. “Es muy típico, pero cuando te haces mayor te planteas si es demasiado tarde para empezar algunas cosas”, aclara. En su caso, dibujo y música se dan la mano en dos facetas del mundo creativo: “Cuando terminas un libro o un disco no tienes ni idea de cómo va a reaccionar la gente. Hay cosas que te curras muchísimo y no tienen nada de repercusión y otras que las trabajas poco y de repente encantan. De este libro estoy recibiendo todo tipo de reacciones, y hablando de la humanidad descubre que las robots son en realidad muy compasivas y humanas”.
Con todo esto se habla también de soledad, de marginación y de la guerra de dos mundos. Los robots quieren pintar y los humanos se oponen a ello, en este momento vemos la tristeza de los robots al ser excluidos y sus ganas de formar parte en un gran todo. Sin embargo, Arnau configura la historia para que la emocionalidad se lo lleve todo, creando una conexión única entre el lector y el relato.
A su vez, el trabajo se publica en un momento en el que la Inteligencia Artificial está en completo auge, y sin quererlo el cómic de Arnau trata un tema actual: “Yo creo que esto es como las nuevas criptomonedas, hasta que se descubra que es un verdadero fiasco. A veces da mucha pena ver que el mundo piensa que se trata de adaptarse o morir”, explica sobre estas herramientas, “me da miedo la idea de tanta libertad y velocidad, si ponemos por delante la economía se lo va a comer todo e incluido a nosotros mismos”. De esta forma en sus dos mundos al final gana la sensibilidad, frente a cualquier creación, algoritmo o tipo de arte.