Cada 28 de diciembre, durante muchos años y como una tradición que no podíamos abandonar, leíamos el periódico, oíamos la radio o veíamos la televisión intentando detectar la inocentada que los medios de comunicación intentaban colar a los ciudadanos.
Desde la multinacional del mundo de las armas que pretendía comprar el aeropuerto de Albacete, Piqué y su segura candidatura a la presidencia del Barça, la búsqueda de un oso antropomorfo que había robado una moto amarilla y que estaba siendo buscado por el Seprona de la Guardia Civil, el hospital Isabel Zendal y sus suites privadas, la vuelta a España del rey emérito sin notificarlo oficialmente, o el regreso de Carles Puigdemont han sido muestras de las “noticias” que en ese momento algunos de nosotros creímos a pies juntillas y que nos hicieron sonreír cuando comprobamos que eran una broma.
Así que, enganchados a esta estela humorística, cuando nos pasaron por wasap, o por correo, o por redes sociales hace unos días la foto de Pablo Iglesias con el pelo corto... ¿Fui yo la única que no me lo creí hasta que lo vi con mis propios ojos en dos televisiones distintas y en un periódico digital…? Y lo que pensaba que era una broma, porque él había reiterado en más de una ocasión que no se cortaría la coleta hasta que le hiciera mella la alopecia, resultó ser verdad.
Pues así estamos, que parece que todos los días son 28 de diciembre y vamos intentando adivinar si lo que nos cuentan es un bulo o es la realidad. Hasta hace muy poco tiempo, prácticamente desde el desmedido desarrollo de las redes sociales, lo que se publicaba en un periódico, o lo que te contaban en la radio o la televisión, excepto ese día, era “santa palabra”. Pero esta proliferación de bulos, algunos sin mayor importancia y otros que pueden atentar directamente contra la salud o la integridad de las personas, ha hecho emerger un concepto desconocido hasta hace cuatro días, la verificación de datos o “fact checking”, para que nos vaya sonando su nombre en inglés.
Ha sido necesario que aparezcan estas agencias de verificación que contrastan los hechos y dan informes no partidistas sobre la exactitud de las declaraciones que aparecen en cualquier formato. En muchas ocasiones, estas inexactitudes, sobre las que hay fundadas dudas de su falsedad son de gran interés público para toda la ciudadanía. De hecho, en septiembre de 2015, vamos, hace cuatro días, apareció la Internacional Fact Checking Network (IFCN) que otorga un sello a organizaciones legales, que no estén controladas por el estado o los políticos, para realizar labores de periodismo de servicio público. De su importancia en estos tiempos, da cuenta que es una de las instituciones candidatas al Premio Nobel de la Paz 2021.
En España son tres las empresas vinculadas a la IFCN, Newtral, Maldita y EFE Verifica, aunque hay otros muchos medios que han creado sus propios verificadores y avisan de bulos que aparecen y se hacen virales. Un ejemplo cercano es la imagen de una persona fumando dentro de una bolsa de basura y que no era una farsa sobre la pandemia; en realidad era un figurante en el videoclip de un conocido rapero ruso.
En general estos verificadores recogen declaraciones públicas con un criterio periodístico, consultan datos públicos y oficiales y se ponen en contacto con gabinetes de comunicación para pedir aclaraciones. Buscan contrastar el discurso político y promover la transparencia, luchar contra la desinformación y promover la alfabetización mediática, tras lo cual ofrecen una conclusión.
Lo ideal sería que este tipo de agencias no fueran necesarias, que no se publicaran bulos y que los ciudadanos no tuviéramos que estar con mil ojos para que no nos la cuelen, pero parece que el 28 de diciembre lo tenemos ya instalado en el calendario a perpetuidad.
Y no es por nada, pero miren dónde ha terminado mi reflexión sobre un simple corte de pelo… Ha pasado de posible bulo a realidad, sin que hayan tenido que intervenir las agencias de verificación.