ALICANTE. Podría decirse que el último libro de Manuel Sánchez-Campillo (1963) es una obra para disfrutar a gusto del consumidor. “Dependiendo de lo fragmentarios que nos hayamos levantado, somos más cuento o más novela”, metaforiza el autor. Por eso, Una vida; mil fantasmas puede leerse como un conjunto de los primeros o como una historia con principio y fin. Lo cierto, en cualquier caso, es que “todos los relatos están unidos por un hilo autobiográfico”.
Sánchez-Campillo define la obra como “una autobiografía manchada de ficción”
Precisamente este factor es el que distingue este libro de sus publicaciones y participaciones anteriores. Lo de jugar con los géneros, confiesa, siempre lo ha hecho. No obstante, Sánchez-Campillo define la obra como “una autobiografía manchada de ficción”. “Pretendía escribir sin mentir, pero me he dado cuenta de que no puedo —ríe—; antes o después, siempre me sale la ficción”. Y junto a ella, su sello como escritor: “El estilo se mantiene desde que empecé a escribir. Es muy directo, apenas tiene grasa. A veces, incluso puede parecer seco, pero la gente se emociona con este libro”, asegura.
Una vida; mil fantasmas podría ser el recorrido por las vicisitudes de un hombre cualquiera, desde la llegada de su amor definitivo hasta los duelos por las muertes cercanas de familiares y amigos. Historias que se entrelazan con “el relato de un extrañísimo sueño; las creencias religiosas, aceptadas con morbosidad; el hijo que no ha podido tener; un episodio sexual escabroso en su niñez; una pregunta: si se hubiera subido una noche al piso de un guapo amigo, ¿quién sería ahora?; la política; los métodos de enseñanza sufridos en un colegio durante los últimos coletazos del franquismo; el fracaso en la literatura”. Todo lo que puede caber en una vida aún inconclusa.
“Me daba cuenta de que, al recordar a gente que estuviera ya muerta o a gente que he ido conociendo, veía el fantasma de lo que habían sido”
Al contrario de lo que cabría esperar, el libro de Sánchez-Campillo no sigue una estructura cronológica. En realidad, precisa el autor, “un muerto te lleva a otro”. Con el recuerdo de las personas que se cruzó, dice, ocurre lo mismo, de ahí que la historia incluya numerosos saltos en el tiempo. Los fantasmas del título también tienen una explicación: “Me daba cuenta de que, al recordar a gente que estuviera ya muerta o a gente que he ido conociendo, veía el fantasma de lo que habían sido”. “El recuerdo que me queda de todas aquellas personas —sobre todo de las que dejó de ver unos 20 años atrás cuando se marchó de Alicante a Fuengirola— es como un espectro”.
En palabras del escritor, “somos un yo y también somos múltiples según los espacios y las ciudades en las que hemos vivido”. Por eso, gran parte de la historia de esta última obra se desarrolla en la capital de la Costa Blanca, donde vivió durante tres décadas (aunque nació en Murcia) y adonde regresa cada verano. “Aparecen las calles del casco antiguo, mi barrio de Carolinas, los recorridos que yo hacía… Pero sin nostalgia”, aclara.