Opinión

Opinión

Lo que nos sobra y nos falta un año después de la Dana

Publicado: 31/10/2025 ·06:00
Actualizado: 31/10/2025 · 06:00
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

En esta semana del funeral de Estado, un año después de la terrible experiencia de perder a 237 personas en el episodio de DANA de octubre de 2024, déjenme que les hable de lo que nos falta. Porque de lo que nos sobra, de ruido y exabruptos, de la utilización de la tragedia como herramienta de confrontación política y como arma arrojadiza entre quienes, dicen, nos representan a todos, ya hemos hablado y, sobre todo, escuchado mucho. Quizá demasiado.

Lo que sucedió hace un año ha puesto de manifiesto las carencias enormes que mantenemos en una Administración Pública, sea la estatal o sea la autonómica, pero también en la municipal, cuando ocurre lo imprevisto. O cuando ocurre, mejor dicho, que lo previsible se convierte en inevitable por la falta de medios y recursos ante una situación de riesgo. Porque si algo ha faltado en esta ocasión ha sido la atención y la actuación previa ante lo que hace mucho que estábamos advertidos.

Negar que desde instancias científicas y técnicas ya se había anunciado, como sigue haciéndose en muchas otras circunstancias, el peligro y las consecuencias de construir y permitir el asentamiento humano en barrancos y cauces, y no por ello corregir esas situaciones con infraestructuras hidráulicas de defensa cuando lo mal hecho se consolida y es irreversible, es simplemente negar una realidad constatable acudiendo simplemente a la hemeroteca. Nos falta, por ello, un mínimo de memoria y juicio para saber que lo de hace un año no fue solo una tragedia anunciada, sino que es todavía amenaza de lo que puede volver a ocurrir en muchos lugares donde no debió ponerse un ladrillo o donde debieron tomarse medidas correctoras para paliar tan tremendos efectos. Nos falta voluntad, no lo olviden, para trabajar porque algo así no vuelva a suceder.

Como nos falta igualmente el protocolo y mecanismos eficaces de alerta en caso de emergencia para advertir a la ciudadanía de qué tiene y qué no tiene que hacer cuando lo inminente es salvar no ya lo que se posee, sino lo que se es: la vida misma. Porque tuvo que pasar lo que ocurrió para descubrir que quienes tenían como misión protegernos y avisarnos con tiempo y claridad de lo que venía y de cómo había que reaccionar pasaron horas de reuniones hablando, mirándose a la cara, observando monitores de ordenador, conectándose y desconectándose, mandándose correos electrónicos y tomando notas de las indicaciones que les daban los técnicos en la materia, pero sin acertar a escribir a tiempo las poco más de diez líneas que hubieran podido salvar vidas a través de un mensaje por nuestros teléfonos móviles la tarde de ese fatídico 29 de octubre de 2024. Porque la existencia de un instrumento sorprendentemente ignorado por quien era máximo cargo político al mando de la gestión de la emergencia, y descubierto demasiado tarde, teniendo que esperar a que “alguien” diera la orden de avisar a quienes ya se estaban ahogando de que eso podía pasar, es un chiste de muy mala factura para algo que tanto ha hecho llorar.

Pero si algo nos falta de verdad un año después son todos aquellos a los que un error tras otro permitió que el agua se llevase para no devolverlos. En el caso de la Comunidad Valenciana nada menos que 229 fallecidos de los que aún nos faltan dos, Paco y Eli. Nos faltan todos ellos, pero todos menos Paco y Eli han sido recuperados y entregados a sus familias para que puedan llorarlos y recordarlos tras perderlos en la catástrofe. Porque nos faltan ellos, Paco y Eli, muertos por imperativo legal, por el artículo del Código Civil que los ha declarado fallecidos ya aun sin ocasión de localizar sus restos y darles descanso.

 

Con ellos falta la vergüenza de quienes deberían recordarlos también cada día, quienes tuvieron en su mano la responsabilidad de que Paco y Eli, y todos los demás, pudieran hoy evocar en compañía de los suyos lo que hace un año debió ser solo un susto, quedarte sin tu casa o sin tu coche, perder tu trabajo, pero no la vida porque alguien no cumplió o no supo cumplir con su obligación. Ni el día 29 de octubre, para advertirlo, ni mucho antes, para evitarlo. A todos esos responsables públicos, de una u otra Administración, les falta la dignidad de irse a su casa, pero sobre todo de dar respuesta a las preguntas, porque fueron, y son, máximos culpables de la dejadez más absoluta que nos ha dejado tanto dolor y tanta rabia.

Les sobra arrogancia y les falta humanidad. A nosotros nos faltan los muertos. Nos faltan, sobre todo, Paco y Eli. Les faltan, parece, motivos para dejar el cargo, como a nosotros nos sobran razones para estar hartos de ellos, de todos ellos.

Recibe toda la actualidad
Alicante Plaza

Recibe toda la actualidad de Alicante Plaza en tu correo