ALICANTE. Dos recorridos de vida convergen en un punto y, curiosamente, coinciden en más de uno en su particular manera de ver, sentir y habitar el mundo. A través de su obra, tanto Chemi Galiano como Marina Martínez Contreras, hablan de aquello que les pulsa dentro y que no pueden callar: cuestiones de género, la situación de desigualdad y opresión que todavía hoy sufren muchas niñas y mujeres, desequilibrios e injusticias sociales… Ásperos asuntos que, a pesar de su dureza, son tratados por ambos artistas desde un ángulo positivo, tratando de sacar a flote las fortalezas y la capacidad de resiliencia de las personas. Biografías en óxido y pintura se expone en el Museo del Calzado, del 22 de enero al 31 de marzo.
Chemi y Marina, mediante la escultura y la pintura, respectivamente (y cada cual desde su singular forma de expresión), se aferran a un hilo de esperanza que se trasluce a través de la inconsciente búsqueda de armonía y de belleza que reflejan sus creaciones. Cabe decir, que el sueño de ambos artistas de un mundo más justo, no se queda en una simple fantasía ni termina con la concepción de la obra; tanto Chemi como Marina trabajan cara a cara con las personas a través de las infinitas posibilidades que ofrece el arte, con la firme intención de transmitir un poco de luz a quienes lo necesitan y de aportar su granito de arena en pro de la igualdad que acoja la diversidad.
Chemi Galiano, de origen madrileño, afincado en Alicante desde hace 17 años, es oficial de carpintería metálica y activista social. Su parte creativa despertó al fusionar su experiencia en el trabajo con el metal, con su parte más social en proyectos de intervención con personas en riesgo de exclusión. Su alma inquieta y visión de hacer del mundo un lugar mejor, le ha llevado a experimentar diferentes caminos catalizadores para lanzar ese mensaje, siempre basado en la acción y la práctica.
Entre esos caminos, uno de ellos fue el del Arte, con la creación de esculturas de metal reciclado que denunciasen de manera contundente las injusticias que sufren muchas personas y, sobre todo, las más vulnerables en diferentes rincones en el mundo. Su obra tosca, dura, llena de cortes, quemaduras de la soldadura, óxido que dejó su marca por el paso del tiempo, fría al tacto debido al metal, trasciende de lo inerte dando vida a seres, hombres, y en especial mujeres, que interpretan con sensibilidad, la dramática situación que les tiene aislados en el tiempo de una conciencia de una humanidad dormida y en mucho casos indiferente al dolor de otros/as.
Desde hace seis años las creaciones artísticas de Chemi Galiano caminan por museos, galerías de ámbito nacional e internacional, contando con más de 70 exposiciones y, a su vez, trabajando y creando proyectos de Innovación Social para diferentes fundaciones, asociaciones de ámbito social y docencia en centros educativos y Universidades.
Marina Martínez Contreras, nacida en Alicante (1974), es Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia y Máster en Arteterapia y Mediación Plástica por la Universidad de Murcia. Quien fue una “niña muy movida y creativa”, según cuenta su madre, comenzó a manifestar un placer y una necesidad por expresarse artísticamente desde temprana edad, dotes que, reconocidas y alentada por su familia y por sus maestros/as, la impulsaron a comenzar su formación en artes plásticas y visuales a los dieciséis años.
Como sucede con la gran mayoría de las/os creadoras/es, la trayectoria artística de Marina camina de la mano a su propia vida. Su obra, de rasgos autobiográficos, viene motivada por las formas orgánicas de la figura femenina, con la que se identifica y que, alejada de todo estereotipo, y dada su plasticidad, su versatilidad, dinamismo y las múltiples posibilidades expresivas que ésta ofrece, se convierte en una fuente de inspiración inagotable.
La artista, interesada en la capacidad de adaptación y superación del ser humano, y especialmente de las mujeres a lo largo de los tiempos, representa el cuerpo, no solo como un envolvente estético, sino como un continente capaz de sentir y de auto-protegerse, y que es a su vez portador y transmisor de emociones. Así, aun partiendo de lo individual, Marina llega a tocar aspectos de lo colectivo, dejando entrever su preocupación por aquellas cuestiones de género que social, cultural y generacionalmente han afectado y afectan aún hoy a las mujeres.
Sus obras se gestan a partir de vivencias, impresiones e incluso de simples percepciones que cautivan su atención y que, por uno u otro motivo la han marcado o han cobrado un sentido para ella. Así, se pueden distinguir varias etapas en su recorrido, de las que esta muestra recoge algunas pinceladas:
Una primera fase, más oscura y reflexiva, a través de la cual –tras su formación académica- la artista toma conciencia de la fuerza de las artes como medio de expresión, y de su papel primordial -no como copia ni reflejo externo de una realidad aparente-, sino como potente medio para significar experiencias y emociones, e incluso para re-significar la propia historia. En dicha etapa podemos encontrar diversas figuras femeninas en posición de introversión, casi fetal, que ponen de manifiesto el conflicto interno entre la necesidad de contar y de silenciar al tiempo aquello que le es más íntimo. Estos cuerpos de mujer que podríamos definir como “cerrados” –aunque atravesados por el peso del perfil de la ciudad y de su día a día-, se muestran plegados sobre sí y envueltos por un fondo indefinido de densos tonos sombríos, pudiendo parecer que emiten un agudo grito callado.
Un hecho cuya influencia sería decisiva a la hora de ampliar su visión del mundo al conocer otras realidades y que marcaría un cambio radical en su paleta de pintora -pasando del profundo claroscuro a intensos y vibrantes colores- será su estancia en México. Esta nueva etapa se verá definida por tonos saturados que, junto a formas más dinámicas y abiertas, suscitan un “despertar”, una nueva concepción donde las protagonistas de sus obras cobran otra actitud ante la vida, dejando atrás la inmovilidad para pasar a ocupar una posición más activa y en mayor sintonía con el entorno y consigo mismas.
Así, podemos ver como aquellas primeras pinturas de tonos pardos y opacos se traducen a colores luminosos, donde se conjugan las degradaciones sutiles que encarnan los volúmenes de los cuerpos mediante la figuración, en contraste con las tintas planas que inundan los fondos y que vienen a representar, por medio de la abstracción, aquello que no tiene forma definida por ser intangible o, como decía Antoine de Saint-Exupéry (1943), “invisible a los ojos”: los sentimientos, los deseos, las ilusiones, los sueños...
Del mismo modo, las siluetas femeninas de haz oculto, a partir de este momento, comienzan a descubrir su rostro para desvelarnos el de la propia artista quien, a través del autorretrato, encuentra una posibilidad para hablar en primera persona y para poder tratar desde sí misma de temas tan complejos como lo es la vivencia de las emociones, con ánimo de trascender desde lo personal a lo universal para referirse a lo que nos afecta, nos identifica y asemeja como seres humanos.
Por último, podemos distinguir una tercera etapa originada de nuevo por un viaje y el descubrimiento de una nueva tierra: Marruecos. El intercambio cultural entre quienes se dan encuentro para participar en festivales artísticos internacionales; la curiosidad y el deseo de la artista por aprender, y por enriquecerse a través de las posibles diferencias y de hallar en las raíces históricas aquello que nos aproxima; la importancia que tiene para ella la palabra y su fascinación por las lenguas desconocidas y por sus lenguajes, llevan a Marina a indagar en la práctica de nuevas formas de expresión. Así, su obra se vuelve más espontánea, más orgánica, de líneas y formas más abiertas, más matérica, donde a caballo entre collage y pintura, incorpora con frecuencia elementos de la Naturaleza con la que se siente íntimamente vinculada. Las protagonistas de sus obras se muestran ahora más libres, más presentes, más seguras de sí mismas, más vitales y dispuestas a vivir con plenitud.
Marina Martínez, quien durante más de diez años ha ejercido como profesora de Artes Plásticas y Visuales en diversos Centros de Educación Secundaria de la Comunidad Valenciana, así como en Ciudad de México y, posteriormente, en Escuelas de Arte y Superior de Diseño de Madrid, combina hoy su proceso artístico con su trabajo como Maestra del Taller Artístico Polivalente del Centro de Orientación Socio-Laboral y Clínica “El Molinet” de Monóvar, que acoge a personas con diversidad funcional. Al mismo tiempo, la artista desempeña también su labor como Arteterapeuta, acompañando a diversos colectivos en situación de marginalidad o riesgo de exclusión social (menores con dificultades madurativas, personas migrantes, etc.), y a toda aquella persona que desee transitar y desplegar su propio proceso de desarrollo personal a través de la creatividad.
Marina forma parte de la Asociación Profesional de Arteterapia de la Región de Murcia, donde participa de manera activa, además de haber colaborado durante años como voluntaria en la ONG Teléfono de la Esperanza de Alicante, y en la ONGD: Proyecto Cultura y Solidaridad, desarrollando proyectos multidisciplinares que comprenden aspectos creativos, terapéuticos y de aprendizaje; utilizando el arte como herramienta de expresión, de indagación personal y de reflexión. Lejos de ser un mero resultado u objeto decorativo, Marina entiende el arte como un poderoso proceso de transformación que va más allá de las barreras sociales y culturales.