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'Breathtaking', la serie británica sobre la covid-19: difícil de creer, pero es lo que vivimos

La cadena británica ITV ha emitido una serie sobre el covid que es la adaptación del libro que escribió Rachel Clarke, médica de cuidados paliativos, sobre su experiencia en un hospital durante la pandemia. La serie no tiene piedad con los errores políticos que se cometieron y denuncia especialmente a los mandos intermedios que obligaban a cumplir órdenes sin cuestionárselas, independientemente de los hechos que tenían delante de las narices

22/06/2024 - 

VALÈNCIA. Dos productos audiovisuales he visto sobre la covid-19. El primero fue una comedia en enero del 21, Pandemonium. Producida por la BBC como especial de Navidad, me pareció que estaba bien, tampoco era extremadamente cruel, como suelen acostumbrar las comedias negras británicas, pero tenía puntos años luz de lo que hay por estos pagos. Lo trágico era que esa Navidad fue especialmente cruel en Reino Unido, la segunda oleada les dejó tiesos. 

De ese detalle, probablemente, me enteré en su día, pero se me había olvidado. Ha sido viendo la serie Breathtaking, donde inciden especialmente en las reuniones en esas fechas, que en principio fueron permitidas por el gobierno como un plan llamado “burbuja navideña”.

Esa es la parte más interesante de la serie, los errores políticos. No solo por lo trágicos que fueron, al fin y al cabo, nadie estaba preparado para lo que sucedió, sino por la forma de cometerlos. Con cadenas de mando inflexibles y mandos intermedios más tozudos que un chusquero de Ivà. 

Es algo con lo que no puedo evitar esbozar cierta sonrisa de tristeza. Aquí fue muy parecido, al menos a nivel mediático. Ignoro lo que pasaron dentro de los hospitales, pero aquí el virus se politizó desde muy pronto. No sé si fue porque Colau perdió el Mobile por la pandemia y tocó el silbato de decir que era una exageración esa forma de proceder. A partir de ahí, el virus era de extrema derecha, promovían el miedo para cerrar fronteras a los inmigrantes y refugiados y todo era una treta porque, en realidad, era como una gripe. 

Pobre la conciencia de los periodistas que repitieron esto por televisión sin haber contrastado nada o haber optado por callarse ante la duda de no saber bien de lo que se habla, aunque de profesión fuesen todólogos. No hacía falta ser profesional de la comunicación para ver por dónde iban los tiros, cualquier persona con redes podía ver que mientras se repetía “es solo una gripe” en Italia ya estaban decidiendo quién iba a las UCI. Recuerdo también el “si vienes de una zona de riesgo y no tienes síntomas, haz vida normal”, aunque nadie sabía nada de los asintómaticos en ese momento. 

Mientras, en Inglaterra también tenían órdenes contradictorias. En la serie solo dan tratamiento de enfermos de covid-19 a los que tienen antecedentes de viajes. Cuando los médicos se dan cuenta de que empieza a ser la población general la afectada, al mando intermedio de turno no le baja de la burra de que son “órdenes de arriba” ni la mismísima realidad. Hay una escena especialmente dura en ese sentido, cuando a un médico se le niega una mascarilla para atender a un paciente con síntomas claros de covid porque, al no haber venido del extranjero, se consideraba oficialmente que no podía tener la enfermedad. 

La escasez de equipos de protección y sus consecuencias, como que hubo pacientes en parada a los que no se reanimaba, también resulta especialmente dramática. Las enfermeras y personal del hospital que se viste con bolsas de basura, como pasó aquí, también tienen unas escenas que traen recuerdos muy amargos. 

Da pánico ver cómo al principio las mascarillas FFP3 no tienen ancho para las mujeres y cómo le recomiendan a la doctora que se compre una en Amazon, que en ese momento, a un par de semanas del confinamiento, costaban 300 libras. A la vez, por televisión, los políticos echan balones fuera. Dicen que sí que hay equipos de protección de sobra, pero que tal vez haya “entregas diferenciadas”. Es como si hubieran hecho un The thick of it indirecto sobre este periodo. 

Al margen de estos episodios con la administración como actor principal, el resto del protagonismo se lo lleva la muerte. La serie es una sucesión de muertes. Ya sabemos cómo fueron, agónicas, asfixiándose, y en la soledad del hospital. Sin poder tener cerca a sus familiares o seres queridos ni despedirse de ellos. 

Son demasiadas, incluso para una serie de terror serían muchas, pero Breathtakin no es ese género, esto es la adaptación de un libro de Rachel Clarke, médica de cuidados paliativos, unas memorias. Hechos reales. Aunque para no citar nombres ni casos médicos que ocurrieron de verdad, lo que se ha hecho es sintetizar lo que ocurre en la obra en las vivencias de un equipo de urgencias de un hospital. 


Otro hilo narrativo es el de la gente que se cree los bulos de Facebook y piensa que el virus no existe. El personal médico se tiene que comer a manifestantes a la puerta del hospital escupiéndoles al grito de que el virus es una farsa. Aquí se nota especial dolor con las vivencias, y se ve que la autora del libro de memorias cargó las tintas. La pandemia pudo ser impredecible, pero aún más inesperado es que hubiera tantos sectores de la población que no se la creyeran. 

Otro de los puntos fuertes es que la serie está escrita por tres médicos, uno de ellos, Jed Mercurio, con amplia experiencia como guionista. El personaje de Abby, que encarna a la autora del libro, decide romper la omertá que reina en el NHS y denuncia. El mando intermedio de turno, le advierte: “el NHS se come vivos a los denunciantes, no vayas”. Nada más salir del estudio de radio, recibe la llamadita. Sin embargo, los que aseguraban que todo estaba bajo control cuando no lo estaba no recibieron ninguna. O solo una: Esta serie. Parece que ya hemos superado todo lo que fue la pandemia, pero no. Duele verla. 

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