Narra Cervantes en el pasaje del Quijote conocido como "las bodas de Camacho" que cuando Camacho el rico estaba a punto de casarse con Quiteria, se presentó Basilio el pobre en la ceremonia, se declaró profundamente enamorado de Quiteria y, ante todos, se clavó un estoque en el vientre. Agonizante, tuvo tiempo de decir unas últimas palabras —que parecieron demasiadas a un suspicaz Sancho Panza: "Para estar tan herido este mancebo, mucho habla"—, con las que pidió la mano de su amada como última voluntad antes de morir. Respaldado por Don Quijote, que vio la cosa "muy justa y puesta en razón", Camacho y el cura accedieron, y también lo hizo Quiteria. Fue bendecir el sacerdote el rápido casamiento, y Basilio, "con presta ligereza se levantó en pie, y con no vista desenvoltura se sacó el estoque", que había hecho pasar por un cañón hueco de hierro lleno de sangre. Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos dellos, más simples que curiosos, en altas voces comenzaron a decir: "¡Milagro, milagro!". Pero Basilio replicó: "¡No milagro, milagro, sino industria, industria!".
Y aunque el cura y Camacho, burlados y escarnecidos, trataron de dar por inválido el matrimonio, Quiteria lo ratificó, dando muestras de que había participado en el engaño. Fue Don Quijote, tras ver cómo desenvainaban espadas a uno y otro lado, quien zanjó la disputa con estas palabras: "Teneos, señores, teneos, que no es razón toméis venganza de los agravios que el amor nos hace, y advertid que el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada".
Para industria, la de Pedro Sánchez en la política española, convertida en una competición de trucos y aspavientos con los que unos y otros tratan de ocupar portadas, impactos en redes sociales y minutos de tertulias políticas. En definitiva, de marcar la agenda informativa. Si vienen elecciones, y últimamente vienen muy seguidas, esto es un no parar.
Si bien tiene ventaja por ser presidente del Gobierno, no se puede negar que Sánchez ha demostrado tener un abanico de ardides y estratagemas a la altura de Basilio, hasta el punto de que empieza a ser esclavo de las expectativas que él mismo ha creado. Metidos de lleno en la campaña del 9J, casi olvidados los entremeses que nos ha representado en las últimas semanas —el amago de dimisión, la teatral indignación con Milei...—, Sánchez está obligado a no defraudar a supporters, haters y analistas que esperan una nueva sorpresa para obrar el milagro —¡industria, industria!— de hacer ganar las elecciones del 9J al PSOE.
A su lado, Núñez Feijóo parece un actor aficionado con más suerte que industria. En las autonómicas y municipales de 2023 se encontró con el regalo de Bildu, que metió en sus listas a asesinos como si fuera la cosa más normal del mundo, circunstancia que el PP supo rentabilizar con aquel "¡que te vote Txapote!" proveniente no de la sala de máquinas del partido sino del ingenio de la calle. También en las últimas convocatorias ha tenido la suerte de poder echar mano primero del caso Koldo y luego de lo de Begoña Gómez.
Donde no hay milagro ni industria que pueda salvar al PSOE es en la Comunitat Valenciana. De modo más calculado que Sánchez, que es más de improvisar, Carlos Mazón ha preparado para el 9J una función que seguramente ocupará toda la campaña, cosa nada fácil en un circo con tanta y tan variada oferta. Aquí se va a hablar del agua.
Si la cabeza de lista del PSOE a las elecciones europeas fuese María Jesús Montero, el drama giraría en torno a la financiación autonómica, que inexplicablemente ha caído varios puestos en la agenda de agravios. Y si fuera Óscar Puente el candidato, la campaña valenciana estaría centrada en el Corredor Mediterráneo, el paso a nivel de Alfafar o el soterramiento de las vías en Serrería que reclama Catalá.
Pero como la candidata es la vicepresidenta y ministra del agua Teresa Ribera, vamos a tener tres semanas de honda preocupación por la Albufera de Valencia y de batalla por el Tajo-Segura, menú aderezado con un conflicto por los puntos negros de nuestras costas. Es lo que tiene ser ministra de Transición Ecológica, que la lista de cosas por hacer es tan larga como la de Bienestar Social. Y encima hace campaña con Zapatero, el que se cargó el Trasvase del Ebro.
No seré yo quien defienda a la ministra y a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), que son corresponsables, junto a la Generalitat valenciana, del estado en que se encuentra la Albufera desde hace años. Solo reseñar que la tormenta en un vaso de agua que Mazón ha desatado se produce tres meses después de una cordial rueda de prensa de él mismo con Ribera en la que se comprometieron a trabajar conjuntamente a través de los técnicos de ambas administraciones en "un plan de emergencia y una calendarización", para que llegaran "los 10 hectómetros cúbicos" que le faltaban al lago, según señaló nuestro presidente, que ahora dice que son 18. También pactaron reunirse "periódicamente" para evaluar los progresos, aunque no establecieron una frecuencia, en plan "ya quedamos un día".
Mazón es buen actor, pero cabe preguntarse si sobreactuaba entonces o lo hace ahora, indignadísimo por una degradación de la Albufera que viene de lejos y se aprecia más cuando hay sequía. ¿Qué han hecho ambas administraciones en estos tres meses? ¿Se han reunido para avanzar en el plan de emergencias y en la calendarización?
La CHJ asegura que ha llegado más agua de la prevista "al parque natural" y la Generalitat dice que no ha llegado al lago. Y resulta que no hay forma de comprobarlo porque ni siquiera se ponen de acuerdo en cómo interpretar lo que dice al respecto el Plan Hidrológico. En cualquier caso, parece más una cuestión técnica que política, como lo es la apertura de compuertas para desaguar el lago que tanto irrita a los bañistas de El Perellonet.
Si preguntas a los regantes del entorno de la Albufera, que no se han sumado a la campaña política a pesar de la llamada de Mazón a la "unidad de acción", se muestran prudentes porque son conscientes de que el agua es un recurso muy limitado en las cuencas del Júcar y el Turia; que este año vienen restricciones si no llueve antes del verano, y que si abres el grifo de Tous para darle más agua al lago, como parece estar pidiendo Mazón, igual luego no queda para ellos.
Coinciden con los expertos en que la mejor manera de que llegue más agua a la Albufera es, además de que llueva, acometer obras que hace muchos años que deberían estar realizadas. Sobre todo, que se acabe la modernización de los regadíos de la Acequia Real del Júcar, que asegurará al lago 25 hectómetros cúbicos adicionales, obras responsabilidad de ambas administraciones que 'solo' llevan un retraso de 15 años.
Pero todo eso da igual. La guerra del agua le dio a Camps la mayor victoria en unas elecciones autonómicas y, aunque las circunstancias son distintas, se la dará al PP el 9J en la Comunitat Valenciana en unas elecciones que, por si alguien no lo recuerda, son europeas.