Apelar al pretérito

14/11/2019 - 

Continúa revuelto el ambiente en Alicante y no lo digo precisamente por el viento, por la bajada de temperaturas o por el clima político. El Hércules ha superado esa especie de Tourmalet que para algunos era un plebiscito, en el cual debíamos medir las opciones del equipo de aquí en adelante, sacando tan solo un punto (y gracias) en los duelos ante el Lleida en casa y frente al Castellón a domicilio. Curioso termómetro para un grupo que pelea por salir de la parte baja de la tabla el medirse ante dos equipos que pelean por el liderato.

Tengo en mente un momento que me ocurrió en la caja de un supermercado, mientras apuraba los pocos minutos para 'malcomer' que me dejaba la tele y que me sirve para recuperar carril cuando la razón osa apelar a lo sentimental buscando esgrimir un argumento válido: allí, con un trozo de pan y algo de jamón en las manos, un aficionado me recriminaba lo críticos que fuimos (en pretérito perfecto simple) en el programa, que debíamos intentar levantar la moral recordando la historia, que había que vivir de recuerdos. Justo en ese instante comprendí lo peligroso que es no asumir el presente como única vara de medir de tus expectativas y más en el fútbol. Los puntos no te los regala nadie en base a tus logros pasados y menos en Segunda B, un pozo para los equipos de cierto calado como el Hércules, al que cualquier David quiere derrotar como a Goliat agonizante.

Ser de una generación que ha crecido con la crisis económica y con el Hércules tantos años en Segunda B me ha dado quizá esa visión realista (algunos dirán pesimista) para poder asumir que estamos donde merecemos. Pocos podríamos, eso sí, adelantar esta paupérrima situación deportiva según se iba formando la plantilla y, voy más lejos, aún me cuesta creer que los de Jesús Muñoz sigan en puestos de 'play-out' pero amigos míos, así es. De continuar por estos derroteros, no mejorar de cara a final de temporada, Javier Portillo tendrá que dar largas y profundas explicaciones a los que ponen el dinero, es decir, a su suegro y a un Juan Carlos Ramírez que, según cuentan, no es precisamente su principal valedor. Pero seamos realistas, un futuro sin el de Aranjuez al frente de la dirección deportiva en el Rico Pérez se me antoja harto complicado, por mucho que digan que Quique Pina vela armas por aquí y por allá.

Sea como fuere, la unión del vestuario ante la adversidad va a ser la que saque del atolladero el proyecto del madrileño. Jesús Muñoz tiene también un reto mayúsculo ante sí mismo y espero que tenga el convencimiento de que el camino es el emprendido ante el Lleida, y que el duelo ante el Castellón, decidido por la mínima, supone una oportunidad de mejora ante el nuevo líder de la categoría. Es peligroso, como vengo diciendo estas últimas semanas, plantear una meta cercana, pronunciar esa dañina frase "es que estamos a tres partidos" que inyecta una dosis más de presión a un ambiente ya de por si cargado, más rococó que barroco. Tal vez ayudásemos todos con la construcción del relato de las pequeñas victorias. Miren ustedes, servidor hace un año se propuso vivir mejor y acabó perdiendo cuarenta kilos y haciendo medias maratones. Créanme, que si hubiese empezado por ahí cuando desbordaba las sillas, ahora mismo vestiría togas.

Lo de apelar a los sentimientos, como comentaba antes, es algo complicado de hacer cuajar, o de convertir en positivo. La fina línea entre el chantaje emocional y la motivación para superarse siempre está ahí, es tan permeable que el equilibrio es prácticamente imposible. Tal vez en la escala de grises se encuentre la receta para hacer creer a este equipo que puede ir consolidando poco a poco lo que logró ante el Lleida, esa imagen de conjunto sólido, que supo hacer daño a un rival importante en la categoría. Muñoz sabrá si ese es el camino o no, que para eso es el jefe.

Por lo demás, lo que siempre les digo: huyan de los catastrofismos y de las épicas exageradas e insulsas. Ya vivimos de por sí en un país lo suficientemente dramatizado como para contaminar el fútbol de la intransigencia que nos obliga a elegir a ciegas entre el blanco o el negro. Ahora que algunos quieren volver al gris, quedémonos en la escala de este color que nos permite juzgar con criterio lo que vemos. Yo, por lo que a mí respecta y por lo que puedan pensar sobre mi persona, me remito a Rosalía en Twitter.

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