Pues voy a tener que dar la razón a Melody. A mí tampoco me gusta que se mezcle el arte con la política. Salvo, claro está, que no se haga con mensajes directos, con eslóganes de los que se apuntan tras una noche de farra, con tópicos subrayados con marcadores de color. Especialmente, en las canciones. Por poner un ejemplo. Todos los que me conocen saben que soy fan de The Beatles y que, además, soy de la facción lennoniana. Pues ni me gusta Imagine, ni soporto Give peace a chance. Ni siquiera otro de mis ídolos, Bob Dylan, me convence con según qué letras. En tiempos como estos, es una batalla perdida. Desde hace años se pusieron de moda los mensajes directos, masticados y envueltos en celofán, la tiranía de lo literal. Y a uno se le salta una lagrimilla cada vez que entrevé un mensaje escondido en cuatro versos. Hablando de versos, volvamos a Melody. No se puede defender el arte si has escrito lo único que conozco de la canción Esa diva, con la que concursó en Eurovisión: “Una diva valiente, poderosa / su vida es un jardín lleno de espinas y rosas”. Este ripio seguro que está tipificado en el código penal, querida.
Como ven, se me ha pasado enseguida mi alineamiento con la cantante sevillana, a quien le preguntaron por la polémica presencia de Israel en Eurovisión y contestó que, por contrato, en RTVE no le permiten hablar de política. Pues presumo que se equivocó de festival. Porque desde que nació, el presunto concurso de la canción europea no ha sido otra cosa que político. Fue político cuando se creó y se cribaron los países participantes. Fue político cuando Franco quiso ganarlo a toda costa para hacerse un hueco en el mercado exterior, en pleno desarrollismo turístico. Era político cuando, con toda la inocencia de ciertas épocas, José Luis Uribarri nos aseguraba que Portugal nos daba votos de buen vecino, pero Francia no. Fue político cuando prohibió o permitió ciertas banderas. Fue político hasta cuando la izquierda española se levantó en armas porque el Benidorm Fest había encumbrado a Chanel y no a Rigoberta Bandini. La misma izquierda que luego celebró el segundo puesto de su canción SloMo, claro. Y fue tan político cuando expulsó a Rusia por la invasión de Ucrania como ahora, que no expulsa a Israel en pleno genocidio de los gazatíes y permite la manipulación de votos por internet.
Si en las artes llevo mal el contenido político directo, en el mundo real mi posición es muy distinta. Al menos, en este momento de totalitarismos emergentes. No entiendo la masiva audiencia de Eurovisión, como tampoco entiendo la de la Super Bowl fuera de Estados Unidos. Y, precisamente por esa todopoderosa influencia, sus organizadores, la Unión Europea de Radiodifusión, tan tiquismiquis y diligentes a la hora de esconder las banderas LGTBI o las de Palestina, deberían mandar un mensaje claro y contundente, para que lo entienda hasta Melody. Israel debe ser echado de cualquier organismo internacional, hasta que deje de arrasar Gaza y Cisjordania para convertirla en terreno libre para sus colonos a costa de las vidas de toda una población inocente. De la ONU, de los tratados comerciales, de los Juegos Olímpicos, de las cuentas bancarias suizas. Y aquí no valen versos: es necesario un documento oficial de las Naciones Unidas, una requisitoria del Tribunal Penal Internacional contra Benjamín Netanyahu por crímenes de guerra. Solo así volveremos a sentirnos humanos y podremos dedicarnos a escuchar Eurovisión sin cargo de conciencia.
@Faroimpostor