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EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV 

'¿Qué apostamos?', el programa estrella de los 90 cuyo ritmo ahora resulta tedioso

VALÈNCIA. No entendía muy bien de qué iba exactamente, pero desde que lo vi anunciado, temí que Todos contra 1 era un programa que no iba a durar mucho. Creo que el perfil del espectador de televisión convencional ha cambiado notablemente. Los chavales no tocan la caja tonta ni con un palo y el público adulto tiene una variedad de oferta para eludir el sexo con su pareja que tiende a infinito. Los que quedan a merced de lo que tenga que decir TVE-1 en materia de entretenimiento en prime time son los últimos guerreros. 

Al ente público le va muy bien con Masterchef, un reality mide-egos con dosis de crueldad elitista y mal rollo. En una nueva estrategia, con una propuesta pretendidamente original, Todos contra 1 querían recuperar el espíritu megalómano de 1, 2, 3 o ¿Qué apostamos? que reventaban las audiencias, pero el golpe ha sido morrocotudo. Parece ser que si el espacio ya lo tenía difícil por los tiempos que corren, ha tenido que luchar también contra los programadores que le han metido cambios de horarios delirantes, además de tener que dejar paso a prórrogas de partidos de fútbol y el Benidorm Fest. Se conoce que hoy la capacidad de modificar la parrilla con desprecio por el espectador es lo que se llama eficacia y profesionalidad. 

No obstante, la mención a ¿Qué apostamos? me ha despertado curiosidad por intentar averiguar cómo ha envejecido el programa. Personalmente, en esos años tan duros para el ocio, recuerdo ver El juego de la oca, pero no tanto a Ana Obregón y Ramón García con lo suyo. 

Al igual que en Todos contra 1, que es danés, la idea de de ¿Qué apostamos? era alemana y, antes de estrenarse en España, tuvo que arrasar en Italia en la RAI Scommettiamo che...?, Inglaterra y Estados Unidos. La versión de Alemania, Wetten, dass...? fue uno de los programas con mayor éxito de la televisión europea en toda la historia, si no el que más. Estuvo en antena entre 1981 y 2014. Con esta premisa, el director de comunicaciones de TVE, Alejandro G. Lavilla, estaba convencido de que iba a obtener un éxito de audiencia histórico. 

Ana Obregón abandonó el programa de Telemadrid, La verbena, con Luis Figuerola Ferreti y Javier Capitán para ponerse al frente del nuevo proyecto y su compañero, Ramón García, simultaneó estas apariciones con No te rías que es peor, un programa donde la falta de imaginación era la tónica dominante, pero que luego, con cambios poco significativos de formato y la presencia muy significativa de Chiquito de la Calzada, se convirtió en un hito en Antena 3 con los títulos de Genio y figura, Ingenio y locura, y Un millón de gracias.

El productor de la mayoría de los ochenta y pico programas que se emitieron fue Carlo Boserman, que venía de Hola Raffaella. Para grabarlo, TVE tuvo que montar una carpa fuera de Prado del Rey porque sus estudios convencionales no le daban para alojar los nuevos decorados. Mereció la pena. En su estreno, el programa hizo 6.178.000 espectadores, un 41%. Se puede comparar el dato con Masterchef, que en el suyo hizo una media de 3.400.000 y ahora está en el millón y medio. 

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