«Supongo que es la pereza lo que hace que el mundo sea igual día tras día», decía Jean Paul Sartre.
Los ilicitanos deberíamos plantearnos si es pereza o desidia la enfermedad colectiva que padecemos a la hora de reivindicar un trato equitativo en cuanto a inversiones públicas se refiere. Por tamaño, peso económico y proyección territorial, Elche no puede seguir siendo una ciudad olvidada en los presupuestos. Esta reivindicación la planteamos como necesidad para mantener la competitividad de un área metropolitana que sostiene buena parte del tejido productivo del sur de la Comunidad Valenciana.
En Elche no pedimos privilegios, exigimos equilibrio para una ciudad que sostiene más de lo que recibe. Su municipio y área de influencia supera los 400.000 habitantes. De hecho la ciudad actúa como un núcleo metropolitano - si incluimos Crevillente, Santa Pola y parte de la Vega Baja - aportando empleo, industria, conocimiento y actividad económica. Sin embargo, las cifras de inversión pública no lo reflejan en absoluto.
Los presupuestos generales del Estado y de la Generalitat repiten año tras año un patrón desigual: Alicante ciudad acapara la mayor parte de los grandes proyectos mientras Elche encadena retrasos y promesas incumplidas. Y a las pruebas me remito. Mientras en nuestra capital se suman una tras otra actuaciones emblemáticas, - ampliaciones del Puerto, Ciudad de la Justicia, modernización del frente litoral o el soterramiento de vías - en Elche seguimos esperando obras tan básicas como la modernización ferroviaria completa, la finalización de La Ronda Sur o la duplicación de la carretera de Santa Pola, por mencionar algún ejemplo.
Resulta desesperante comprobar cómo cada una de esas infraestructuras lleva más de una década en la carpeta de los «proyectos anunciados». El tiempo pasa y se cobra su factura. En el Instituto ICIE observamos con preocupación esta deriva. Todos los proyectos logísticos sin ejecutar, kilómetros de vías sin electrificar, unido a las múltiples oportunidades que se desvanecen, no sólo frenan el crecimiento, también erosiona la cohesión territorial, condenando a Elche a una posición secundaria que no se corresponde con su peso real. Sin infraestructuras viarias, logísticas, ferroviarias y de servicios, cualquier ciudad -por muy dinámica que sea- está abocada a la pérdida de competitividad primero y a un futuro de prolongada decadencia después.
Un profundo análisis de la situación detecta la ausencia total de una visión provincial de conjunto que equilibre el mapa. Y sí, con la ciudad de Alicante liderando el proyecto. En su lugar, nuestra capital sólo piensa en consolidar su posición a costa de aumentar la distancia de este desequilibrio. La Vega Baja también conoce ese déficit: carreteras saturadas, transporte público deficiente, falta de inversiones estructurales…, y la comarca sigue creciendo. No por planificación, sino a pesar de la ausencia de esta.
En Elche, el nuevo gobierno municipal ha recuperado cierto pulso reivindicativo, rompiendo una dinámica de resignación y apatía que ha durado demasiados años. Pero las intenciones no bastan si no hay unidad. Nuestra clase política, aparcando sus diferencias, debe actuar en conjunto. Pues no estamos hablando de ideologías, sino de estrategia. Las infraestructuras no entienden de siglas.
La sociedad civil tampoco puede quedarse al margen. Empresarios, universidades, asociaciones y ciudadanía también tienen que alzar la voz. Porque las ciudades que consiguen sus objetivos son aquellas que logran hablar con una sola voz, de forma mantenida y perseverante. Desde el Instituto ICIE concluimos que el sur de la Comunidad necesita un modelo policéntrico, no una jerarquía de capital con sus satélites. Que Elche no compite con Alicante: la complementa. Que ambas ciudades tienen sus propias áreas metropolitanas y que la cooperación entre ambas áreas es el único camino para un desarrollo equilibrado.
Jean Jacques Rousseau escribió que «la libertad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino en hacer lo que se debe». La equidad no se consigue con titulares, sino con hormigón, raíl y presupuesto.
El tiempo corre y la paciencia se agota. O se invierte en equilibrio o el caldo de cultivo que hoy se extiende en nuestra ciudad derivará en conflicto. La elección recaerá en manos de quienes gobiernan, pero también en la voz -a menudo silenciosa- de quienes son gobernados. La provincia de Alicante no puede sostenerse sobre un modelo donde la tercera ciudad en población de la Comunidad, Elche, sigue esperando lo básico.
* Jaime Javaloyes es vicepresidente del Instituto Icie