Tenemos ya resultados electorales. Están más que analizados. Quizás, en todo caso, habría que detenerse en porqué se ha llegado a ellos y lo que se está cociendo para el 15 de junio, el día de la tercera vuelta, en la que se decidirán las alcaldías que están en el aire, que son unas cuantas. Y la presidencia de la Diputación de Alicante, pese a que muchos lo den por decidido. Pero todo esto dejan unas conclusiones, parciales, a la espera del resultado final, pero sólidas en lo sucedido en el último mes.
Lo dijo Antonio Alaminos en la entrevista de la Revista Plaza. Quedarán dos partidos grandes, y dos pequeños a cada lado. Eso ha quedado meridianamente claro: por este orden, PSOE y PP vuelven a tener la mayoría del poder municipal, y a su vera quedan cuatro partidos, que posiblemente serán dos, si no cambian algunas tendencias. Lo de Vox camino de ser una anécdota. Tras el 28A y el 26M, entramos en una especie de pax romana, que sólo la política catalana puede perturbar.
El adelanto electoral propiciado por Ximo Puig buscaba lo que ha conseguido: convertir al PSPV-PSOE en la primera fuerza política de la Comunitat Valenciana, y de la provincia de Alicante. Además, pretendía arrinconar y desgastar a Compromís, y a Mónica Oltra, su principal amenaza para Presidencia. Utilizó el poco impulso que le quedaba a Podemos para un nuevo Botànic. El PSOE siguió tirando en las municipales, y de ahí victorias holgadas en la mayoría de los municipios, pero Compromís y Podemos no le han acompañado esta vez, lo que ha provocado, por ejemplo, que en Alicante no dé la suma de la izquierda. De acuerdo con la tendencia, el PSOE puede obtener más rédito electoral con otro candidato. Paco Sanguino aportó frescura, algún despiste, pero pocos votos. Es fácil decirlo a toro pasado, pero tampoco no había mucho que elegir tras el no de Manuel Palomar. Los resultados son los que son: insuficientes en Alicante; buenos en el resto de la provincia. Tampoco hace falta Ximo Puig que se rebaje tanto, o que rebaje tanto las instituciones, para regalar presidencias. Los pactos se hacen por objetivos.
Ni César Sánchez ni Pablo Ruz. El hombre fuerte del PP en la provincia de Alicante es Luis Barcala. Por 2.400 votos ha logrado la diferencia suficiente para alzarse como vencedor electoral de la noche. El 15 de junio a las 13:30 que celebre lo otro. De momento cautela. El acogimiento de Carlos Mazón en la lista electoral de Alicante le convierte en el verdadero barón del PP, quien tiene manos libres para actuar y no depende de Isabel Bonig ni José Císcar. Es de los pocos que tiene línea directa con Génova. Ha demostrado conocimiento de la ciudad, ha sabido engrasar la maquinaria local, pero no que descuide su espalda: el partido sigue teniendo vicios del pasado que pueden explotar en cualquier momento. Los métodos de antes le han salvado, pero no le valdrán para el futuro. Hay determinados mensajes -que me temo que volverán- que no servirán para las nuevas generaciones.
Aunque ha presentado más listas electorales, finalmente se ha demostrado que Ciudadanos sigue siendo un partido vertical, donde las bases apenas tienen nada que decir. Se ha demostrado en Alcoy, Villena, Torrevieja o Elche. Ahora bien, la formación naranja conserva poder de decisión: aunque todo el mundo da por hecho el pacto en Alicante y en la Diputación, todavía está a tiempo de demostrar que son opción de gobierno. Entre la Diputación y el Ayuntamiento, no hay color: el primero es la televisión en blanco y negro, el segundo el 5G. Sólo Mari Carmen Sánchez tiene esa opción si es capaz de convencer a su partido. Y lo mismo serviría para la institución provincial: se puede respetar la lista más votada o dar los votos a cambio de sillones, pero si Ciudadanos ha sido útil siempre que ha servido para regenerar. Tiene otra oportunidad, no como la de 2015, que fue un que !se besen, que se besen¡ que quedó en papel mojado y sin apenas cambios en la gestión. Es verdad que en Ciudadanos ya no mandan los mismos, pero deberían hacérselo ver.
Compromís, Podemos y Esquerra Unida deberán analizar en un futuro que quieren ser de mayores. Con un PSOE fuerte lo tienen mal, y si no hay casos de corrupción del enemigo, peor. Deben establecer líneas mínimas de coordinación para sacar rédito a sus resultados: quizás la coalición A la valenciana fue el ejemplo, pero no es fácil reeditarlo. Hay muchas diferencias, sobre todo, si se trata de generaciones más veteranas. Las dos citas electorales han demostrado que cada uno tiene fortalezas y debilidades en cada campo. En algún momento, lo tendrán que repensar si los liderazgos comienzan a flaquear.
Sus razones tendrá para no seguir en la política local, pero extraña mucho que el joven político de Calp haya malgastado la oportunidad de convertirse en un verdadero barón del partido. Y que no haya aprovechado la plataforma que fue la Diputación de Alicante para generar territorio y pugnar por aspiraciones mayores, bien ahora, bien en tiempos más propicios. Se va como llegó: de forma inesperada. Si quiso ser un presidente diferente, no lo consiguió. Fue un bon xic de Calp, con una facilidad pasmosa para estar en el momento y el lugar justo, que salió vivo de muchas situaciones embarazosas, pero que hasta el momento no ha sabido generar un proyecto colectivo de personas en torno a su liderazgo.
Queda la tercera vuelta de este ciclo electoral. Las toma de posesión de los alcaldes suelen ser como las elecciones: dan sorpresas y generan reequilibrios. Creo que quedan cosas por ver.