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REFLEXIONANDO EN FRÍO / OPINIÓN

¿Ante el fin de la clase media?

10/01/2021 - 

Creo sinceramente que algunas personas están deseando que nos vuelvan a confinar en nuestras casas. Lo digo por ciertos políticos, científicos, sanitarios o distintos personajes convencidos con que la solución está en enclaustrarnos en la trinchera infinita del hogar mientras ellos se libran del problema constituido por la correcta armonización de las restricciones. 

Determinados medios de incomunicación, -empiezo a pensar que en ocasiones algunos portales informativos en lugar de manifestar lo que ocurre lo dulcifican o exageran el material en función de la conveniencia de los tiempos-, no dejan de alertar a la población con llamativos titulares sobre lo que acontece provocando una histeria colectiva instigada en parte por los dirigentes que nos gobiernan. El 3 de enero el periodista Lorenzo Ramírez escribió un tweet en el que decía: “Ha pasado Navidad y Año Nuevo. Los medios de desinformación masiva han comenzado la campaña del miedo. En unos días la mayoría de la población pedirá confinamientos y cierres de colegios. Misión cumplida”. Está pasando, la palabra confinar ya empieza a revolotear en la boca de los ciudadanos. Hasta algunos políticos como los de Podemos y Compromís solicitan el confinamiento domiciliario en la Comunidad Valenciana. Una medida aparentemente paternalista pero que esconde en realidad un intento de destruir a la clase media trabajadora. ¿Demagogo? Pregúntele a los comerciantes y hosteleros donde está el engaño. Puede que los encierros solucionen la crisis sanitaria, pero agravarán más si cabe la ya maltrecha economía. Huchas domesticas vacías por las políticas deficientes de los que nos gobiernan. Es evidente que el virus no entiende de ideologías, pero también es cierto que las medidas tomadas por los Ejecutivos deben intentar aminorar equilibradamente los efectos de la covid-19 en otros sectores.  

Si nos confinan de nuevo no será un logro para los Gobiernos sino un fracaso de su gestión por no haber podido aplacar el virus con sus paquetes de medidas. Cuando los medios informan sobre los confinamientos en Reino Unido o en Alemania no estamos siendo testigos de grandes decisiones políticas, sino de enormes derrotas. Del mismo modo que por mucha que una mentira se repita mil veces siga siendo una falacia, un fracaso a pesar de que se intente adornar con coronas de laurel continúa representando un error.  

Fracaso que pagamos todos, empezando por los hosteleros. El otro día tomaba una cena de picoteo con unos allegados en una tasca tradicional, -pocas quedan ya en nuestras calles como consecuencia de la crisis-, y el encargado me manifestaba su preocupación por la deficiente facturación provocada por las pertinentes restricciones. Si este buen hombre estaba indignado por el toque de queda a las 23:00h de hace semanas, pues imagínense cómo estará con las novedosas medidas. Díganme cómo va a poder hacer caja un hostelero teniendo que cerrar a las 17:00h. Miles de restauradores se verán evocados a cerrar como consecuencia de los imperativos legales. 

La clase media está en peligro. Lleva ya tiempo en el precipicio, pero las decisiones políticas llevadas a cabo por la pandemia no hacen más que acelerar su desaparición, agravando la brecha entre ricos y pobres. Como ocurre en las grandes revoluciones, -no duden que el Gobierno que tenemos no es progresista sino revolucionario-, la gente se morirá más de hambruna que por el enemigo invisible que nos acecha. Mientras las colas del hambre aumentan, sube la luz y el gas esta semana a la par que el Gobierno dice preocuparse aparentemente por los más desfavorecidos. 

La izquierda inactual que nos gobierna no asume la obsolescencia de la socialdemocracia y reniega del liberalismo renovador. Para aislar toda iniciativa impulsora prefiere volver a la lucha de clases extirpando del mapa demográfico a la realidad socioeconómica que aniquiló ese prisma polarizado: La clase media. 

Mientras algunos medios continúan asustando a la población con un glosario de datos relativos sobre las muertes, no se dice nada de las personas que ya de por sí vivían económicamente ahogados y que ahora se han visto obligados a hacer cola en comedores sociales. Aquellos que presuntamente velan por nosotros y nos protegen en verdad son a quienes más deberíamos temer. No nos permiten progresar ni avanzar. No te dejes engañar.  

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