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Anita Pallenberg: los Stones no hubiesen sido lo mismo sin ella

28/07/2024 - 

VALÈNCIA. Suena I Am The Fly durante los créditos finales de Catching Fire: The Story Of Anita Pallenberg (Movistar+)La letra de la canción, grabada por Wire en 1978, ensalza las ventajas de ser una mosca, es decir, una molestia para todo el mundo. La imagen sirve también como metáfora de Anita Pallenberg, una de esas mujeres a las que, injustamente, se conoce por haber estado detrás de algún gran hombre, como si su único mérito hubiese sido ese, estar. En el caso de Anita fueron tres, todos ellos miembros de los Rolling Stones. Esa fue la razón por la cual juró que jamás escribiría sus memorias, pues todos los editores iban a pedirle que destacara lo evidente. Pero Anita nunca le tuvo mucho apego a eso de decir toda la verdad. Tras su muerte en 2017, su hijo Marlon encontró el manuscrito de Black Magic, el texto donde la actriz escribía su historia para “emerger ante sí misma” y “recuperar su alma”. El texto sigue inédito -la propia autora se jactaba de que intentar publicarlo sería la pesadilla de cualquier abogado-, pero ha servido como base para hacer este documental.

Pallenberg trabajaba como modelo cuando conoció al director Volker Schlondörff, que en 1967 le dio su primer papel cinematográfico. A continuación, trabajó con Ferreri, Philippe Garrel y Roger Vadim que la eligió para que fuese la Reina Negra de Barbarella. Pero si hay que destacarle una interpretación más sobresaliente, esa fue la de su propio personaje. Anita perseguía lo que su conservadora familia le negó, amor y libertad. Mujer dotada de un magnetismo irresistible, su carácter podía tener los efectos de huracán tropical. Durante cinco décadas se la ha recordado como un exótico complemento en la vida de hombres con carreras gloriosas, y cuando había que enfatizar algo más, se señalaban los capítulos más dolorosos de su vida. Por eso el documental de Alexis Bloom y Svetlana Zill resulta tan revelador como esencial. Anita fue un símbolo sexual, y eso, como dice uno de los participantes en el documental, hizo de ella “una especie de lienzo en el que los demás proyectaban sus fantasías y carencias”. Marianne Faithfull, también tuvo una relación estrecha con los Stones y le ocurrió exactamente lo mismo. Le costó años y años que el mundo la respetara como la colosal artista que es y no por los músicos de los que se había enamorado. 

La Pallenberg ha tenido más difícil el poder deshacerse de ese lastre. Su carrera cinematográfica terminó conforme fue teniendo hijos con Keith Richards, quedando su papel reducido al de señora de. Rockera, sí, de acuerdo, pero señora de, al fin y al cabo. A pesar del entorno hedonista y salvaje en el que vivió, acabó siendo aquello de lo que huía cuando abandonó a su conservadora familia, una prisionera. Fue así como se avivó el fuego que caminaba junto a ella como si fuera su sombra. Nos la vendieron como una mujer fatal, una sirena cuyos cánticos sumían a los hombres en un torbellino de conflictos. Nunca nadie llamó hombre fatal a Brian Jones, el primer stone del que se enamoró, un tipo emocionalmente desequilibrado y violento, presa fácil de las drogas. Reducirla a la categoría de musa también suena ridículo (quien haya añadido el subtítulo Musa de los Rolling a la versión en castellano es que se durmió viendo la película), porque si inspiró a alguien fue porque se hizo escuchar, no porque se limitara a estar. 

Tenía ideas y llegó a sugerir alguna durante la grabación de algún disco de los Stones, un contexto en el que nunca había mujeres. Tenía, además, un estilo deslumbrante y ese fue uno de los regalos que le hizo al grupo. En Catching Fire se dice que la manera de vestir de las tres estrellas de la banda –Jagger, Richards, Jones- cambió ostensiblemente en el momento en que ella entró en escena. A finales de los noventa, una vez superada la hecatombe en la que se convirtió su vida, volvió al cine- También comenzó a estudiar diseño y así fue como conoció a Kate Moss, que explica en el documental  por qué se considera discípula suya. En sus últimos años de vida, Pallenberg fue reconocida como icono de estilo, frase hecha que sirve para cualquier cosa pero que solamente adquiere sentido cuando hablamos de alguien como ella, cuya personalidad única se reflejó en la ropa que se ponía, en la manera que tenía de llevarla. Moss no es su única alumna. Jennifer Herrema (Royal Trux, Black Bananas), Alison Mosshart (The Kills) o Cat Power se visten como se visten y son como son gracias a Anita. Odiaba la falsedad que implicaba ser modelo, por eso aportó algo más que su cuerpo al mundo de la moda.

Nacida en Roma o en Hamburgo, en 1942, Anita Pallenberg conoció a los Stones en Múnich, con 23 años. Se enamoró de Brian Jones, que la pegó y la maltrató, y al que finalmente dejó por Keith Richards. Esto ocurrió en 1967, cuando el grupo huía del acoso legal al que las autoridades británicas tenían sometidos a sus miembros más visibles. Se fueron a Marrakech y luego a España. Según cuenta Richards en Vida, fue en València donde él y Anita pasaron su primera noche juntos. Se quedó embarazada de su primer hijo cuando rodaba Performance con Mick Jagger. Ambos tuvieron una breve aventura que sacudió los cimientos de la banda, pero, como la propia Anita escribió, “siempre tiene que haber algún tipo de fricción entre Mick y Keith, y eso también incluye a Brian”. Aunque en ese momento Jagger salía con Faithfull, aquel romance no pudo borrar la amistad entre dos mujeres que se necesitaban para sobrevivir en un mundo de hombres. 

Cuando Marlon nació en 1969, Richards le pidió que se quedara en casa cuidando de su hijo. El ácido y la heroína ya eran presencias constantes en la vida del matrimonio. Los Stones estaban en la cima y el descontrol que aquel éxito trajo consigo los absorbió a los dos. Así y todo, ella volvió a quedar embarazada y en 1972 dio a luz a Ángela. Huyendo de las drogas y los camellos, acabaron instalándose en un suburbio de Nueva York. Eso no evitó que se desencadenara la tragedia. Keith estaba constantemente de gira o trabajando con el grupo y no fue capaz de coger un avión desde París cuando Tara, el tercer hijo de la pareja, falleció por muerte súbita con sólo tres semanas. Ella se hundió más en el desconcierto y su desesperación propició otra tragedia. Intimó con Scott Cantrell, un joven que trabajaba en los alrededores de su finca. Mientras ambos veían El cazador, él cogió un revólver y decidió jugar a la ruleta rusa, tal como hacía Christopher Walken en la película. Murió de un disparo en la cabeza. 

Cuando Marlon explica ante la cámara lo ocurrido, su expresión lo dice todo. Tanto su testimonio como el de su hermana Ángela resultan ejemplares. Aunque sus padres no supieron hacer bien su papel, en sus palabras no hay rencor, solo comprensión y compasión, igual que si fuesen supervivientes de naufragio que pudo haberse evitado. Los últimos años de Pallenberg estuvieron marcados por los efectos de la hepatitis C. Falleció en 2017, en paz y rodeada de sus seres queridos. En una de sus últimas entrevistas dijo que estaba preparada para morir, que ya había hecho todo lo que tenía que hacer en este mundo y que, en realidad, jamás pensó que pasaría de los 40. Quedaba un asunto pendiente y es que se hiciera justicia a su figura y se contara su verdad sin condenarla ni absolverla. Es ese el gran logro de Catching Fire.

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