Si esta crisis nos ha convertido en digitales a martillazos, lo mismo sucederá con los espacios públicos: el desconfinamiento ha puesto en valor los espacios públicos y la necesidad de que determinados colectivos, y también la economía, tengan espacios públicos para sus actividades de ocio más básicas, como pasear o jugar. ¿Cuál es la conclusión de todo esto? Que durante este tiempo hemos tenido políticos poco valientes para asumir la peatonalización de determinadas zonas del espacio urbano o para impulsar o promover las nuevas formas de movilidad menos contaminantes.
La crisis es una oportunidad. Hay alcaldes que la han aprovechado para habilitar durante estos días calles sin tráfico para que los niños pudieran jugar o los adultos hicieran deporte con la garantía de cumplir con la distancia social de los dos metros. Poco nos ha cundido el ejemplo por aquí. Ni Alicante ni otras ciudades han seguido el ejemplo. El deshielo para ganar espacios para la práctica deportiva ha sido a cuentagotas, desigual entre los ayuntamientos, quizás fruto de la falta de una medida superior que fijara usos y horarios de determinadas zonas.
Este nuevo panorama, que ha aflorado ahora con el desconfinamiento, no nos debería privar las asignaturas pendientes que tenemos en espacios de convivencia. No es de ahora. Cuando no hay políticas públicas en favor de ello, estos nuevos usos se imponen a martillazos, como la digitalización en el trabajo o en el sistema educativo.
Cito algunos ejemplos. La peatonalización de La Corredora en Elche o el centro de Alicante. Siempre fueron deseos, con mayor o menor intensidad, en función del signo político de cada equipo de gobierno. Ahora, el plan de la Corredora va a acelerarse después de las dudas planteas antes de elecciones de mayo de 2019. El centro de Alicante siempre fue la asignatura pendiente sobre la que los alcaldes de turno esbozaron proyectos que nunca ejecutaron para no enfrentarse a su electorado. Para no molestar.
Con las perspectiva que nos ha puesto la crisis del coronavirus, hoy esos proyectos son pura necesidad. Sobre todo, porque el comercio de proximidad va a tener en los años venideros una nueva oportunidad: se ha convertido en algo esencial (siempre y cuando también se digitalice) en tiempos de incertidumbre. El comercio de proximidad se ha convertido en un elemento esencial para determinados segmentos de la población, y en determinados lugares, cuando la movilidad está restringida. Lo hemos visto estos días. Tienen, por tanto, los alcaldes una oportunidad magnífica para revertir esos espacios no sólo a la gente, sino a la propia ciudad para que gane en amabilidad y comodidad, además de una nueva movilidad.