La ciudad es, en palabras de la RAE, un "conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas". Esta definición académica no explica por qué algunas personas eligen determinados destinos para residir en ellos, ni el ambiente que distingue cada ciudad. Lo importante de una urbe no son los edificios, sino las personas que la habitan, que deciden desarrollar en ella su vida. En este sentido, Alicante tiene muchos atractivos, pero también muchas carencias.
Alicante viene experimentando un desarrollo importante en las últimas décadas. Desde su mansamente aceptado papel de segundona en el espectro nacional, hace treinta años ni se planteaba sacar partido del puerto y se conformaba con ser la playa de los madrileños y el lugar favorito para las compras de la gente de la provincia. Lo de los madrileños sigue funcionando, pues querrían que hubieran visto las colas de vehículos que nos cruzamos camino de Madrid circulando en sentido contrario, el viernes por la tarde.
En cuanto a las visitas de personas del resto de la provincia, el desarrollo del comercio en multitud de núcleos poblacionales ha restado parte de su antigua hegemonía en este sentido a la capital. Por lo que se refiere al concierto internacional, Alicante empezó a ser conocida como lugar de paso hacia otros destinos, inicialmente Benidorm, y hoy, pese a gozar de una ubicación estratégica y un aeropuerto internacional de primer orden, sigue sin disponer de ese gran centro de congresos que atraiga visitantes de otro perfil más profesional, al margen de los turistas playeros de toda la vida.
Veremos en qué quedan en este sentido las promesas del presidente de la Diputación y del alcalde de Alicante y si cristalizan en algo real.
Es ciertamente difícil ser cauto y sensato a la hora de juzgarse a uno mismo, sin caer en excesos de una u otra índole, pues tan malo es creerse el ombligo del mundo como no saberse auto valorar. En este sentido, la ciudad de Alicante tiene pendiente aún descubrir qué o quién quiere ser de mayor, al margen del manido a la par que naïf slogan de la millor terreta del món; y conste que lo digo desde el amor que le tengo, como madrileña conversa.
En pleno año 21 del siglo XXI seguimos sin tener definido el modelo de ciudad y ya es hora.
Un informe de la OCU sobre la calidad de vida en las 15 mayores ciudades de España sitúa a Alicante en un discreto puesto 9º del ranking, por debajo de lugares con aparente peor clima, como Bilbao, Gijón o Vigo, que ha sido erigida como la ciudad española en la que se vive mejor de nuestro país. Ello me lleva a la deducción de que no todo es el sol ni la playa, por mucho que estos sean sin duda atributos de primer orden que nos pueden alegrar la vida. Sin embargo, algunos factores importantes como la calidad del aire son mejorables. Sorprendentemente, Benidorm se sitúa como una de las ciudades con mayor calidad de aire de España, con otras como Las Palmas, Palma de Mallorca o Cáceres, a pesar de los rascacielos y el gentío que la habita.
Al parecer, el Ayuntamiento de Benidorm ha potenciado en los últimos años políticas de desarrollo sostenible, animando a sus ciudadanos a dejar el coche aparcado y a subirse a la bicicleta y al transporte público, además de peatonalizar varias calles, lo que al parecer ha dado buenos resultados. En Alicante, sin embargo, la frecuencia de los autobuses y tranvías deja mucho que desear en muchas líneas, por no hablar de la falta de conexiones entre los barrios, lo que obliga a los pasajeros a tener que pasar indefectiblemente por el centro y conduce a un uso excesivo de los vehículos particulares. Las bicicletas brillan por su ausencia.