ALICANTE. Las literaturas hispánicas son una fuente de creación continua, a pesar de que no siempre el flujo entre las diferentes tradiciones literarias tenga el caudal necesario. Dieciocho países americanos cuentan con una producción propia en lengua española, a los que se podría añadir al gran gigante del norte y el Estado Libre Asociado de Puerto Rico, que cada vez cuenta con una nómina de autores que utilizan esta lengua, o que la entremezclan con el inglés, en diferentes medidas y cócteles. Dieciocho tradiciones literarias con sus propios ecosistemas editoriales y académicos, con sus propias nóminas de escritores y escritoras que no siempre tienen relación entre ellos. ¿Existe una filiación entre la literatura ecuatoriana y la literatura guatemalteca? ¿La hay entre la argentina y la costarricense? A veces tanta, o tan poca, como entre la española y la danesa, o la catalanovalenciana y la finlandesa.
Tener la posibilidad de descubrir voces que nos son desconocidas es una de las funciones de editores como Candaya, empeñados en abrir vías de comunicación entre las literaturas hispánicas de ambos lados del Atlántico. Fruto de ello es la visita de uno de los nombres más sólidos de la literatura ecuatoriana, la guayaquileña Solange Rodríguez Pappe, nacida en 1976, que ha publicado con la editorial catalana, comandada por Olga Martínez y Paco Robles, su noveno libro de relatos, La primera vez que vi un fantasma, una escalofriante colección de terrores íntimos y fantasmagorías de violencia latente, que recorren territorios turísticos evocadores y las brumas indeterminadas de lo espectral.
El próximo martes, 12 de marzo, la autora ocupará el espacio de presentaciones de la librería alicantina 80 Mundos, a las 20:00 horas, junto a Benito García Valero.
¿Todos los fantasmas se ven mirando hacia dentro?
Sí, todos los fantasmas se ven mirando hacia dentro. De hecho, tengo un cuento, que se llama “La encantada”, y que no está en esta colección La primera vez que vi un fantasma, sino en un libro anterior, una autopublicación titulada Levitaciones, que es la historia de una mujer que siempre va cambiándose de habitación y de casa, cada cierto tiempo, porque siempre la persiguen como apariciones, cosas, situaciones, que levitan, fuegos que aparecen. Entonces, el narrador dice: en realidad, lo que ella no sospecha es que las casas no son las encantadas, ella es la encantada. Yo creo que las personas que ven fantasmas, efectivamente creen en ellos, pero la tarea del escritor es la tarea de que aunque tú no creas en ellos, hacértelos ver de alguna forma.
Tu interés por lo fantástico y el miedo, ¿tiene un origen antropológico o puramente literario?
Ha habido un poco de todo. El asunto es que yo soy académica, vengo trabajando teoría del cuento y narratología desde hace mucho tiempo. Soy docente en la Universidad de las Artes de Guayaquil (una universidad pública fundada en 2013 con el objetivo de integrar todas las instituciones de formación artística de Ecuador: literatura, cine, artes plásticas,...), y en ella imparto una materia que se llama Lectura y escritura del relato, donde básicamente lo que hago es estudiar cómo se construyen historias. Parte de las situaciones primeras, mitológicas, el rayo que cae y la gente no sabe cómo explicar, están basadas en lo que dice Lovecraft en su teoría de lo sobrenatural: “el primer miedo de todos es el miedo a lo desconocido”. Así, las vertientes que alimentan mi literatura obviamente son lecturas, pero también son estudios que he tenido que hacer como docente. Y justo hace poco acabo de terminar un prólogo para una antología centroamericana de mujeres que escriben cuentos de miedo, que se llama Mujeres de miedo que cuentan, y por ello he estado leyendo mucho de cómo funcionan los miedos a nivel antropológico. Al final todo trata de enfrentarnos a lo que no conocemos, y ante ello tenemos dos posturas: una es huir de ello y la otra es afrontarlo. Si para nosotros ya es difícil, imagínate cuando los griegos de la época clásica se enfrentaban al mar y allí pensaban que podían haber serpientes, monstruos, temores. Cuando alguien se decidió a cruzar ese mar y comprobó que no había nada de eso, hubo que crear otros temores. Es como en las crónicas de Indias, cuando Colón llegó a América y empezó a reportar “de oídas”, las cosas que le habían dicho, y describió una isla poblada por mujeres llamadas amazonas, que montan a los hombres y después los matan, y de sus semillas paren hijos, y más allá están los caníbales, o los hombres con cabeza de perro. Hay una base antropológica que tiene que ver con el miedo, sí, pero hay otra cosa que creo, y es que a medida que vayamos avanzando, y descubriendo que en la oscuridad no hay nada, seguiremos generando nuevos miedos, como pasa ahora mismo con internet, la deep web, la deep deep web, y así sucesivamente, el miedo a lo desconocido. No importa cuanto vayamos avanzando como civilización, nuestros miedos van tras nosotros.