La eclosión de Luis Pérez y Pelayo abre la puerta de la duda ante el regreso de Rober Correa y Matilla. Alberto Toril deberá tomar una decisión, apostar por la confianza mostrada en jugadores que han sido la base de su equipo o premiar el rendimiento de aquellos que con trabajo se han ganado un puesto en el once titular. La elección del cordobés será un mensaje para toda la plantilla.
ELCHE. Toril tiene un problema, la competencia. Bendito problema debe pensar el técnico cordobés, o no. Las actuaciones de Luis Pérez y Pelayo, este último por partida doble, abren una puerta a la incógnita en el once titular que el cuadro franjiverde presente en el Sánchez Pizjuán ante el filial sevillista. Rober Correa y Matilla vuelven a estar disponibles tras cumplir sanción pero las actuaciones de los teóricos suplentes han dejado muy buen sabor de boca tanto en la grada, en forma de aplausos, como en el propio mensaje del técnico cordobés que, a base de para bienes, ha premiado a sus futbolistas. La evolución de la competición marca las decisiones que se deben tomar y el entrenador franjiverde se enfrenta a una disyuntiva que debe afrontar con decisión firme en beneficio del grupo.
La competencia es la mejor forma de subir el nivel de un equipo pero también un arma de doble filo si no se sabe gestionar. Toril se ha caracterizado, en sus poco más de tres meses en el Elche CF, por fijar una línea muy definida entre titulares y suplentes, más aúnen posiciones determinantes del terreno de juego. Correa y Matilla son el defensa y el centrocampista, con permiso de Dorca y la ausencia en dos partidos del jugador de Toledo, que más minutos han sumado en su zurrón en estas primeras jornadas de Liga. La confianza de Toril en ellos la marca su participación, una confianza que, en números, es inversamente proporcional a la depositada en Luis Pérez y Pelayo.
Un entrenador de fútbol debe ser también psicólogo para manejar, no sólo sobre el terreno de juego a sus hombres, sino también fuera de él. La gestión de vestuario es en este fútbol moderno tan importante como el sacar partido sobre el verde. Saber guiar a un grupo de veinticinco jugadores, contentándoles y haciéndoles saber cuál es su papel en todo momento, se antoja fundamental en lo individual para obtener el éxito grupal. Si a ellos se une la confianza que debe tener el futbolista ante una buena actuación, la decisión del entrenador puede marcar su rendimiento futuro.
Toril tiene que decidir. Quizás en el mejor momento de la temporada franjiverde en el que el equipo empieza a remontar el vuelo. ¿Confianza o rendimiento? ¿Apostar por el trabajo desempeñado por Rober Correa y Matilla o seguir premiando por el rendimiento aLuis Pérez y a Pelayo? Dura encrucijada que puede tener sus consecuencias psicológicas y anímicas. ¿Sacar del equipo al futbolista que se ha visto seguro en su demarcación o meter al jugador que ha hecho méritos contrastados para seguir evolucionando? Cualquier camino tendrá sus pros y sus contras y ahí Toril debe ser el que gestione el bendito problema, dentro y fuera del terreno de juego.