Comienza la batalla por el PSPV provincial de Alicante. En el fondo no se presenta como una batalla de personas, ni de liderazgos, pues nadie discute ni el de Pedro Sánchez ni el de Ximo Puig. Se trata de un pugna por un modelo de partido diferente. Y lo es porque el aspirante, de momento Alejandro Soler, es lo que propone: que la organización provincial de Alicante sea un sujeto en si mismo en dos direcciones: como elemento de difusión y respaldo a las políticas de los gobiernos del PSOE y a su vez, un agente que tenga, cuando menos, voz -lo del voto es más complicado-, y que sea escuchado en la toma de decisiones importantes que deba tomar un gobierno, el que sea, y que encuentre en la militancia un aliado, no un mero un grupo de gente al que se le llama cada seis o doce meses para avalar la gestión un secretario general, o para unas primarias que se deban ganar de arriba hacia abajo.
Si alguien pensaba que Soler no se iba atrever, pues ahí está su puesta de largo. Cuando menos, a tener en cuenta. Y además, mostrando sus cartas. Ni Rubén Alfaro ni Vicent Arques -por citar dos dirigentes con buena conexión con Puig- se han arrugado a la hora de expresar sus preferencias. Pero es que además de ello, Soler ha mostrado que tiene peones, y en todas las comarcas, y que a tenor de las intervenciones de los otros participantes, van a pelearlo. Después la militancia ya decidirá.
Y más allá de que el partido tenga más actividad, que el militante note que se le llama más veces, no sólo cuando se toca el pito, hay otro mensaje que debe ser tenido en consideración. El PSPV no puede funcionar como un órgano paralelo del Palau, o que funciona con la misma jerarquía. Lo que viene a decir la propuesta de Soler es que el partido, o sus dirigentes, deben ser consultados y sus opiniones, por lo menos, escuchadas. Es decir, que la transmisión que hacen las agrupaciones locales sea valorada. Algo muy parecido a lo que ha puesto en marcha la Generalitat con sus presupuestos participativos: si la ciudadanía ha permitido que se compre el Cine Ideal o el Convento de Jesús Pobre, ¿por qué no puede hacer la propia militancia socialista? Pues ese es el reto. Ahora deben convencer a la militancia.