ALICANTE. Hace unos días escuchábamos cómo la poeta Blanca Andreu lanzaba una máxima sobre la literatura, “de lo que se escribe, se vive”, que se puede trasladar al resto de las artes. No siempre los artistas se encuentran en el mismo orden emocional que los tiempos en los que viven. Este es el caso de la cantante e ilustradora francesa Françoiz Breut. Desde los tiempos de la intensidad de Diabologum o Dominique A que el resultado de su trabajo no contenía las sonoridades de la felicidad, el abandono, la languidez, como en este Zoo que viene a presentar el próximo miércoles, a las 21 horas, en el Teatro Arniches de Alicante.
“Espero que los franceses hagamos lo correcto en las elecciones”, declaraba a un periódico madrileño hace unos días, preocupada por el resultado de la primera vuelta de las presidenciales de su país. El resultado ha sido un casi empate técnico entre el tecnócrata de centro izquierda Emmanuel Macron, y la heredera del trono de la extrema derecha, Marine Le Pen, lo que demuestra que los tiempos emocionales de Breut no son los de Francia.
En estos casos, los artistas funcionan en el sentido de las palabras de Andreu, intentando mover las emociones de la sociedad hacia territorios más amables y menos abruptos que los que recorre. Con Zoo, repleto de instrumentaciones exuberantes que lo convierten en un álbum alegre y estimulante que crea atmosferas cercanas al trabajo de Breut como ilustradora, se pierde por los caminos tangenciales de un zoológico habitado por una euforia contagiosa, donde la música es un campo de juegos, a veces imprudente pero inocente, esa inocencia perdida que le gustaría ver recuperada en las urnas de los colegios franceses.
Desde La Danse des Ombres, con sus sombras chinescas juguetonas, envueltas en un medio tempo que se repite con un sabor lounge que hará las delicias de más de una terraza cool el próximo verano, Loon-plage, en la misma línea, o L’arbre, Que j’aimerai danser / que jaimerai danser dans tes bras / Même si / Même si / Je ne les atteint pas / Ce sont de grandes branches inaccessibles / Qui moment si haut dans le ciel, que recuerda más el fraseo recitativo de otras damas de la nouvelle chanson, como su tocaya Hardy.
11 nuevos temas, después de un parón de casi diez años. Su anterior trabajo discográfico fue el À l’aveuglette, de 2008, y no podemos decir que parece que fue ayer, porque Breut disemina en estas 11 piezas un abanico más amplio que en su trayectoria pasada, más marcada por la imponente personalidad sonora de Dominique Ané. Con el tiempo, su trayectoria como pintora e ilustradora y su música trazan vectores que se cruzan más a menudo de lo que las leyes de la física recogen.
Las ondulaciones de la artista de Cherbourg transitan desde la mirada naïf de sus princesas temibles a las leves percusiones que puntean su versos enfáticos de dulzura rabiosa.
La espera de casi tres años en los auditorios españoles para volver a escuchar a Françoiz Breut sólo ha hecho que aumentar el deseo. Será miércoles, pero amenaza lluvia, momento para recuperar esos paraguas de cherburgo y acudir al Arniches a por unos tímidos rayos de sol.