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el sur del sur / OPINIÓN

César Sánchez hospitalitario

4/03/2018 - 

El pasado martes, la Agencia Valenciana de Turismo me invitó, junto a otro periodista y dirigentes del sector turístico, a un debate en Benidorm para divulgar la que será la oferta formativa que contempla la nueva ley basada en el concepto de hospitalidad. He de reconocer que tenía conocimientos vagos sobre el fin último del nuevo texto normativo y qué perseguía. He de reconocer, igualmente, que el invitado de esa charla, Javier Andrés, sumiller y fundador del grupo gastronómico La Sucursal nos hizo un buen ejercicio pedagógico de lo que busca el equipo de Francesc Colomer. Y ese ejercicio no viene a ser otro concepto que mejorar el servicio de atención a cliente y al visitante para darle un valor añadido en el tratamiento (y la profesionalidad) con el reto de que éste prescriba sobre el destino y, a ser posible, que vuelva a pasar las vacaciones allí dónde quedó contento.

Andrés vino a decir que la hospitalidad genera retorno y que significa, ante todo, salir del círculo de confort en el que se encuentra una empresa o sus empleados para hacer un esfuerzo formal en la atención y el servicio. Colomer quiere que todo eso sea un sello de calidad y distinción para el turismo en la Comunitat Valenciana.

Es muy curioso, relevante y atractivo que en tiempos en las decisiones se toman en función de los datos; es decir, el big data o la aplicación de la inteligencia artificial, un Gobierno se saque de la manga una ley cuyo objetivo es romper con esa dinámica industrializadora que supone "vamos a llenar camas al precio que sea" y después, si eso, hablamos de si el turista repite o si se gasta más o menos. Me parece extraordinario introducir esta pizca de filosofía que es la hospitalidad en un mundo tan globalizado como es el turismo, pero que creo que nos puede ayudar a romper con ese mantra del turismo es una locomotora a base de llenar habitaciones sin caer en la necesidad de dar valor a todo lo que hacemos. Creo que el fin último de la hospitalidad es ofrecer un plus de trato y profesionalidad que el mundo globalizado no ofrece y que, como dice Colomer, puede ser un elemento de distinción.

Ahora bien, no basta con qué la Agencia Valenciana de Turismo se vuelque en ese si no lo hacen otros colectivos cuya actividad es tangencial a la del turismo. La hospitalidad la deben ejercer taxistas, camareros, personal de chiringuitos de playa, el de la oficina de alquiler de coches o el conductor de autobús que nos lleva desde el aeropuerto a Torrevieja o Calp porque no hay otros medio de trasporte público. Todos ellos son los que pueden hacer de la hospitalidad un elemento de distinción. Por eso, creo que el plan de la Agencia de Valenciana de Turismo debería ser más ambicioso y ser aplicado por otros estamentos públicos y agentes privados o por los mismos funcionarios de la administración

Y es una lástima que esa hospitalidad que se busca para la principal actividad económica de la Comunitat, como es el turismo, no sé más en la política. Ese valor añadido de superar los intereses de una formación o de un líder para alcanzar acuerdos con el rival, que en este caso sería el visitante (político). Y ese mérito hay que agradecérselo, esta semana, al presidente de la Diputación de Alicante, César Sánchez, y a los portavoces del PSPV y Compromís, José Chulvi y Gerard Fullana, respectivamente, que han sido capaces de sacrificar su mensaje global por lograr un punto en común para distribuir las ayudas a los municipios de forma hospitalaria. Lástima que no cundiera más ejemplos de ese tipo, en el que el gobernante de turno se da cuenta de que no puede imponer sus criterios, sale de su zona de confort e intenta alcanzar un acuerdo con los visitantes (rivales). En este mandato del que arrancamos ya la recta final nos hubiera ido mejor con dosis de hospitalidad, por ejemplo, con los decretos de coordinación en materia turística, buenos en su fin, desastrosos en su ejecución, o incluso en la polémica del plurilingüismo, aunque el tema de Cataluña lo ha (hubiera) contaminado todo.

Quizás porque nos encontramos en el mandato con el perfil más bajo en cuanto a talla política, es de agradecer ver a un César Sánchez hospitalitario correspondido por el PSPV y Compromís. Quizás por necesidad del PP, quizás por ser un triunfo de la oposición (sobre todo, de Compromís, que fue quien más clamó), la cuestión es que no tenemos políticos hospitalarios, no hay valor añadido en la política. El descrédito y la necesidad aprieta tanto que no hay tiempo para la altura de miras. Hay que llenar camas (votos); se impone la industrialización. No hay filosofía en la política.

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