La realidad es un concepto tan vasto y polisémico que solo somos capaces de abordarla de manera fragmentada. Cada uno percibe su entorno de realidades diminutas construidas sobre su propio armazón de experiencias personales, pero esa visión miope (solo de cerca) nos incapacitaría para discernir con claridad lo que está pasando ahí fuera, en ese circo multipistas en el que convivimos. Esa multiplicidad de escenarios que conforma la plaza pública sería imposible de plasmar sin la labor de los medios de comunicación que se configuran como auténticos constructores de la realidad social. Es lo que los comunicólogos definen como teoría del framing, es decir, la capacidad de enmarcar una realidad sumamente dispersa y compleja enfocando solo una parte del todo, aquella que convierte en noticia, y despreciando el resto.
El qué y el cómo enfocan los medios esa realidad a través de sus agendas mediáticas determina nuestra percepción social sobre cualquier asunto, realzando o ignorando temas, aplicando lupas o cristales opacos. Partiendo de la base de que los enfoques nunca son inocentes, los marcos que construyen la realidad mediática sobre Alicante inciden sobre el turismo, la meteorología, los sucesos y desde hace algunos años, la corrupción. Desde fuera nos ven con ojos de telediario. Si hace sol, ahí están los periodistas en el Postiguet con el castillo de Santa Bárbara al fondo. Si llueve o si nieva, como si fueran hechos insólitos en la provincia, conectamos con Alicante. Aún recuerdo una vergonzosa entrevista de una radio de ámbito nacional al alcalde de Alcoi. Un periodista ignorante preguntaba cómo habían recibido los alcoyanos esa nevada. El alcalde, muy educado, le decía que igual que siempre porque en Alcoi, a pesar de estar cerca de la costa, nevaba todos los años.
Otro sambenito que nos ha caído encima a causa del framing es ser una sociedad violenta. Los sucesos nos hacen subir puestos en las escaletas. El asesinato de la viuda del expresidente de la CAM es el último que ha hecho correr ríos de tinta y consumido horas en televisión, pero no es el único. Redadas de pederastas, de traficantes de drogas, de mafias rusas o de yihadistas han ido conformando nuestro perfil mediático a lo largo de los años. Torrevieja, por ejemplo, ha pasado de “premio estrella del Un, Dos, Tres” a “ciudad sin ley” donde se esconden mafiosos de todo pelaje en urbanizaciones clónicas e impenetrables para unas fuerzas de seguridad desbordadas por un urbanismo selvático. Y luego está la corrupción, que nos ha colocado en otros mapas donde ya no brilla el sol. Es una lástima que entre los personajes alicantinos más citados en los medios de comunicación aparezcan la exalcaldesa Sonia Castedo y el constructor Enrique Ortiz, mientras que otros personajes ilustres en sus áreas de conocimiento resultan opacos para la audiencia: la científica María Blasco, los escritores Matilde Asensi, Mariano Sánchez Soler o la cantante Inma Serrano, por citar solo algunos contemporáneos. Pero si no hay escándalos no se nos abren ventanas mediáticas. Eso debe de saberlo bien otro alicantino que se ha colado en el top de famosos de la “terreta”, el youtuber del “caranchoa”. A este ritmo nos vamos a convertir en un paraíso de frikis morenos, corruptos y violentos. No me extraña que uno de los objetivos de los nuevos gobernantes, municipales y autonómicos, sea desviar el foco mediático hacia otras realidades cotidianas que permanecen en la opacidad. Existe otra Alicante que no sale en las noticias pero para revertir la construcción social de un Levante feliz que se revuelca sin escrúpulos en la corrupción será necesario recurrir al “derecho al olvido”. Y todas las manos serán pocas.
@layoyoba