EL PIANISTA CHICK COREA Y EL BANJISTA BÉLA FLECK DINAMITAN LA SALA GRANDE DEL ADDA

Corea & Fleck, un selfie para la eternidad

20/07/2017 - 

ALICANTE. Si la ciudad de Alicante estuviera unida al corpus universal del jazz, lo sería, sin duda, a través del cordón umbilical de Chick Corea. Sus apariciones por los diferentes escenarios que la urbe mediterránea le ha ido ofreciendo a lo largo de los años, dan a entender algo más que una relación ocasional. Lo que pasa con Corea es que no se puede estar quieto en un registro mucho tiempo, y las visitas que ha venido haciendo han sido con encarnaciones tan variadas que sólo la impresionante digitación de su mano derecha consigue unificar en un solo individuo.

Para este viaje, Armando Antonio “Chick” Corea, nacido en Chelsea, Massachusetts, el 12 de junio de 1941 –con 76 años recien cumplidos, si me asegurara tener la mitad de su vitalidad, chispa y forma física, me convertía ahora mismo a la Cienciología que practica, sin dudarlo-, se ha traido como compañero de selfies a un casi sesentón ya Béla Fleck, el tipo que condujo del bluegrass al bebop al volante de un vertiginoso banjo de cuatro cuerdas.

Tras haber transitado por los caminos de la fusión, el free-jazz, el rock-jazz de los imprescindibles Return to Forever, el virtuosismo de la improvisación y los sonidos del Barroco, Corea se encontró en 2007 con Béla Anton Leoš Fleck –Béla por Béla Bartok, Anton por Anton Weber y Leoš por Leoš Janacek, sus padres tenían muy clara la “vocación” de futuro de su vástago-, sin sus adorables The Flecktones, y grabaron un trabajo con el título de The Enchantment, El Encantamiento. 11 composiciones, 4 de Corea, 6 de Fleck, una versión del Brazil de Barroso y Russell, y un homenaje al Bill Evans de Waltz for Debbie, con el Waltse for Abby compuesto por el neoyorkino Fleck. El disco hizo las delicias de un nuevo, y nutrido, grupo de seguidores, más allá de los fans irreductibles del sonido de ambos músicos. La experiencia compartida en escenarios singulares les llevaría a una segunda parte en forma de disco con Two, el año 2015, un doble en el que ampliaban las grabaciones de The Enchantment, añadiendo algunos toques más de groove latino y de folklore tradicional americano, con la remniscencia de los sonidos bluegrass originarios del repertorio del virtuoso del banjo.

Con este songbook bajo el brazo se presentaron los dos intérpretes la noche del martes, 18 de julio, en la sala sinfónica del ADDA, con sus 1.216 butacas disponibles. Una heroicidad no exenta de riesgo, ya que a pesar de la calidad contrastada de la propuesta, no llegaban a dos tercios la ocupación de la sala, cuando dio comienzo el concierto. Aún así, congregar a más de 800 personas un martes laborable, a las diez de la noche, en el rigor de un julio todavía no totalmente vacacional, es de notable alto.

Sin embargo, lo ofrecido en la hora y media larga de actuación de los norteamericanos rozó la matrícula de honor. Con una sobria disposición sobre las tablas, Fleck en su silla casi apoyado en la cola del piano sin tapa de Corea, muy cerca de la boca del escenario, bien arropados por el público de las primeras filas, empezaron rasgueando casi como por casualidad, casi como probando los instrumentos, para desembocar en la composición de Corea que habría The Enchantment, ese Señorita de sabores latinos que evoca los ancestros italianos y españoles del pianista. Waltse for Abby, The Enchantment, la guasa con el micrófono de un Corea en plena forma, presentando los temas, Fleck que no le iba a la zaga, hablando de su particular situación, lejos de casa, cuando nació prematuramente su hijo Juno, antes de intepretar uno de los movimientos del Concerto que le dedicó al pequeño, para la grabación del cual contón con la Sinfónica de Colorado, dirigida por Jose Luis Gomez. En cada intermedio entre piezas, una explosión de aplausos que casi acompañaba los primeros acordes del siguiente tema. El dueto entre ambos adquiría, por momentos, las características de un duelo, con las típicas, y burlonas, disonancias a dos manos de Corea, que eran respondidas, imitadas, deconstruidas y reinterpretadas por los dedos de Fleck, pellizcando las cuerdas con una rapidez vertiginosa. Si la cadencia de Eric Clapton le otorgó el sobrenombre de Slowhand, justo sería que Fleck fuera conocido como Fastfingers.


Antes incluso de los dos bises, de los destellos de improvisación de Corea, con una mano derecha que lo distingue de algunos de sus coetáneos, como Keith Jarrett –poseedor, a su vez, de una mano izquierda sublime y evocadora- , Herbie Hancock, y también de sus maestros Bill Evans o McCoy Tyner, pero acercándolo al dios Monk, Thelonious, la cima del concierto vino en forma de partitura sobre el atril del teclado de Corea, con la grandiosa, sublime y divertida interpretación que ambos realizaron del Allegro de la Sonata K9/L413 in D minor de Domenico Scarlatti (1685-1757), en la que por momentos, con los ojos cerrados, uno no podía estar seguro de no encontrarse ante un solo instrumento y un único solista. Micrófono en mano, rodeado todavía de aplausos, Corea confesaba su propia sorpresa ante el sonido conjunto de piano y banjo, “en algunos momentos el sonido resultante es idéntico al del harpsichord, el clavicordio”.

Los múltiples registros de Béla Fleck y Chick Corea resonarán durante mucho tiempo entre las forradas paredes de la sala sinfónica del ADDA. Para inmortalizarlo, Chick cogió su smartphone, se abrazó a Béla, de espaldas a la sala de butacas, y se sacó un selfie con un público totalmente rendido a sus pies.

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