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Un poquito de empatía en la sanidad

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Escribí hace unos meses un artículo en este mismo espacio contando mi experiencia respecto a lo cómoda que era la atención telefónica en primaria para cuestiones de salud menor, que a veces, con una llamada se resuelven. Tuve suerte, me cogieron el teléfono tras solo unos 10 intentos y me llamó  mi doctora rápidamente con una eficacia digna de elogio. Cuando ocurrió esto era junio y estaba bajando el número de positivos en COVID-19 e incluso creíamos que no llegaría una segunda ola hasta otoño.

Hoy, cuatro meses después, reconozco que es peligroso derivarlo todo a esa solución, la del teléfono. Hay que ir al centro de salud y hay más enfermedades además del maldito coronavirus. La realidad de la pandemia nos ha demostrado que el virus no se va a dejar ir tan fácilmente y los hospitales y los centros de salud han recrudecido sus protocolos, lo que lleva a los enfermos, de COVID-19 y de todo lo demás, a encontrar numerosas dificultades para ser atendidos conforme deberían.

Los sanitarios y personal de estos centros deben estar igual de saturados que el resto de ciudadanos o peor, y me imagino que la ansiedad, el estrés y el día a día debe ser muy difícil en las condiciones en las que se encuentran. Pero eso no puede ser excusa para no ofrecer su mejor cara y la  mejor atención a aquellos que llaman o se acercan al centro a pedir ayuda, porque a eso acudimos a la sanidad, a pedir ayuda.

La semana pasada tuve que ir a mi centro de salud en Elche, en el Raval. Cada vez que voy me estreso solo de pensarlo porque no paran de modificar las normas, cambian los protocolos o la persona que en la puerta es más o menos empática y te trata mejor o peor. 

Siempre que voy pienso que me van a reñir, no se si les pasa a ustedes. Un día fue porque se me olvidó lavarme las manos con el gel de la entrada, con las prisas, otro día porque no oía si me nombraban y me acerqué demasiado ala puerta lo que me acarreó un grito del que iba nombrando a la gente delante de todo el mundo como si hubiera matado a alguien, otro día porque llevaba una mascarilla de tela y me dijeron que tenía que cambiármela...

Una vez pasas la primera entrada te pones en la cola para que te atienda el personal administrativo, planteas tus dudas y como no tengas suerte, la persona que te atiende, (!que se sabe todo como va, porque trabaja allí¡),  te echa otra bronca. Esto no es aquí, o cómo no le han dicho aquello, o te hace preguntas que con los nervios no sabes qué contestar y al final sales pensando que por qué tienes que ir a ese lugar siempre como una niña que ha hecho una empastrá y va a que le regañe su madre. 

En cualquier caso el sofoco con mascarilla pasa con más disimulo y una tiene ya hecho callo con estas cosas y respiro, me armo de paciencia y pienso en que no todos son iguales y que esas personas tienen el mismo estrés, miedo y agotamiento que yo.

Pero el jueves pasado tuve que volver al centro de salud y viví otra situación que esta vez me dio mucha rabia. Era las 14.40 de la tarde; una señora de unos 60 años bastante obesa y con alguna dificultad para moverse hace cola delante de mí y cuando le toca informa que tiene una herida en la pierna hace días y se la acaba de ver y la tiene bastante mal. Pide si la  puede ver alguien (Estamos casi solas en el hall del centro de salud). La persona de administración sin dejar terminar de hablar a la paciente y con voz fuerte le dije: ¿Y viene a estas horasssss a que la vean?¡Pues yo no sé si habrá ya algún médico!

La mujer baja la cabeza y explica que tenía la herida hacía días, se la curó ella pero se la había visto muy mal y ante la llegada del puente pensó que era mejor que se la viera un profesional. Pues ahí estaba, pidiendo ayuda y una señora tras un cristal pegándole gritos. Al final le dijo que la verían en enfermería en 30 minutos, la mujer preguntó si se podía esperar en algún sitio y le dijeron que fuera, en la calle.

Después me tocó a mí y me cagué. Ese día para mi no hubo regañina. Cuando salí fuera vi a la mujer en la puerta sentada en un banco y me acerqué y le dije que se armara de paciencia. 

El personal de los centros de atención primaria, hospitales y todos los profesionales que trabajan relacionados con la salud llevan una carga de trabajo y tensión desde marzo que no se puede comparar con nada más, pero no se pueden olvidar de que atienden a personas. Y no vamos a esos lugares a tomar un café, vamos a pedir ayuda. Es evidente que la mayoría son personas encantadoras y que hacen su trabajo perfectamente e incluso con una sonrisa y muy buena disposición. Pero hay tres o cuatro que da ganas de decirles alguna cosa como esta que escribo hoy aquí.

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