VALÈNCIA. Rosa Graceli Salgado, Gabriela Peñalba, María Teresa Alcocer, Mercedes Alonso, Petra Rodríguez García… son solo algunos de los nombres de las montadoras españolas que estuvieron en activo en los años 60. Mujeres trabajadoras en una industria mayoritaria masculina, nombres invisibilizados y con un oficio que se asemejaba más a algo artesanal.
La periodista e investigadora valenciana Paula Blanquer rescata ahora su historia a través de su trabajo en el que investiga sobre las Montadoras pioneras en el Estado Español en la década de los 60, tutorizado por el historiador y productor de cine español Josetxo Cerdán Los Arcos, también director de la Filmoteca Española hasta el 2023. Un trabajo en el que Blaquer “rellenar el hueco histórico” sobre las montadoras en la década de los 60 y que busca ampliar el listado y seguir la labor de quienes trabajaron en los 50, una investigación ya realizada por el Instituto de Cine.
Motivada por descubrir su historia y sus nombres, Blanquer comienza a investigar sobre aquellas mujeres que trabajaron en la década de los 60 y que generalmente trabajaban con pseudónimo y hacían un poco de todo: “Me interesa rescatar los nombres olvidados y poder abordar este trabajo con perspectiva de género. Intentó dar cara y voz a las mujeres que trabajaron en los años 60 y contrastar datos para generar un archivo con el que seguir su trabajo”. Centrándose en su trabajo como investigadora, Blanquer comenzó a contrastar datos de la base del El Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) para poder generar unas tablas y anuarios en las que resaltar su trabajo. Nombres como el de Rosa Graceli Salgado o el de Teresa Alcocer eran los que más aparecían en un momento en el que las montadoras suponían un tercio de la industria cinematográfica española.
“Resulta llamativo, pero un tercio de la industria eran mujeres. La labor de la montadora se comprendía casi como la de una artesana, ellas eran como las costureras del cine y poco a poco se les fue reconociendo como montadoras”, apunta la investigadora. Tal y como contempla en su trabajo, estas trabajadoras llegaban al cargo de montadoras a través de una escala que comenzaba desde la figura del meritorio hasta la del auxiliar, llegando finalmente a la de la montadora: “El de las montadoras estaba considerado como el trabajo “sucio” de la industria del cine, era una industria muy feminizada. Eran más bien consideradas como las costureras de las historias y las películas”.
Con ello, las montadoras suponían un 33% en la industria del cine, llegando a participar en el equipo de un tercio de las películas de los años 60, cuyo número oscilaba entre unas 1130. El problema, tal y como lo destaca Blanquer, es que aunque el número se triplica en comparación con los años 50, aún se seguía desmereciendo su trabajo. “Que hubiera más trabajo para las montadoras no significa que cobraran más o que tuvieran mejores condiciones, ellas se siguen viendo como ayudantes que tienen que ir ascendiendo en la escala mientras que a los hombres no se les hace pasar por ese trámite -apunta Blanquer- las cineastas tuvieron que mostrar su valor en estructuras que confiaban generalmente en el trabajo de los hombres”.
Recurriendo a entrevistas y figuras como la de Graceli Salgado explica que la profesión del montaje siempre se equipara a la de las costureras de historias y muchas veces se invisibiliza de cara al público. “Las montadoras solían trabajar bajo pseudónimo o por bloques, mientras que tienen que trabajar en una España que lucha por la etiqueta de mostrarse como “diferente” en la época del franquismo”. Es por ello que sus nombres no suelen ir ligados a obras “libres” ni en las que se hable sobre el feminismo: “Los años 60 son un momento en el que no existe una libertad en el relato y en la que trabajan bajo la institución franquista. Estaban discriminadas, en grupos vulnerables y tenían que superar una escala laboral para llegar a la categoría de montadoras”, explica Blanquer.
“Resulta difícil encontrar sus nombres porque trabajaban bajo pseudónimos o en grandes grupos en los que quedaban camufladas, pero aun así consiguen hacerse un hueco entre la profesión”. Incluyendo su visión dentro de los relatos, Blanquer destaca que las montadoras consiguieron, de alguna forma, mostrar su mirada a través de las cintas y de su trabajo. Gracias al etalonaje y a los procesos de producción pudieron mostrar quienes eran y su labor dentro de un cine que no les permitía ser del todo libres.
“Nos centramos en una industria que ha ido adquiriendo poco a poco más valor y reconocimiento, pero parimos de esas mujeres que vivían en una situación precaria frente a los hombres y que no eran reconocidas como merecían”. Aun así consiguieron desplegar su arte, esquivar a la censura y llegar hasta la actualidad con trabajos que huyen de los estereotipos y que cuentan con mujeres en su equipo. Aquellas que más que las costureras del cine eran también las creadoras de historias.