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el salón azul / OPINIÓN

Cuando las universidades dejaron de formar profesionales

11/07/2023 - 

“Las universidades se han convertido en guarderías para adultos”, me dijo Jesús Vega, mi profesor de Teoría del Derecho. Era más joven e imberbe que ahora pero esa frase no se me va de la cabeza; jamás he escuchado una cita tan contundente y sin complejos que reflejara mejor la situación de las aulas magnas en España. Atrás quedaron los tiempos en los que las salas se llenaban de gentes inquietas deseosas de aprender, ahora lo elemental es completar el expediente. Crisis trascendental germinada por la caída en desgracia de las nuevas generaciones y acentuada por unas instituciones educativas repletas de docentes ansiosos de engordar su ego o hacer política.

Asisto con tristeza al espectáculo que se vive en los Campus de nuestro país. La polarización y los intereses clientelares de lo político han contaminado la sobriedad que se le presupone a los rectores, catedráticos y profesores. En 2022 unas elecciones al rectorado de la Universidad Complutense parecían más unos comicios partidistas en vez de una democracia claustral; tanto que hasta el Partido Popular y los partidos de izquierdas apoyaron a uno u a otro candidato respectivamente. Un bochorno que debería estar alejado de todo espacio universitario, debemos repudiar de la educación todo calado partidista. No se produce el exilio cuando se elige como rectora a una diputada socialista como es el caso de la Universidad Jaume I de Castellón. De manera aséptica, los órganos académicos deben estar al servicio de todos los estudiantes piensen lo que piensen, y la intromisión de unas siglas o sensibilidades directa o indirectamente complican esa tarea. Esto va también por el show que están montando la Universidad de Alicante y la Universidad Miguel Hernández en torno al grado en medicina. Quizá nos iría mucho mejor a todos si en lugar de tanta retahíla velaran para hacer lo que se les pide: formar a las futuras generaciones y trabajar juntos para ello.

Da la impresión de que las universidades han dejado de instruir a los profesionales del mañana. Existe un profundo y oscuro abismo entre el mundo profesional y la Universidad. No sólo por los planes de estudios obsoletos y desactualizados, sino porque me da la impresión de que algunos profesores están a otras cosas en lugar de transformar las vírgenes conciencias de sus estudiantes. Veo a los órganos rectores más preocupados en figurar y conquistar sus objetivos que en marcar la diferencia en su oficio; más que un fin, la docencia se ha convertido en una especie de medio para conseguir otros objetivos más altos. Los políticos se camuflan con los profesores, teniendo que hacer un ejercicio de intuición para ver si el que tienes delante es docente o burócrata. Esa pose institucional ha llegado hasta tal punto que determinados intelectuales reniegan cada vez más de la universidad tradicional. Modelo que en España hace aguas y precisamente porque para muchos no deja de ser una especie de plataforma con la que tener cierto caché en cenas, reuniones y chocolatadas. Los catedráticos se pelean entre ellos, desenvainan sus títulos y se protegen con sus atuendos de Doctor intentando hacer la cama a sus colegas, no sea que destaquen más que ellos; en los juegos del hambre del académico todo está condicionado por las filias políticas y personales. Batalla campal que no es una novedad, de la que alertó Ernest Lluch cuando en una entrevista dijo algo así como que mientras que en política había hecho buenos amigos, no podía decir lo mismo de su etapa universitaria.

Van a lo suyo, a sus quinquenios, disputas y rabietas. Pasean por las facultades presumiendo de sus papers publicados como el General que saca brillo a sus medallas, pavos reales pavoneándose, valga la redundancia,  de sus coloridas plumas. Hay incluso quienes ejercen de activistas en la sombra.  Ninguna Universidad española está entre las mejores del mundo, ni existimos para el ranking de Shanghái y la inserción laboral dista mucho de ser la adecuada. Les da igual, están sumergidos en el metaverso de su mundo académico, en la torre de marfil de cerebros gordos. Se han olvidado de lo que se les paga además de para investigar: enseñar. Algunos ni se molestan en ir a clase, van a la presentación y después llaman a un profesor ayudante o asociado para que haga el trabajo sucio; la silueta del catedrático se diluye convirtiéndose en mito y en leyenda. 

Esta es la historia de cuando las Universidades dejaron de formar profesionales y no sólo se convirtieron en guarderías para adultos sino en empresas obsesionadas con el presupuesto y con tener más oferta que la competencia. 

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