El conseller de Sanidad, Marciano Gómez, va a instaurar, o ha instaurado, un nuevo sistema para el personal sanitario con el fin de incentivar la excelencia y primar a los mejores médicos, enfermeras, auxiliares y toda la escala de niveles de los empleados estatutarios y funcionarios. La música suena muy bien. Primar la excelencia, incentivar a los mejores médicos o a los mejores departamentos (unidades funcionales).
Pero conviene ir a la letra pequeña porque lo que se subraya básicamente es la eficacia en la gestión de los medios y el dinero de todos los hospitales públicos de la Comunitat. Calidad asistencial, sí, pero acto seguido un uso eficiente de los recursos que ayude además a aminorar las listas de espera. Si hacemos una contralectura podríamos llegar a la conclusión de que se premiará a quien menos gaste en jeringuillas o en resonancias magnéticas, o en atenciones abreviadas al paciente como los ya famosos diez minutos por paciente que se promulgaron con la protesta global de toda la profesión (la medida se enfocó sobre todo a los centros de salud). En los hospitales concertados (solo queda el “Baix Vinalopó en Elche tras la reversión de Alzira, Denia, Manises y Torrevieja entre otros) se vienen a aplicar criterios más o menos similares: productividad. Lo de Torrevieja lo concluyó y ejecutó Marciano Gómez al poco de ganar el PP las elecciones autonómicas.
Hace años pensaba que la gestión de hospitales públicos a manos de empresas privadas como Ribera Salud no estaba mal. Con el tiempo, debo confesar, al margen de las fobias de Compromís, ya no tengo opinión salvo en un punto crucial: la sanidad pública no debe concebirse como un negocio, como una empresa cerámica o una fábrica de chorizos. Es un servicio público a diferencia de los hospitales privados que son un servicio al público, ojo con el matiz.
Sea como fuere, se establecen pluses semestrales que van de 960 euros semestrales, en función de la categoría profesional, hasta los 6.000 euros a los que solo podrán acceder gerentes, subdirectores (5.700) y jefes de servicio (5.400). Es decir la elite que en buena medida promociona el partido gobernante. Eso es ahora y lo fue con los gobiernos progresistas de Ximo Puig. Cambia el color político del gobierno y cambian a todos los directores de hospitales.

Lo que me preocupa de todo esto es que no se penalice a los vagos, escapistas, absentistas, y médicos que aminoran en todo lo posible su horario para irse corriendo a sus consultas en hospitales privados. Ese tema no lo toca don Marciano. Este último asunto es esencial y pasa en todas las administraciones públicas: hay funcionarios excelentes, buenos, normales y luego están los vagos y maleantes. Y los abusones de las bajas laborales, cosa que ocurre con bastante frecuencia en la docencia. Espero que sean minoría aunque a veces oigo cosas de espanto. El otro día me contaban que un director de primaria no pagó en dos años el comedor de sus hijos suprimiendo su cuenta bancaria. Micro-corrupción. Y ahí sigue el sujeto: nadie le ha sancionado.
En España hay un millón de absentistas que le cuestan al erario en torno a los 27.000 millones de euros. ¿Les reducimos ellos también la rebaja del horario laboral como predica hasta la nausea Yolanda Díaz? Pues va a ser que no. Tenemos un grave problema de productividad en el país que casi nadie quiere ver (salvo las organizaciones empresariales). Esta reflexión no me coloca en la 'fachosfera', para nada, me sitúa en la mera lógica.
CODA: Ni Compromís (roto en dos mitades en el Congreso, y eso que son dos, Águeda Micó y Alberto Ibáñez), ni el PP, ni los diputados autonómicos del PP-CV, ni menos aún el PSPV-PSOE protestaron por las ayudas gubernamentales para “acontecimientos especiales de interés”. De los 28 proyectos presentados 15 se los llevó Cataluña. València optaba en este concursillo por la Gay Games y el Año Jacobeo. Sin comentarios.