tribuna libre / OPINIÓN

Colaborar para innovar de forma continua

7/04/2020 - 

Cuando leo estadísticas y documentación sobre I+D+i (Investigación + Desarrollo + innovación) en nuestro país, siempre me hago la misma pregunta ¿somos muy productivos cuando se trata de investigar, de desarrollar cosas nuevas, pero poco efectivos cuando hay que transferirlo y venderlo en el mercado? Con frecuencia tengo la misma sensación de frustración que probablemente tuvo Spence Silver, investigador de 3M, cuando en 1968 inventó una cola nueva a la que no pudo encontrar utilidad. Tuvieron que pasar dieciséis años hasta que otro trabajador de la misma empresa decidió probarla en marca-páginas, blocs de notas, etc. dando lugar al lanzamiento al mercado del conocido pósit.

El proceso de innovación, desde que surge una idea hasta que ésta se transfiere al mercado en forma de producto o servicio comercializable, está sujeto a muchísima incertidumbre, por lo que, si queremos optimizarlo, necesitamos un cambio de actitud.

Datos procedentes del Observatorio Español de I+D+i, en el año 2018, indican que en nuestro país se publicaron 87.356 documentos, lo que nos sitúa en la élite de la producción científica al ocupar la posición número 12. Además, el porcentaje de publicaciones españolas de excelencia se situó en un 15,9%.

Sin embargo, según el INE, el optimismo de las cifras anteriores contrasta con el peso de la inversión en I+D sobre el PIB en España, ya que era del 1,24%, lejos del 2% marcado como objetivo por la Unión Europea. Este mal dato se explica en parte porque tenemos un tejido empresarial atomizado donde el 91,88% del total de empresas activas en 2018, tenía entre 0 y 5 asalariados (concretamente el 55,98% no tenía ningún asalariado) y, sólo el 0,32% del total de empresas realizaba I+D Interna. El escaso tamaño de muchas de las empresas contribuye a que centren todos sus esfuerzos en explotar, no en explorar. Lamentablemente tienen que volcarse en su actividad diaria para sobrevivir y dejan de explorar otras alternativas de futuro.

Está claro que en España podemos mejorar mucho en ciencia e innovación y que dos de las principales limitaciones son la cantidad de inversión en I+D+i, y el tamaño y tipo de empresas, pero ¿qué otras limitaciones existen? y ¿qué podemos hacer?

Desde el lado del tejido empresarial es necesario afrontar su atomización con la búsqueda de sinergias con otras empresas y con centros de investigación para ser más innovadores y competitivos. Pero antes hay que superar la falta de confianza en la propia capacidad para innovar ya que, he escuchado muchas veces la frase “esto no es para mí, es para grandes empresas”. A pesar de las ventajas que supone la innovación, todavía existen muchos empresarios que la perciben como un juego de azar con altos costes, y no como una inversión necesaria, de modo que niegan conscientemente las evidencias sobre los beneficios individuales y comunes que tiene, aunque curiosamente no dudan en incorporarla a su lenguaje por una cuestión de marketing. Los empresarios realmente innovadores son aquellos que quieren innovar, y aunque no saben cómo hacerlo, adoptan una actitud abierta y positiva que les ayuda a superar esas barreras para tratar de ser los primeros en lanzar al mercado un producto o servicio, y liderar su mercado. Aunque les cuesta entender que la innovación no es sólo creatividad, que no siempre requiere de enormes inversiones, que va más allá de los departamentos de I+D y de la tecnología, y que es un proceso colaborativo más de la empresa, que conlleva mucho riesgo que hay que gestionar, sistematizar, medir y rentabilizar, también son capaces de adoptar otra perspectiva e implementar cambios.

Por otro lado, aunque en los centros de investigación se realiza ciencia de excelencia, también existen inhibidores en la transferencia de conocimiento y tecnología, algunos ampliamente criticados por emprendedores y empresarios como, por ejemplo, desconocimiento del mercado al que se dirigen, dificultad para explicar de forma comprensible algunos de los servicios que pueden ofrecer; desinterés y falta de flexibilidad en aquellos proyectos donde no existe un elevado presupuesto o una gran empresa que aporte prestigio; falta de compromiso con los plazos de entrega aduciendo que “la ciencia, requiere de paciencia”, etc.

En definitiva, a pesar de las limitaciones, la generación y transferencia de conocimiento ofrece varias ventanas de oportunidad a todo el ecosistema de innovación si, entre otras cosas, se actúa para, mejorar los incentivos a los investigadores, basándolos en la consecución de resultados como, la creación de spin-offs y la firma de contratos de colaboración; simplificar y homogeneizar los trámites burocráticos para evitar que a un investigador le lleve semanas, e incluso meses, firmar un acuerdo de colaboración con una empresa; generar una interconexión real a través de entornos físicos y virtuales especializados, como los ofrecidos por Parques Científicos, para fomentar relaciones a largo plazo; generar cultura de inversión en empresas de base tecnológica; implementar políticas de financiación pública más flexibles para no excluir a emprendedores y empresarios innovadores, pero con poca capacidad de endeudamiento.

Si queremos ser más competitivos debemos innovar de forma continua y, para ello, hay que dejar de asumir muchas de las circunstancias que nos limitan, para cooperar y cambiarlas. Tal y como decía el periodista uruguayo Eduardo Galeano: “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.

Sergio Román. Director del Área de Financiación y Desarrollo Empresarial del Parque Científico de la UMH

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