Carlos Mazón consulta a Alberto Núñez Feijóo si le va a dar tiempo a recoger la cesta de Navidad. Unos progresistas snobs piensan en la última consigna que pintar en su pancarta de la manifestación contra el Consell. Mientras, miles de familias siguen con la casa sin barrer y con el vilo en el subconsciente de no saber qué va a pasar con sus vidas tras lo ocurrido hace un año. Tres mundos distintos, distintas perspectivas de la misma, pero a la vez diferente realidad.
El president está pensando más en mantenerse en el poder que en la reconstrucción. La oposición, espera cual cazador paciente a que Mazón caiga de la torre de Marfil con el retroceso de la fuerza de los torrentes de la Dana. Las víctimas se sienten abandonadas por unas administraciones que mantienen un terreno pantanoso impropio de un país desarrollado.
Poco nos pasa. La degradación de los servicios públicos y de las instituciones es proporcional a la desnortada clase política. Nadie asume responsabilidades. Ninguno se ha equivocado. Carlos Mazón saca pecho sin saber todavía ni él mismo de qué, y el Gobierno de España le critica sin hacer nada por solventar la situación. Hace unos meses se hicieron muchas promesas que no eran más que boletos de la lotería que nadie sabe a quién le han tocado. No se ponen soluciones, más bien, se enfanga más el terreno de lo que estaba con fuegos a discreción en los que no se hace daño al rival político sino a las víctimas de la catástrofe; desgraciadamente, por mucho que se repruebe a un dirigente, mañana seguirá calentando el sillón, mientras los afectados por la DANA no tienen dónde calentarse. Si ZP no sabía lo que costaba un café, Sánchez y Mazón no saben lo que les está costando a los valencianos reanudar sus vidas.

- El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de Exposiciones de León.
Hablando de Zapatero. Hubo un tiempo en el que al susodicho se le ocurrió una idea parcheada llamada Plan E. En dicha iniciativa, se pretendía reducir el empleo ejecutando obras públicas y financiando a ayuntamientos de toda España. Salió mal: sobre el papel era idílico, en el fondo trajo inestabilidad laboral y el uso de esos fondos para hacer rotondas y jardines; ahora entenderá por qué tenemos tantas rotondas horteras en nuestras carreteras. El caso es que, pese a que la idea primigenia de esa estrategia gubernamental fue un fracaso, se podría reformular en una situación de urgente necesidad como la de la Dana. Si bien es cierto que ya no vivimos una situación como la de hace años, el 10 % de paro actual podría servir para desengrasar las cifras y dar un empujón a aquellos que han muerto en el limbo del mercado laboral y necesitan ser resucitados con la reinserción laboral. Si se dota a los ayuntamientos de la DANA con los recursos que se proporcionaba en ese plan, no harán rotondas y jardines, reconstruirán todo lo destruido; y si hacen alguna rotonda, por favor, que sea bonita.
Además del número de parados, por qué no conmuta determinadas medidas como prisiones preventivas o condenas a presos no peligrosos para que realicen aquello que respaldaba el artículo 88 del Código Penal, “Trabajos en beneficio a la Comunidad (TBC)”. El filósofo del Derecho, Manuel Atienza, ha defendido en alguna ocasión que se abusa demasiado de la pena de prisión. Imaginen a un Santos Cerdán partiendo el lomo por reconstruir una vivienda en València, seguro que sus dotes pasadas como jefe de mantenimiento podrían ser de gran ayuda. Aquí tenemos que arrimar el hombro todos, y ya va siendo hora de que un político se involucre de verdad.