Lo ocurrido esta semana con la dimisión del comisionado del Gobierno para la Dana, José María Ángel Batalla, debería servir de reflexión para el PSPV si de verdad quiere alcanzar sus objetivos en 2027. Y, fundamentalmente, para su secretaria general, Diana Morant, y su estrategia electoral.
El tiempo dirá cómo acaba la cuestión legal: si de verdad falsificó el título, si fue fuego amigo o si la Agencia Antifraude —esa que Vox ha intentado clausurar en todas las autonomías en las que ha formado parte de los gobiernos— hizo un ejercicio exprés para sacar los colores (y las trampas) a Ángel Batalla. Sea como fuere —y lo acabaremos sabiendo—, la dimisión no deja de ser un golpe a las entrañas del PSPV y a una figura muy respetada como era el ex secretario autonómico de Emergencias.
Ya sé que la papeleta de Morant no era fácil: es como tener que despedir a uno de tus hombres fuertes, sabiendo que puede haber hecho trampas. Había otras formas de agradecer sus servicios prestados y su larga trayectoria de gestión pública. Pero a veces los líderes no suelen estar tan acertados como la opinión pública espera. Insisto: con la perspectiva del tiempo lo veremos.
Pero sirva la crisis de Ángel Batalla para que el PSPV se ponga frente al espejo y haga un análisis de lo que hace bien y de lo que hace mal todos los días. Y para que su lideresa también reflexione. Más allá del supuesto título falso, la conclusión es que tu rival —un presidente de la Comunitat Valenciana cuestionado en su tierra y en parte de España— te acaba de pegar un rejonazo de los buenos y ha logrado desviar la atención hacia los socialistas valencianos y la gestión del Gobierno en la Dana, cuando el verdadero drama lo tiene el PP. No solo por la reconstrucción, sino por cómo será el desenlace judicial de la causa, y cuál será la política con Francisco Camps campando a sus anchas e intentando sumar apoyos en todos los municipios, no solo contra Mazón, sino contra la propia estructura del partido.
¿Algo no se estará haciendo bien, digo yo? ¿Algo habrá que revisar cuando no se es capaz de controlar esos detalles? Porque, si el título de Ángel Batalla era falso, entiendo que no es de ahora, sino de hace mucho. O de un tiempo suficiente para que las alarmas hubieran saltado antes. Pero, una vez más, alguien fue más listo que ellos, que los socialistas. Y claro, si después la reacción no es la más acertada, la más oportuna para el momento, pues doble ración.
Ya lo he dejado caer en alguna ocasión: el problema de Morant es que no puede dirigir a la segunda federación socialista más importante de España desde un despacho en Madrid. Ni siquiera con una dedicación parcial de viernes, sábado o domingo, por mucho que el cargo de ministra atraiga focos, micrófonos y cámaras.
Llegado un momento, más allá de la Dana y del posicionamiento del Gobierno, Morant debe tener una estrategia y un mensaje claro para la Comunitat Valenciana y sus ciudadanos. No puede limitarse a ser un altavoz de Moncloa, por muchos millones que pueda aportar. Tampoco hace falta irse al otro extremo y ejercer de verso suelto, como Page; pero sí tener una respuesta para los ciudadanos, aunque eso signifique matizar algunas medidas del Ejecutivo. Para ello, quizás ya no tocaría estar en el Gobierno. Al menos, a partir de septiembre —o enero, como muy tarde— y asumir otro papel, más cercano, con instrucciones claras en todas las comarcas, ciudades y municipios para que sus subordinados actúen si de verdad se busca el cambio.
Más allá de la Dana, el gobierno de Mazón tiene muchas lagunas, además de decisiones estrambóticas. Solo hay que ver la ejecución presupuestaria de la Generalitat, qué obras están en marcha y cuántas otras ni están ni se las espera. Es decir, que si Morant quiere morder a Mazón, tiene materia de sobra. Por ejemplo, morder a Mazón en las inversiones ausentes es poner en un brete al alcalde o alcaldesa de turno que esperaba que, con el cambio de Gobierno, todo iría más rápido. Pero la situación económica de la Generalitat es la que es, y los milagros de los panes y los peces difícilmente se darán con el status quo actual. De ahí las prisas de Tellado por dar por muerto a Sánchez; de ahí la necesaria convocatoria electoral; de ahí el escenario mortuorio que describe el mayordomo de Feijóo allá donde va: un cambio de gobierno puede dar vida a Mazón, o permitir un relevo menos traumático (si es que finalmente se da).
Y además de estar a pie de obra, humildad. Quizás la crisis de Ángel Batalla le sirva de lección: le han sacado los colores con uno de los suyos (el tiempo ya desvelará quién halló el título falso). Y bien, la lideresa socialista puede —como muchos— dar por amortizado a Mazón, pero no debe olvidar que delante no solo tiene a Mazón: tiene a una organización, el PP, que, como ha dicho Feijóo, hará todo lo posible por retener el Gobierno de la Generalitat. Por tanto, no hay que minusvalorarlo, máxime cuando la reputación de Sánchez no pasa por sus mejores momentos, ni el viento nacional sopla a favor.
Es verdad que queda mucho tiempo, pero en el contexto actual, para motivar el voto —más allá del núcleo fiel—, Morant debe tener una respuesta para todo aquel decepcionado con quienes gobiernan en la Comunitat, y ofrecer razones para que los indecisos vayan a votar el día que toque. Y para eso, hay que pisar más la calle y mirar a la gente a los ojos, además de tener controlada a tu gente. Insisto: lo de Ángel Batalla no creo que se supiera en abril, con la denuncia anónima. Para evitar casos como el del comisionado de la Dana —por buen gestor que haya sido, ahora y en el pasado— hay que estar más atentos.
Agosto suele ser un buen mes para reflexionar, porque, como es evidente, algo no va bien. A mí, al menos, me lo parece.