VALÈNCIA. Tienes 10 años y una mochila. Llegas al colegio colgada todavía del desayuno apresurado. Y, en mitad del aula, una misteriosa caja de madera atrae todas las miradas. Tú todavía no lo sabes, pero en su interior aguardan un buen puñado de publicaciones sobre el arte y sus derivados dispuestas a invadir sin piedad tus conexiones neuronales. Más o menos así se perfilan los primeros contactos entre el alumnado valenciano y Moguda!, la biblioteca itinerante de ADN eminentemente artístico impulsada por el IVAM. Este inventario de imaginaciones encuadernadas, que viaja por siete centros educativos cercanos al museo y comenzó el curso pasado, cobija 168 títulos y casi 300 volúmenes que cabalgan el campo semántico de la creación contemporánea (de la pintura al diseño, de la arquitectura a la fotografía).
Antes de los libros fue la charla. “Nos sentamos a hablar con vecinos del barrio del Carmen, docentes, familias, agentes culturales… Y dentro de estas conversaciones, nos llamó la atención que los colegios e institutos cercanos al IVAM no tenían biblioteca propia o las que tenían eran muy reducidas. Así que pensamos en poner en marcha una biblioteca itinerante con fondos artísticos que dieran herramientas a estas escuelas para estar en diálogo con el museo”, explica Irene Llàcer, coordinadora del proyecto junto a Éncar Martínez.
Este fondo bibliográfico en clave creativa ha sido diseñado y seleccionado por la bibliotecaria y documentalista especializada María Díaz y cuenta con títulos específicos para las edades del alumnado de cada nivel escolar. Desbordan estas líneas obras como Ballet Bauhaus, Ets un artista, Arte y miedo, Ser mujer negra en España, Guía para hacer tu propia película en 39 pasos, Oh! Un llibre que parla o El Lenguaje de las Ciudades. “Queríamos incluir libros de arte especiales y libros-joya que muchas veces son difíciles de conseguir para los centros o las familias. Para fomentar el tejido social de proximidad, hemos adquirido esos volúmenes a través de tres librerías de la zona: Leolo, Ramon Llull y La Primera. Todo es kilómetro cero. Además, el catálogo se puede consultar online en la web del IVAM”, resaltan las organizadoras.
Así, a las aulas llegan unas cajas de transporte de arte que albergan los misterios impresos para poder trabajar distintas cuestiones a partir de ellos en clase. “En las bibliotecas escolares no abundan este tipo de lecturas de teoría, técnica y prácticas artísticas o están muy desactualizadas, por lo que Moguda! supone una vía para acceder a esos títulos”, apunta al respecto Sonia Alzola, docente de Educación Plástica en la ESO y de distintas asignaturas del Bachillerato Artístico.
Un campo de experimentación sembrado de celulosa
El elenco de los centros participantes en este ecosistema acoge desde la Educación Infantil hasta la Universitat Popular. Aquí el arte contemporáneo dinamita las rendijas de la edad y se reivindica como una forma de mirar, ya tengas dos años o cien. De hecho, para Llàcer, el arte contemporáneo constituye “un campo de experimentación, de pensamiento, práctica juego e imaginación. De esta manera, estamos facilitando herramientas para que tanto el profesorado pueda aplicarlo en clase como para que las familias puedan hablar en casa sobre la teoría del color o la novela gráfica”. Al aparato Maya Jiménez, madre de un muchacho que cursa tercero de Primaria, quien considera que “el actual sistema académico deja bastante aparcado todo el ámbito de las artes. Ojalá hubiese más horas dedicadas a la creatividad o se introdujera el arte en otras asignaturas como algo transversal. Iniciativas como esta compensan un poco ese desequilibrio. También es un camino para fomentar que los niños lean y se enamoren de los libros porque son visualmente maravillosos y con un contenido excepcional”.
Lectura, pero no solo. “Siempre digo que Moguda! es como un caballo de Troya que metemos en los centros y, gracias a él, tenemos la excusa para poner en marcha otros proyectos. De hecho, cada caja que enviamos tiene asociadas tres propuestas de ‘activación’ a cargo de la escritora y especialista en comunicación Fani Grande. Los libros, como las exposiciones, pueden ser dinamizados para generar conversaciones a su alrededor y aumentar el interés por ellos. Nuestra idea inicial era realizar esas actividades en las aulas, pero las restricciones del COVID nos han hecho trasladarlas a los espacios del Museo”, señala Llàcer.
A este respecto, Carmen Prieto, docente de Dibujo en Secundaria, relata que a menudo “los alumnos están acostumbrados a pensar en el arte como una división de disciplinas: pintura, escultura, fotografía... El arte contemporáneo implica una mirada transversal e interdisciplinar mucho más abierta y no es fácil llevar ese enfoque a las aulas. En ese sentido, Moguda! además de proporcionarles lecturas específicas, les hace observar de otras maneras, por ejemplo, descubriendo las técnicas de creadores actuales y las soluciones dan a sus problemas artísticos y experimentando con ellas”. Por esa misma senda discursiva transcurre Sonia Alzola cuando comenta que el sistema educativo actual “está tan fragmentado en cuanto a espacios y temporalización que dificulta que el arte contemporáneo se pueda trabajar bien, pues para ello se necesitan entornos más abiertos, libres y diversos. Es complicado hacerlo en un horario de 50 minutos de clase con todo el mundo sentado en su silla, haría falta otro tipo de organización”. Además de como profesora, Prieto también participa en la iniciativa desde el lado de las familias, pues sus hijos acuden a un centro inscrito en Moguda!: “esos libros nos permiten abordar el arte de una forma divertida, como si fuera un juego”.
Entre los lugares comunes mostosos que a veces emponzoñan las conversaciones alrededor de la infancia y la cultura se encuentra la idea de que los humanos de poca edad no son capaces de disfrutar, entender y valorar la producción artística. “Es un cliché que tenemos los adultos interiorizado, pero, en realidad, alguien de tres años puede acercarse igual a una momia egipcia que a la obra de un autor coetáneo”, subraya Llàcer, vindicando el potencial cognitivo y sensible de la chiquillería. En esas mismas lindes se mueve Jiménez: “¡Claro que los niños entienden y saben apreciar el arte y valorar un buen libro! Lo importante es adaptar el mensaje a la edad del receptor, no puedes tratar igual a una persona de 8 años que a otra de 80. La selección de Moguda! es maravillosa, los tomos que la integran son en sí mismos pequeñas obras de arte”.
Si en vez de poner el foco en los ciudadanos de 8 años lo ponemos en los de 16, la fórmula se mantiene vigente. Así, Alzola señala que cuando presentas a adolescentes propuestas de arte contemporáneo “y les das las condiciones adecuadas para aproximarse a ellas y comprenderlas, notas cómo conectan con sus códigos. En parte, porque esos lenguajes artísticos están mucho más presentes en su entorno que piezas del Renacimiento, por ejemplo”.
“La formación de una profesora debe ser permanente”
A este caballo de Troya literario en forma de caja le ha salido hace poco un pariente: +Moguda!, una ramificación dirigida, esta vez, a los docentes. La iniciativa ofrece un fondo especializado para que el profesorado valenciano de cualquier centro, etapa educativa y disciplina (ya sea Fotografía, Filosofía o Historia) pueda bien consultarlo en el propio museo, bien llevárselo a casa previa expedición del canónico carnet de biblioteca. Estos títulos, también seleccionados por María Díaz, buscan ser un complemento a la formación de los docentes y una ventana de inspiración para el día a día en clase. Para Éncar Martínez, el arte contemporáneo se erige aquí como “un escenario muy amplio que, por un lado, nos aporta saberes, pero que también puede propiciar dinámicas prácticas en las aulas”.
El hambre docente por enseñar suele ir a la par de la gula por continuar aprendiendo, o al menos así lo creen las responsables del programa. “Nos parecía muy interesante ser una fuente de documentación fiable para los docentes que quisieran ampliar sus conocimientos de forma autónoma en cuestiones relacionadas con el arte contemporáneo en sus diferentes vertientes y la pedagogía. Proponemos al profesorado un material de consulta y también facilitamos y estimulamos que se acerquen al IVAM para visitarlo y trabajar a partir de sus propuestas. Queremos que se sientan cómodos y cuidados, que tengan un espacio en el que reflexionar y compartir ideas con otros educadores”, incide Martínez. Pocos mundos más efervescentes que un aula. No hay por esos lares hueco para el estatismo. En ese sentido, Prieto reivindica que la formación de una profesora “debe ser permanente. Y, sobre todo en arte contemporáneo, es importante estar informándose siempre y actualizándose”. Leer y mutar, dos verbos que riman con la creatividad en clase, en casa, en las calles, en la vida.