la película 'Polvo serán' reflexiona sobre la muerte asistida, el amor, la familia y los vínculos

Carlos Marqués-Marcet: "Hay que hacer las paces con la muerte para estar en el aquí y ahora"

7/12/2024 - 

VALÈNCIA. “Polvo somos y en polvo nos convertiremos”, y entre medias tal vez nos enamoremos, tengamos el trabajo de nuestros sueños y puede que hasta formemos una familia. Una familia con la que celebrar nuestros logros, con la que ahogar nuestras penas y con la que consultar las decisiones importantes. ¿Puede ser quitarse la vida una de ellas? Este es, en parte, uno de los dilemas que plantea Carlos Marqués-Marcet en Polvo serán, una película en la que reflexiona sobre la muerte asistida, el amor, la familia y los vínculos, con la compañía musical de María Arnal y el elenco de La Veronal.

Lo hace a través de Claudia -interpretada por Ángela Molina-, una mujer que, tras serle diagnosticada una enfermedad terminal, decide viajar a Suiza donde podrá terminar con su vida. Su marido, Favio -interpretado por Alfredo Castro- decide unirse a ella en este “viaje sin retorno”, y así sigue acompañándola tras más de cuarenta años juntos. El director visitó el fin de semana pasado València, dentro del marco del Humans Fest, como uno de los invitados de su laboratorio de creación audiovisual junto a la directora Almudena Carracedoquien también dio una clase magistral al público valenciano sobre su manera de hacer cine. En este caso Marqués-Marcet expuso en el festival lo que supone la creación de Polvo serán, una película para plantear dilemas al espectador, que juega con la música para descubrir las nuevas dimensiones de su cine y que arroja luz sobre el tema tabú de la muerte. 

-¿Por qué hablar sobre la muerte digna?
-Siento que como cineasta no me importa tanto el tema aislado, sino tomar una pista y tirar del hilo. En mi caso la historia surge a través de unos amigos que me cuentan que estaban pensando en ir a Suiza para someterse a un suicidio asistido. Les propuse hacer un taller de creación basándonos en su historia para investigar qué podía suponer ese proceso y las consecuencias a su alrededor. La película se centra en los vínculos, en el amor y en todo lo que rodea a este tema y esta toma de decisiones. 

-¿Buscas proponer un reto moral al espectador?
-De alguna forma, el espectador tiene que tomar partido porque piensa qué haría en esa situación y contempla a los personajes tomando una serie de decisiones. Me interesa abordarlo desde un ángulo humanista y no tanto temático. No se trata solamente de hacer una película sobre la muerte asistida. No es una película sobre el duelo ni sobre dejar a alguien. 

-¿Y por qué decides hacerlo en formato musical?
-A mí me ayuda a enmarcar la historia, aunque luego la gente la ve y no le parece estrictamente un musical. En el taller de creación vivíamos muchos momentos de silencios extraños, que podrían resultar hasta cómicos, y ahí siempre aparecía la música una y otra vez. En esos silencios, los actores se ponían a bailar o a cantar porque no sabían cómo poner palabras a lo que estaba sucediendo. Cuando nos ponemos nerviosos recurrimos al arte para que nos dé la respuesta -a veces el cine, y otras la música- que es capaz de comunicar con las cosas más abstractas.

-¿Cómo relacionas la música con la muerte?
-Me di cuenta de que en los documentales sobre la muerte asistida la música siempre está presente. Muchos piden hacerlo con música, porque es algo que está muy presente en su recuerdo y en los momentos de su vida. Si lo piensas todo en la vida gira alrededor de qué música vas a poner, hasta en un funeral es de lo más importante.

-¿En qué momento entran Marcos Morau y La Veronal en el proyecto?
-Estos últimos cinco años he estado muy conectado con las artes escénicas y siento que ese contacto me ha transformado a mí también. Pensé en alguien que fuera capaz de hacer esto y me vino a la mente La Veronal. Tienen una danza con un movimiento muy diferente a los demás y me gusta ese contraste y el acercamiento a la extrañeza. También tienen un humor raro y creí que podía funcionar bien a la película y para el tono que estábamos buscando… y también porque son increíbles. 

-¿Qué supone seguir con la cámara el estilo de baile de La Veronal?, ¿cómo ha sido el proceso creativo en común?
-Están superando un poco “la kova” y se están centrando en una danza más gestual, miran hacia nuevos horizontes. Respecto al proceso, cuando quedé con las bailarinas y los bailarines les dije que el reto de la película era intentar restaurar la sensación que uno tiene cuando les ve en directo, que te deja el cuerpo “en caos”. Para grabar las escenas de baile y dotarlo de fuerza pensamos en alternar las escenas de baile con cortes que tengan un sentido emocional. Aprovechamos las herramientas del cine para jugar con una magia que no puede hacerse en directo. 

-¿Ángela Molina fue la primera opción?, ¿qué perfil buscabais en un papel tan potente y exigente?
-La película la íbamos a hacer con los amigos que me inspiraron a contar esta historia, pero por problemas de salud no lo pudieron hacer. Ellos fueron los que me propusieron que llamara a Ángela y yo sentí que había algo de ese personaje que estaba hecho a su medida. 

-La película habla también de cómo las personas cercanas afrontan la muerte, ¿cómo hicisteis ese discernimiento crítico con cada una de las posiciones?
-Para mí era muy importante hacer la película y no juzgar nada de lo que estábamos haciendo. Nuestro objetivo es que el espectador salga confrontado y que tenga que tomar partido en la historia. En la película, los hijos van reposicionándose según su historia, lo que han vivido y lo que han sentido. Para nosotros esa parte fue espacio para una mirada hacia afuera que cambia completamente el sentido de las cosas. 

-Al haber trabajado tan de cerca con este tema, ¿cuál es tu visión actual sobre la muerte?
-Hacemos un melón muy grande de la muerte y no es para tanto. A todos nos va a pasar.  Es muy duro si pasa de forma violenta o inesperada y es muy dolorosa la muerte del otro. La complejidad de la muerte es verla en los demás. Cuando lees historias de experiencias cercanas a la muerte, descubres que esa gente cambia su vida por completo, dejan sus trabajos y transforman su vida casi por completo. Cuidan más sus círculos y buscan algo que tenga sentido para ellos. Hay que hacer las paces con la muerte para vivir el aquí y el ahora. 

-¿Puede Polvo Serán reconciliar al espectador?
-El espectador se puede acoger al relato de muchas formas y es bonito ver que cada uno ve cosas diferentes. Lo importante es que los espectadores salgan hablando de las salas. Las películas y la música comunican cosas que son difíciles de poner en palabras y gracias a ellas podemos hablar, relacionarnos y crear vínculos. Nuestro objetivo es que la gente vaya a las salas y se abra al cine. Si hablamos de este tema, de la gente que quiere acabar con su vida, podemos romper el tabú de la muerte y creo que podrían evitarse muchos suicidios violentos e inesperados. 

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