ALICANTE. El Informe DELORS, aprobado en la cumbre de Madrid de junio de 1989, incorpora las medidas propuestas por un comité de expertos en política monetaria, formado por los Gobernadores de los Bancos Centrales de los países miembros de la entonces denominada Comunidad Europea, con el objetivo final de alcanzar la Unión Económica y Monetaria en el espacio europeo en tres etapas.
El 7 de febrero de 1992, con la firma del Tratado de Maastricht, se crea la Unión Europea y se añade a los tratados fundacionales un nuevo capítulo dedicado a la Política Económica y Monetaria.
El 1 de enero de 1999 se formaliza definitivamente la Unión Económica y Monetaria (UEM) a la que acceden aquellos países que en la fecha cumplieron los criterios de convergencia establecidos en ese momento, relacionados con inflación, déficit, tipo de cambio y tipos de interés. Los países que accedieron inicialmente a la Unión Económica y Monetaria fueron 11, entre los que se encontraba España, siendo el hito más relevante de la misma la creación de la moneda EURO como moneda común de todos sus países miembros en sustitución de las monedas nacionales.
Durante los 3 primeros años el EURO sólo se utilizó como moneda a efectos contables y para realizar pagos electrónicos y no fue hasta el 1 de enero de 2002 cuando se pusieron en circulación las monedas y billetes. En la actualidad forman parte de la Unión Económica y Monetaria 19 países sobre un total de 27, manteniendo sus monedas nacionales solamente Bulgaria, Croacia, Dinamarca, Hungría, Polonia, República Checa, Rumanía y Suecia.
La incorporación de España a la recién creada Unión Económica y Monetaria, además de permitirnos compartir un mismo mercado y una misma moneda, también supuso la aceptación de una política monetaria única, responsabilidad que recayó en el Banco Central Europeo a través de su Consejo de Gobierno del que forman parte los gobernadores de los Bancos Centrales de la zona Euro. En la práctica este hecho supone para las políticas económicas nacionales la pérdida del tipo de cambio como instrumento de ajuste ante un deterioro de la competitividad frente al exterior y la imposibilidad de actuar sobre los tipos de interés nacionales.
La principal tarea del Banco Central Europeo es mantener la estabilidad de precios de forma que no se produzcan subidas de manera significativa (inflación) ni bajadas durante largos periodos de tiempo (deflación). Largos periodos de inflación o deflación excesiva tienen efectos negativos sobre la economía, mientras que la estabilidad de precios ayuda al crecimiento, protege el empleo y mantiene el valor del dinero en el tiempo.
La estabilidad de precios tiene una definición cuantitativa que se cifra en un objetivo de inflación del 2 % a medio plazo, medida por el Índice Armonizado de Precios al Consumo, IAPC por sus siglas en inglés, y para conseguirlo actúa sobre el conjunto de tipos de interés oficiales mediante operaciones de mercado abierto, las facilidades permanentes y los requerimientos de reservas mínimas.
En la práctica podemos distinguir tres tipos de interés oficiales al hablar del Banco Central Europeo. El primero de ellos, el tipo de interés de las operaciones principales de financiación, determina el coste que deben pagar las entidades de crédito al BCE para obtener financiación a una semana. El segundo de ellos es el tipo de interés de la facilidad de depósito que determina la retribución que perciben las entidades de crédito por sus depósitos a un día en el BCE. Por último el tipo de interés de la facilidad marginal de crédito es el tipo que cobra el BCE a las entidades de crédito por prestarles dinero a plazo de un día.
Actuando sobre los tipos el BCE tiene capacidad para inyectar y drenar liquidez del sistema y por tanto tiene capacidad para actuar sobre la economía y en última instancia sobre los precios y la inflación.
La duración y profundidad de la crisis económica y financiera vivida en los últimos años que se manifiesta en una crisis bancaria, una crisis de deuda soberana, el riesgo de ruptura del euro y en un riesgo claro de deflación combinado con largos periodos de recesión económica, obligaron al Banco Central Europeo a impulsar medidas de política monetaria no convencionales, tales como las líneas de refinanciación a largo plazo para bancos, conocidas por sus siglas en inglés LTRO y TLTRO, bajadas concertadas con otros bancos centrales de tipos de interés, programas de compra masiva de deuda, bajada del tipo de interés para operaciones principales al 0 %, fijación de una tasa de facilidad de depósitos negativa, hasta el - 0,5 %, por primera vez en la historia y una facilidad marginal de crédito en el 0,25 %
La política monetaria manejada por el Banco Central Europeo, permitió, no solo mantener los precios en unos niveles no muy alejados del objetivo del 2 %, sino que también facilitó la financiación de los Estados Soberanos en un momento complicado, a las empresas recuperar el crecimiento y el empleo y a las familias mejorar su capacidad de financiación reduciendo por ejemplo el coste de sus créditos y pudiendo destinar el ahorro a aumentar el consumo de bienes.
La llegada de la pandemia de la COVID en 2020 supuso una crisis económica sin precedentes en tiempos de paz, con caídas de PIB que en el caso de España fue del 11 % y tasas de inflación negativas, sin embargo, el levantamiento de las restricciones en la primera mitad de 2021 supusieron una fuerte recuperación del consumo mundial y un desajuste entre oferta y demanda que se traslada a la cadena de suministro provocando fuertes aumentos de precios de las materias primas, fundamentalmente energéticas, y del transporte. Todo ello unido a factores de naturaleza geopolítica, como las tensiones en Asia-Pacífico y la guerra en Ucrania, provocaron el inicio de una escalada de precios que ha llevado la tasa de inflación a niveles que no se veían desde hacía décadas, 9,1 % en Europa y 10,5 % en España al cierre de agosto de 2022.
La elevada inflación por tanto y el endurecimiento de la política monetaria en otras áreas geográfica como fue el caso de los Estados Unidos, obligaron al BCE a abandonar la política acomodaticia de tipos de interés que mantenía desde 2014 para conducirlos a niveles que asegurasen en el futuro la vuelta al objetivo del 2 %. De esta manera en su reunión del pasado 21 de julio de 2022 decidió una subida en las tres referencias de 50 pb y en la más reciente del 8 de septiembre otra subida lineal de 75 pb lo que sitúa el tipo para operaciones principales en el 1,25 %, la facilidad de depósito en el 0,75 % y la facilidad marginal de crédito en el 1,50 %.
El efecto inmediato de esta subida de tipos ha sido el encarecimiento de la financiación para todos los agentes, particulares, empresas y sector público, lo que supondrá un frenazo al consumo y la inversión. A medio plazo puede producirse una ralentización del crecimiento que en periodos concretos puede suponer una entrada en recesión y mientras tanto el BCE, en palabras de su Presidenta Christine Lagarde, pronostica una senda gradual pero sostenida de aumentos adicionales en las tasas de interés para el futuro inmediato.
Finalmente y en opinión de algunos expertos, el BCE habría subestimado inicialmente los riesgos inflacionistas, quedándose atrás en la subida de tipos, lo que ha provocado una fuerte depreciación del Euro que ha perdido recientemente la paridad con el dólar, y que ha agravado aún más la subida de precios en Europa y ha obligado al BCE a actuar con una subida de tipos de interés más rápida y drástica, generando mayor tensión en los mercados y en la economía, lo que anticiparía la llegada de una recesión.
José Antonio Villalobos Torres
Contador de la Junta de Gobierno del Colegio de Economistas de Alicante