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JALDÚN CULTURAL, PROYECTO ARTÍSTICO INNOVADOR

Antonio Miravete, empresario y mecenas: "Sin artistas, la sociedad me parece estúpida"

13/03/2017 - 

ELCHE. Antonio Miravete es un empresario de éxito. Sí. Hace ya 19 años fundó junto con su hermano Trino la empresa Jaldún, dedicada a la investigación y la producción de productos para la  salud del cabello. Pero tanto Antonio como el resto de sus hermanos ha tenido siempre en la cabeza la belleza, la del arte, la de la vida y la de las pequeñas cosas. Ahora, y tras afianzar su empresa en el sector a base de investigación, innovación y sostenido desarrollo, Jaldún ha decidido iniciar una aventura más allá del producto en sí, más allá del mercado en el que está bien asentado, más allá del negocio puro y duro. Es Jaldún Cultural.  

Antonio Miravete tiene ese gesto de paz y tranquilidad que a muy pocos empresarios se les percibe a primera vista, más allá de la formal cordialidad de una persona con don para los negocios y las relaciones personales. Destila ilusión, y no porque haya triunfado como empresario, sino porque conserva la ilusión por los nuevos proyectos más allá del éxito económico. Todo comienza con un espacio. Un almacén. Un lugar donde la creatividad y las ideas de Antonio han ido tomando forma de la mano del muralista Wenceslao Pérez.

"Hay una idea inicial, una pared blanca. Yo quiero pintar un cuadro. Le empiezo a contar mi película a Wences. Tengo un guión mínimo. Contemplo la diferencia y pienso que de ella saldrá algo genial porque lo principal no es el final, sino el camino. Ese es mi criterio". Jaldún Cultural es un proyecto en construcción. Un proyecto que parte de la conversión de lo que iba a ser un almacén de productos de Jaldún, en una obra de arte al más puro estilo de proyecto renacentista, donde se alojan más de 300 personajes, y unos cuantos homenajes a pintores como Goya o Munch entre otros. Pinturas que cubren las paredes el suelo y el techo del almacén contiguo a las nuevas oficinas de la empresa en el barrio ilicitano de Altabix, justo frente al espacio cultural de la Llotja. 

"Cuando habían pasado solo 3 meses llevaba ya más de 300 personajes dibujados", explica el artista Wenceslao Pérez, "era todo una idea vaga de lo que en la cabeza tenía Antonio. Cuando alguien te dice: el hombre que ha decidido adquirir ese lugar inhabitado tiene una leve, vaga, pero firme intención de convertirlo en un espacio que fugue al infinito, acostumbrado como está a mirar las estrellas... Vamos... Te iba dando unos datos de cosas que le gustaban. Aparecían a veces como unas ideas que eran como muy, muy, muy filosóficas. Entonces yo decía, sí pero ahora... cómo lo hago. Y bueno, para pintarlo todo hubo un proceso. Lo primero que se crearon fueron los paisajes de fondo. Luego sobre él fui pintando los personajes".

Y así un almacén se convirtió en una obra de arte magna, surrealista, inusitada y que se extiende a lo largo de unos 100 metros cuadrados en paredes, suelo y techo. El resultado final se encuentra en una encrucijada entre las Cuevas de Altamira y la Capilla Sixtina del arte naïf, ese arte a veces tan denostado, pero que se encuentra en el núcleo mismo de la creación artística. Una descarga de electricidad sin toma de tierra, desde el hemisferio derecho de la magmática mente de Wences Pérez hasta la punta de sus pinceles.  Y ahí está el espíritu del mecenas del siglo XXI que escasamente se ve en tiempos de crisis, más allá de las fundaciones de las grandes empresas españolas del IBEX 35. 

"Mi pasión hoy en día es ver cómo se transforman las cosas y hacer proyectos nuevos. Yo quería una obra, la obra está. Luego yo en este momento tengo cumplidas mis expectativas, no me preocupa nada. A partir de aquí quiero hacer en este nuevo espacio cosas, sí. ¿Cómo? Yo voy paso a paso. Yo ideas sí tengo, pero quiero escuchar. Se me ocurre hablar con tres o cuatro personas, y montar una especie de sociedad en la que ahí vamos a hacer distintas actividades como música, pintura, conferencias..." Una rara especie de mecenazgo artístico florido que ha abierto sus pétalos cuando el calor de los últimos rayos de sol del invierno auguran la inminente primavera en pleno barrio de Altabix. 

Una empresa cultural con un principio fundamental, bien enraizado con lo que hasta hace no tanto tiempo era el motor de la historia del arte, que Antonio Miravete ha desarrollado de un modo u otro a lo largo de su vida: "Considero que debe haber una relación entre las personas y el mundo del arte. La crisis, la corrupción, el olvido... Si mueren los artistas, si no hay artistas, a mi la sociedad me parece estúpida. Totalmente". Este concepto de la sociedad, esta idea romántica del arte, perdida en decenas de años de capitalismo desaforado que parece que ya no forme parte de nuestras vidas, es lo que emana de la mirada del empresario. La ilusión de un niño en un proyecto sui generis, atrevido y arriesgado.  

Ana Miravete, responsable de redes y comunicación de la empresa, ejemplo de esta pyme de raigambre familiar, introduce un destello, un flashback personal en la historia, el recuerdo de su padre, Antonio, cámara en mano, registrando la vida familiar y la sociedad ilicitana, en colaboración con alguno de los pioneros del cine documental local, en Súper 8 y en 35 mm, los inicios de la pasión, que quedó en rescoldo por las obligaciones empresariales. El mecenazgo clásico que surge con el etrusco Cayo Mecenas, da paso a la actual Responsabilidad Social Corporativa,pero Miravete mantiene la angulosidad del patriciado romano. 

"Estamos muy interesados en diversificarnos y tenemos que intentar conseguir equipos de gente entusiasta para generar ideas y negocio, creo que es importante que la gente tenga ideas y formas de trabajar nuevas y de ser feliz en ese camino. Que no se nos olvide que trabajar es un castigo divino, de subsistencia, y aquí hemos venido a divertirnos", sentencia el empresario. Curioso, ¿no? "Nosotros somos ahora muy pequeños, pero suponemos que vamos a crecer. Se van a incorporar unos distribuidores nuevos a los que les apasiona nuestro proyecto. Y quieren estar en nuestro proyecto porque les resulta amable. Para que esto sea una realidad has de invertir inicialmente y hay que poner los medios financieros para que esto avance, tengo experiencia en esto. Así lo he hecho siempre. Ahora no quiero depender de nadie. Ahora yo pongo los recursos y pongo los recursos en aquello que me motive. Somos muy pequeños". 

Jaldún Cultural es un proyecto en construcción, un proyecto cultural, artístico, pedagógico y vibrante por la actitud con la que ha sido creado: la concepción de la sociedad como algo que hay que cuidar y estimular a través, entre otras muchas cosas, del arte. "Yo quiero promover nuevos espacios de negocio. Se pueden generar nuevas oportunidades de negocio con buenos equipos. Y los beneficios no deben ir todos a esa parte de riqueza personal. Hay una parte que es necesario que vaya a la sociedad. Creo que es imprescindible".

Y seguro que la sociedad va a cabar devolviéndole a Antonio Miravete, a Jaldún, el feedback que persigue, en forma de proyectos culturales y artísticos estimulantes para el barrio de Altabix y para Elche, a partir de su inauguración, a las 19’30 horas del 10 de marzo de 2017. Sobre Wences Pérez, la mano ejecutora, habrá que colocar una baliza que vaya señalando los nuevos territorios que, musas mediante, recorrerá en breve.

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