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a través de ‘Poeta a Nueva York’, un viaje solo de ida

Ricardo Cavolo ante el gran reto: dibujar el surrealismo de Lorca

VALÈNCIA. ¿Hubieran sido amigos Ricardo Cavolo y Federico García Lorca en la actualidad? Si bien ambos tienen alma de poeta resulta casi imposible averiguarlo, aunque hay algunas pautas que podrían indicar su afinidad: la forma de percibir el mundo, la visión del amor y la tristeza, y la conversación sobre inspiración y perspectivas. Cavolo contempla al poeta desde el más absoluto respeto y admiración, complementando sus poemas con la visión del artista, que aunque plagado de bibliografía y obra del poeta debe prestarse a su inspiración pura para interpretar los versos surrealistas de Lorca. Poeta en Nueva York, editado a todo color y texturas por Lunwerg, cuenta el relato del momento más duro de la vida de Lorca, cuando se va a Nueva York y allí se siente encerrado.

Estuvo allí durante nueve meses, los justos y necesarios para que el poeta tuviera que enfrentarse de forma obligatoria a sus propios demonios personales y a los que le rodeaban: la industralización, la pérdida de valores de la sociedad moderna, la pena, el abuso, el racismo y la pobreza. Desde la habitación 617 del Furnald Hall contemplaría la calle y viviría el crash de la bolsa del 29, que le llevaría a su vez a contemplar la deshumanización de todo alrededor. 

En las presentaciones del poemario Lorca siempre decía: "Digo Un poeta en Nueva York, cuando debería decir Nueva York en un poeta". ¿Y cómo es introducirse en este momento tan sombrío? Al igual que el trabajo Amarillo de Cavolo nace en un momento de superación de una depresión, Poeta en Nueva York le hace tener que viajar a pasajes oscuros sin siquiera sentirlo plenamente: "Hago un ejercicio enorme, lo veía con la tranquilidad y desde la cima de haber pasado una depresión. Sí que me he permitido jugar a tragarme ese bicho, es un ejercicio de empatía para ver dónde está él, comprender cómo ve las cosas y luego desarrollarlas en la imagen", y posteriormente hacer el ejercicio de sacar esa pena del cuerpo, claro.

Cavolo ya había "enfrentado" a la potencia del poeta en el Romancero Gitano, pero esta vez se va al otro lado del charco con la etapa de su vida más oscura: “Cabe comprender no solo el viaje que hizo o cuando lo hizo sino el momento en el el que se encuentra. Su pareja le deja y su estancia fue espantosa, todo mal”, cuenta Cavolo. Todo ello se ve en el libro con tonos azulados y tristes, que se suman con decenas de ojos por página que lloran la vida del poeta en un lugar en el que lo ve todo más sombrío. Ello le lleva a componer una poesía mucho más narrativa “como una fotografía de todo lo que sucede en el lugar”, y lo usa para hablar de como es él. Lo hace a través de versos tales como: “Del óxido de hierro de los grandes puertos”, o definiéndolo como el lugar que “era la reunión de los animales muertos, traspasados por las espadas de la luz”.

Con todo ello son los animales casi los únicos que dan vida a un relato que va más bien de la muerte: “A veces se me hacía un poco cuesta arriba representar todo lo que contaba Lorca”, confiesa Cavolo, “habla de gente que vomita y orina en la calle, gente que asesina, habla del racismo, del niño que muere de cáncer, la niña que desaparece en el pozo… Parecen más bien portadas de Death Metal”. Para rescatar la inspiración el artista jugaba después a videojuegos, para poder limpiarse un poco de la pena y poder retomar con fuerza.

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