la ganadora del premio azorín presentaba su novela en las 'veladas literarias' de maestral

Cristina López Barrio: "No creo en certezas; las ideas fluyen"

11/06/2024 - 

ALICANTE. “Para mí tiene mucho significado volver a Alicante”, afirma la escritora Cristina López Barrio. No solo era la tercera vez que acudía a las Veladas literarias del restaurante Maestral, donde volvió a participar el pasado viernes para presentar su novela La tierra bajo tus pies (Planeta, 2024), sino que regresaba a la misma terreta que le había entregado hace unos meses el Premio Azorín de novela con ese texto. “Me hacía muchísima ilusión celebrarlo con los lectores”, describe la autora, que confiesa haber establecido un vínculo significativo con la ciudad y la provincia tras estos acontecimientos. La escritora madrileña tuvo la oportunidad de explicar su novela a los medios tras conquistar este galardón en marzo, pero ahora quería estar de tú a tú con el público alicantino para conversar sobre este libro que tantas alegrías le está dando. Una novela que tiene de todo: amor, intriga, venganza e incluso una lección colectiva como es esa apuesta por la cultura para lograr sociedades más libres e iguales.

— ¿Cuál crees que es el estado de la cultura hoy en día? ¿Harías un diagnóstico?

— Todavía nos seguimos preguntando, a estas alturas, por la utilidad de las humanidades en muchos sectores y, todavía, a veces, se tiene la sensación de que sigue a la cola, como si fuese algo menos importante o prescindible. En el caso de la trama del libro, a mí me encantan los valores en los que se apoyaban las Misiones Pedagógicas, que se basaban en que la única forma de regenerar España era a través de la educación y la cultura. Eso es algo en lo que yo estoy plenamente de acuerdo. Son dos pilares en los que debería haber una unanimidad.

Sobre todo, en la educación. Yo considero la cultura como algo libre que no debe responder a nada más allá de la libertad creativa, pero la educación, sin tener que regular dándole forma, creo que debería ser algo sagrado y libre de obedecer a cualquier ideología o función que no sea el maravilloso mundo de enseñar desde el ámbito de la experiencia y la creatividad.

— No se percibe así en el ámbito político, con esa sucesión de leyes de educación que han conseguido el dudoso honor de atesorar los peores resultados del informe Pisa…

 — Precisamente a eso me refiero. La educación es uno de esos temas que no debería obedecer a nada más que al fin que precisamente tiene, que es educar y formar. No debería utilizarse con ningún otro fin u objetivo distinto. Debería haber un gran pacto en el que estuvieran todos los partidos de acuerdo para que haya algo estable que no se vaya cambiando según van llegando unos u otros. Eso sería maravilloso.

Es cierto que a veces parece que lo que se enseña en los libros está condicionado o pretende aleccionar llevándonos a los estudiantes hacia un lado o hacia otro. Se deben de poner las herramientas y dejar que cada uno la libertad para que pueda crecer y pensar como le de la gana.


— No se atisba en el horizonte. No parece que los partidos vayan a ponerse de acuerdo. 

— Es muy triste, porque las cosas no son blancas o negras. Cualquiera puede tener una ideología concreta y reconocer algo bueno que haga el contrario. No todo lo que hace el partido que te gusta te tiene que gustar y sí te pueden gustar cosas que hace el contrario. Yo pienso así. Pactar con el otro no me transmite algo negativo; al contrario, a mí me transmite solidez tanto para unos como para otros.

No todo el mundo hace todo perfecto. Detrás de los partidos hay personas y todos nos equivocamos. Negarlo me parece una cuestión de irrealidad y reconocerlo me parece algo honesto que transmite credibilidad y solidez. Lo otro es maniqueo y falso. Yo no creo en certezas. Las ideas fluyen. Muchas de las grandes desgracias de la humanidad han venido por esas ideas fijas y esas grandes certezas que llegan cuando se lleva la ideología al extremo, pensando además que el fin justifica los medios, y yo no puedo estar más en desacuerdo.

— ¿Ha sido complicado entremezclar eso con tantos otros ingredientes en la novela?

— La verdad es que sí me costó urdir la trama. Yo quería que fuese una novela apasionante. Quería que, además de rendir ese homenaje a las misiones pedagógicas, lo que representaron y esa vivencia que nos deja a los seres humanos la cultura, fuese también una obra de ficción con la que el lector pudiese emocionarse y sentir esa intriga de no poder dejar de leer el libro.

A mí me encanta una frase de Borges, que dice que la lectura tiene que hacernos felices y que, si no disfrutas o no te hace feliz, no tienes por qué leer el libro. Me encanta esa definición y eso es lo que buscaba. Eso no quiere decir que, porque también tenga unos toques de humor, pues, haya que morirse de la risa con el libro, sino que debe proporcionar felicidad porque nutre en muchos aspectos. Muchas veces, el propio divertimento de la lectura es el simple hecho de estar metido en otro mundo y eso es lo que traté de hacer con esta novela.

— ¿El libro es, además, un homenaje a la España vaciada? A esos pueblos recónditos con sus particularidades…

— Sin duda. Yo soy madrileña, pero no soy muy urbanita. A mí me apasiona el campo, la naturaleza y el mundo rural. Por circunstancias, la vida me ha llevado a conocer distintos pueblos en los que me he sentido muy a gusto. Creo, como pensaba Cosío, que hay unos tesoros recónditos, que en la época del 35 eran absolutamente desconocidos. Hoy no lo son tanto, pero también es un pequeño homenaje a ellos, a esa España. Es una pena que esos pueblos se estén vaciando. Hay que buscar trabajo y hoy las oportunidades parece que están en otra parte, pero por eso el libro incide en que llevando las oportunidades a esos lugares recónditos también se puede florecer.

— Han pasado ya unos meses del premio. ¿Qué significa haber recibido el aval del Azorín? ¿Cómo estás viviendo esta gira de promoción?  

— Me ha ayudado mucho que esta novela haya sido avalada con el Premio Azorín, que ha sido un broche de oro para mí a este proyecto. Es muy significativo, porque Azorín es un autor que formaba parte de mi memoria literaria, que está presente en mi acervo literario desde la infancia. Y, de repente, llega también en este premio. Un galardón que yo he ido siguiendo todo este tiempo. Es uno de esos reconocimientos con los que había soñado. Fue muy emocionante lo vivido con este premio, por eso Alicante, dentro de mi historia, ya tiene un lugar destacado y va a quedar unida a mi memoria.

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