ciudadana / OPINIÓN

Crónica de las fiestas de Elche

20/08/2017 - 

Las Fiestas son el punto donde confluye la tradición, la cultura y la fraternidad de un pueblo, donde la palabra “pueblo“ no alude a la dimensión del municipio sino que refiere al aspecto humanista de los que conviven en un mismo espacio aunque en este caso Elche sea la tercera ciudad de la Comunidad Valenciana y tenga más de 200.000 habitantes.

El día 15 terminaron las Fiestas de Elche. Un año más ilicitanos y visitantes hemos disfrutado de una fiestas entrañables. Hemos reído con la Charanga, hemos admirado los desfiles de los Moros y Cristianos, hemos vibrado en la Nit de l'Albà y nos hemos emocionado con las representaciones del Misteri. 

Quiero resaltar la extraordinaria labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, Policía Local, personal sanitario, Bomberos, medios de comunicación y equipo de gobierno que han trabajado eficazmente para que todos los actos se hayan desarrollado con éxito y sin incidentes. Las Fiestas tienen también unos protagonistas de excepción; la de todos aquellos que forman las Comisiones de Fiestas y entes festeros y que de forma anónima a lo largo del año han trabajado con ilusión y esfuerzo para que estos días todo brille.

La otra cara de la fiesta, mucho más desagradable y preocupante es la del Botellón y sus efectos. Estos días hemos podido observar manadas de jóvenes que a las 12 de la noche iban cargados de bolsas con botellas para dirigirse a parques y zonas determinadas, en pleno centro de la ciudad. No salen para divertirse sino que salen para beber. En muchos casos la Policía Local ha levantado actas por intoxicaciones etílicas y de ellas, un 80% eran de menores de edad. El Ayuntamiento y la Policía Local ha lanzado campañas persuasivas en las redes sociales alertando de un uso responsable del ocio y de los efectos negativos de la ingestión de grandes cantidades de alcohol.

El Ayuntamiento también colocó gran cantidad de papeleras de reciclaje en los enclaves principales, pero nada, se ve que lo que “mola” es tirar las botellas al suelo, aunque estén las papeleras vacías al lado. En alguna ocasión me atreví a reprender esa conducta a más de un grupo, pero menos guapa me dijeron de todo. Su actitud chulesca y maleducada no cambió con mis palabras. Ciertas calles del Centro de Elche que comunicaban un par de barracas municipales eran verdaderos ríos de orines. Chicas y chicos bien arreglados no tenían el más mínimo pudor en miccionar en mitad de la calle.

Hay algo que estamos haciendo mal los padres, educadores y poderes públicos para que los jóvenes de hoy parezcan salvajes urbanos que han olvidado o no han recibido las mínimas normas de educación social.

Las personas de mi generación también hemos salido y hemos disfrutado pero no salíamos con la finalidad de beber sino con la plena intención de encontrarnos con los amigos, de conocer a otra gente y cuando teníamos necesidad de ir a un aseo, pedíamos una botellita de agua en un establecimiento y entrábamos en el baño. Ahora ni se plantean el tema de andar una calle para buscar un sitio oscuro o esconderse entre dos coches, "la calle es mía" deben pensar estos nuevos parásitos humanos.

Confío en que se trate de una mala moda pasajera y que sienten la cabeza con el paso de los años, porque si la juventud que he visto estos días es la ciudadanía del mañana, debemos empezar a preocuparnos por el futuro de nuestra sociedad. 

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