Resulta curioso cómo mientras el Partido Popular se desinfla en la demoscopia de las calles alejadas de Madrid, -hay vida más allá de la capital por mucho que algunos se empeñen en extrapolar todo lo que pasa en la Villa al resto de España-, algunos medios de comunicación se empeñan en seguir publicando encuestas que doran la píldora de los populares. Fue ganar Ayuso las elecciones del 4-M y Pablo Casado salió al balcón saltándose el protocolo como si hubiera sido él aquel que ganó los comicios ese martes. El trabajo ya estaba hecho, consiguiendo Madrid cada región, municipio, pedanía o incluso los inhóspitos rincones anárquicos de España pasarían a ser gobernados por el PP. Si sueñas, loterías, que diría un buen amigo.
Deberían bajar los humos y la euforia. No por ser agorero sino por simple pragmatismo. Lo que pasó en Madrid no tiene por qué ocurrir en el resto de España. Ni a nivel nacional ni en el resto de las autonomías. Se lo digo sobre todo al flamante recién elegido presidente del PP en la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón. Ha sido ser bendecido como cabeza en nuestra región y ya algunos le ponen como futuro President de la Generalitat. Optimismo que se percibía en la celebración posterior al escrutinio de las primarias, uno veía las imágenes y parecía que ya le había quitado el puesto a Ximo Puig. Al pobre hombre no le han dado tiempo ni para registrarse en InfoJobs. Ahora en serio, les irá mal como no miren la demoscopia con realismo y dosis de pragmatismo. No va a ocurrir en el resto de España lo que sucedió con Ayuso, para empezar porque ni Madrid es Valencia ni Mazón es Ayuso. Al menos de momento. Llámenme escéptico pero nuestro paisano está a años luz del fenómeno generado por la madrileña. De hecho, no entiendo la esperanza vertida en su figura, quizá la circunstancia de que sea amigo del fontanero mayor del reino Teodoro García-Egea tenga que ver. No le encuentro el carisma que dicen que tiene por ninguna parte.
¿Puede ganar las próximas elecciones autonómicas? ¿Puede hacerle la cama a Ximo Puig e imponerse como nuevo presidente de la Generalitat Valenciana? Todo depende, como decía aquella canción de Jarabe de Palo, de que Vox no presente a la poco bregada de Ana Vega y de que se zafe, -dudo que lo haga-, del populismo liberticida en el que está cayendo el PP. Desde que Ayuso arrollara en Madrid, la formación de Casado está en una ensoñación libertaria permanente en la que la libertad es lo único que se avista al horizonte. Autonomía utópica si no se tiene una concepción del bien sobre la que esté fundamentada esa emancipación. Toda libertad alejada de la moral, -que dista mucho de dicotómica por mucho que el relativismo intente hacernos creer-, no es libertad sino libertinaje, un libertinaje que puede convertirse en la tiranía de los infames.
Está muy bien decir que te gusta la libertad, ¿es qué acaso a algún español medio no le gusta? No me imagino a nadie pidiendo ser sometido voluntariamente salvo que uno sea sadomasoquista o que esté esperando la peligrosa ayuda que te hace dependiente del Estado. La estrategia acometida por el PP es de primero de política: si quieres llevarte un buen puñado de votos enarbola la libertad, aunque luego hagas lo contrario cuando hayas ganado los comicios. ¿Se acuerdan de cuando Pedro Sánchez nos dijo que él era el principal garante de esta contra el despotismo de la extrema derecha? Pues bien, ahora es él el que nos dice que no comamos carne o que compremos menos ropa. Lo mismo le pasa a Casado y, por consiguiente, a Mazón, se llenan la boca con la palabra libertad mientras su recurso ante el Tribunal Constitucional por la ley del matrimonio homosexual espera ser ejecutado. En las camas de los demás no dejamos libertad, pero, en cambio, nos entran dudas si apoyar una concentración en contra de los indultos, como ha adelantado El Confidencial. A eso me refiero cuando hablo del vínculo entre la idea del bien y la libertad, lo que inocula esa moralidad en la sociedad y pone coto al libertinaje es la justicia. No hay libertad sin justicia, y no hay justicia sin libertad. Como dijo Ronald Reagan: “La primera obligación del Gobierno es proteger a la gente, no dirigir sus vidas”, amparo que empieza dando la batalla a la injusticia.
Señor Mazón, sea valiente, no tenga complejos, no cometa el error de su jefe presumiendo de lo liberal que es enarbolando la idea de que los políticos no se tienen que meter en la vida de la gente. Si esto es así, ¿no es un poco incoherente que Pablo Casado aspire a ser presidente del Gobierno para gestionar el porvenir de los españoles y usted la de presidente de la Generalitat Valenciana para hacer lo propio? Si tan liberales son, dejen la política y salgan a la calle pidiendo que no existan legisladores que reglen nuestra sociedad.
Viva la libertad, no el libertinaje.