VALÈNCIA. Wool Dreamers es una firme apuesta por el sector primario que se propone recuperar la lana merina, uno de los tipos de lana más populares del mundo que procede de esta raza ovina originaria de la Península Ibérica. Tan importante fue en otros tiempo y preciada la calidad de su lana para la economía nacional que, para mantener el monopolio, se prohibió la exportación de esta raza de ovejas bajo amenaza de pena de muerte.
El tiempo lo cambió todo. Las restricciones se levantaron y las fibras sintéticas fueron comiendo el terreno a las de procedencia natural. Hoy es Australia el mayor productor mundial de lana merina, donde los ganaderos cuidan sus explotaciones velando por el bienestar animal y la sostenibilidad. Contra esto se rebelan en la familia Cobo con Wool Dreamers, una empresa familiar radicada en Mota del Cuervo (Cuenca) que se ha propuesto reflotar la industria lanar en toda la cadena de valor, empezando por dignificar el pago a los ganaderos.
El testigo de la empresa lo ha cogido de su padre Ramón Cobo hijo, de 36 años, empeñado en poner en valor no solo la lana sino todos los oficios que giran en torno a ella. Ha recuperado los viejos telares de su abuelo para fabricar su propia lana merina ecológica 100% natural e, incluso, ha aprendido a tejer para producir textiles de alta calidad, todos con una trazabilidad íntegra que se venden como artículos de lujo. El proceso lo hacen todo ellos, desde el esquilado que realizan en las granjas hasta el lavado de la lana y el hilado final. Evitan así muchas emisiones de carbono añadiendo el uso de energías renovables. Sus hilos se exportan ya a 25 países y, desde el año pasado, cuentan con su propia marca de moda: Wool4life.
Tanto la Unesco como algunas comunidades autónomas como la de Andalucía, Castilla y León o la de Madrid, han declarado la cetrería Bien de Interés Cultural del Patrimonio Inmaterial. También en la Comunidad Valenciana hay algunas iniciativas que defienden esta catalogación, como el Partido de Requena y Aldeas en defensa de este arte ancestral que surge para cuidar y entrenar aves rapaces para la caza de presas en su medio natural.
Pero si antes se utilizó para la caza, ahora se usa más para controlar plagas en ciudades, terrenos agrícolas e incluso aeropuertos al objeto de evitar la entrada de otros pájaros en los motores de los aviones y disuadir su presencia en las pistas de despegue y aterrizaje.
El problema es que cetreros profesionales quedan muy pocos y son caros. Aprovechando este vacío se le ocurrió a Francisco Morente fundar Kowat, una empresa en la que desarrollan vehículos no tripulados (drones) biomiméticos que simulan la imagen de un ave rapaz cuya sola presencia sirve para ahuyentar a otras aves que destruyen cosechas de cultivos como el arroz, maíz, soja, cereal o girasol. También la acuicultura entra en conflicto con algunas especies aviares que tanto pueden alimentarse con peces cultivados como contaminar la cría con microorganismos.
Los vehículos de Kowat incorporan un autopiloto para drones que permite programar rutas con maniobras de ataque que emulan el comportamiento del depredador que replican. La empresa convierte el comportamiento animal en algoritmos digitales haciendo uso de la inteligencia artificial y los introduce en el ordenador de a bordo con una efectividad tal que es interpretado como un individuo natural para el resto de los animales. Entre los muchos premios recogidos por la solución, Kowat fue reconocida como el mejor Proyecto Marca España.
“Combinando la tradición y la tecnología para crear un traje único que te quedará como un guante” es la promesa que hacen desde la empresa malagueña de reciente creación Bund, especializa en trajes a medida premium y sostenibles. La empresa, fundada por Carlos Soriano, Álvaro García de Tiedra y Juan Fabiani, acaba de beneficiarse del respaldo financiero y de dirección estratégica de la plataforma de inversión Blast para ampliar su mercado y perfeccionar sus ofertas personalizadas. Para reducir su impacto medioambiental, carecen de stock trabajando solo por encargo.
Ya en Valencia destaca Seligra Sastre, un negocio familiar que arrancó hace medio siglo con Víctor Seligra y que ahora llevan con éxito su hija Rosa y su nieto Adrián. También aquí hacen trajes para caballero a medida, así como chaqués y smokings.
Por su parte, rescatar técnicas de bordado antiguas y lograr con ellas piezas únicas es el objetivo de la cacereña María Galán, con Lahuar, una firma que apuesta por el arte textil a través de la artesanía de los bordados, algunos de ellos casi extintos. Está especializada en tocados y tiaras de novia, realizados con diferentes tipos de bordado manual y en su colección 2024 figuran un total de 12 modelos que se hacen a medida para cada novia y que emplean unas tonalidades y motivos diferentes.
La firma nació en 2022, aunque su fundadora reconoce que todo surgió mucho antes, cuando las mujeres de su familia le enseñaron esos textiles que formaban parte de sus ajuares de boda. La palabra Lahuar proviene del castúo, un dialecto del extremeño antiguo y en castellano significa ajuar. Lahuar pretende poner en relieve el arte textil bordado, al que considera parte de la cultura e identidad de nuestro país desde la Edad Media, desde sus tocados y diademas atemporales y promete ampliar su oferta con bolsos y también con un servicio de bordados para terceros.
María Galán, también diseñadora de las creaciones, afirma que se dirige a una mujer sofisticada, que busca un complemento diferencial, femenino y delicado y que sabe apreciar el trabajo artesanal.