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Un libro, dos libros, tres libros, Gloria Fuertes “para adultos” en su centenario

ALICANTE. Si hay una efeméride idónea para el marketing editorial es una cuyo objetivo sea la nostálgica generación de los 80, año arriba, año abajo. Libros como Yo fuí a EGB, un sistema educativo cuyos beneficios ningún informe defiende con indicadores, pero todo sus usuarios recuerdan con la melancolía de los chicles de fresa ácida, el babeo ocular ante pastiches perfectos como Stranger Things o que un DJ que pinche consecutivamente Lovecats, Just Cant’t Get Enough y Blue Monday, tendrá ganado el cielo del público cuarentañero, gentrificador de locales de baile. Y aquí es han juntado el hambre con las ganas de comer, en una figura gigantesca, gracias al gran difusor informativo hasta la llegada de internet, la televisión. En 2017 se cumplen 100 años del nacimiento en el barrio de Lavapiés de Gloria Fuertes, un nombre que por sí mismo ya produce un movimiento tecnónico en las mentes de aquellos nacidos entre 1965 y 1975, con una onda expansiva que abarca generaciones posteriores y réplicas subsiguientes, debidas, muy a menudo, al humor que tanto llegó a querer la autora castiza. El humor es lo más importante. Si la literatura está en decadencia es porque los escritores están demasiado tristes. Se ponen tristes, serios. Hacen falta más risas. Si de otros sketchs no está tan orgulloso, del de la poeta de voz ronca, Millán Salcedo, la media naranja de aquel Martes y 13 antológicos, cuenta incluso con el beneplácito de la parodiada, que siempre carcajeó con su histrión.

El humor es una de las coartadas más extendidas entre los escritores para seguir viviendo, para seguir escribiendo, a pesar de la profunda adversidad de la conciencia, de la experiencia de la crueldad, para poder, en expresión aeorílitica de su estimado Carlos Edmundo de Ory, Seguir adelante, seguir extraviándose, a pesar de que su vida comenzó preñada de muertes y desgracias, convulsa por la guerra, la miseria y las pérdidas: su madre con siete años, sus primeros novios antitéticos en los años iniciales del conflicto bélico, su conciencia de clase ante la derrota y un pacifismo epidérmico. Aún así, ese nudo escondido tras los ropajes de la poesía, el whiskey y la fama se mantendría sesenta años después, si te dedicas a escribir, por mucha gente que tengas al lado, estás siempre sola, confesó en los últimos años de su vida, ya a finales de los años 90.

Sin embargo, Gloria Fuertes se dedicó siempre a lo que quiso, la literatura, concretamente a la poesía, de manera profesional casi desde un principio. Sus primeros trabajos fueron como secretaria en el Ministerio de Información y Turismo, en un temprano 1940, fue bibliotecaria como natural proyección de su interés por la difusión de la lectura, Dios me hizo poeta y yo me hice bibliotecaria, sin formación superior, apenas secundaria, obtuvo una beca Fulbright y estuvo impartiendo clases de español en Estados Unidos, en los convulsos y estimulantes años 60, y ante la mojigata sociedad española, mantuvo una relación de 20 años con Phyllis Thurnbull, fingiendo lo justo, únicamente ya en las épocas televisivas o postelevisivas, a veces miento por no hacer daño, o por contar una verdad, porque hay muchas verdades que sólo se pueden contar mintiendo, porque son demasiado grandes. Por lo demás yo no miento nunca. La verdad es como mi teta izquierda: siempre la llevo puesta.


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