Lo que está sucediendo entre la Moncloa, Ferraz e incluso la sede provincial socialista de Alicante, lo cuenta Homero en el canto XII de la Odisea. De hecho, la guerra de Ucrania, el genocidio de Gaza, la propuesta de Netanyahu para que Trump reciba el Nobel de la Paz y hasta por qué ha escogido esta mañana usted, lector, un pantalón de lino para salir a la calle aparecen ya en los poemas homéricos. Pero quedémonos en esta actualidad tan propia del siglo XXI o del VIII antes de Cristo, que para el caso es lo mismo. La hechicera Circe advierte a Ulises de que en su camino hacia Ítaca va a tener que enfrentarse a numerosos peligros. Por ejemplo, un estrecho marino en el que a un lado está Escila, la izquierda con sus seis cabezas armadas con tres filas de dientes y hambre de marineros, y en el otro, Caribdis, es decir, Abascal sorbiendo y vomitando el agua del mar tres veces al día. Circe, que es tan capaz de convertir a los hombres en cerdos como de votar a los verdes, recomienda acercarse a las cabezas dentadas. Por cada socio de Gobierno, caerá un navegante, ya sea Santos Cerdán, Ábalos, Paco Salazar o incluso el capitán de la nave. Seis, en total, que garantiza mucho mejor la continuidad de la legislatura que entregarse al posible triunfo de la derecha.
La alternativa, continúa la maga, es la destrucción total de la nave. Si se navega cerca del lado de Caribdis, presuntamente apaciguada por Feijóo, la maquinaria destructiva de la ultraderecha acabará imponiéndose. “Acuérdate”, le indica Circe a Ulises, también llamado Odiseo, “que hasta con una mayoría suficiente, como en Alicante, el PP es capaz de entregarse a Vox con deleite para sacar adelante sus presupuestos”. La ojizarca diosa Atenea asiente desde el Olimpo sin que el votante progresista sepa bien qué hacer. El conservador lo tiene claro: aceptará el compromiso popular de no pactar con los de Abascal porque sabe que, si no salen las cuentas, acabarán por entregar lo que sea, incluso la cabeza de Mazón si hace falta, con tal de volver a contemplar de cerca los telares que Penélope teje y desteje en la sede de la Presidencia del Gobierno. Y con tal de echar de allí a Argos, el perro de Sánchez. Digo, de Ulises.
La historia que nos legó Homero cuenta que Ulises sacrificó a lo más granado de su tripulación en las fauces de Escila, que el resto pereció víctima de su codicia y su desafío a los dioses, y que el guerrero acabó, tras muchas aventuras, en su reino de Ítaca. Allí, primero, se encontró con una marabunta de pretendientes al lecho de su esposa Penélope, que además de conllevar la corona, disponía de baño en suite, wifi, aire acondicionado y prerrogativas para conseguir pactos de Estado. La magia de la poesía permite que cada uno interprete los versos a su manera. Aunque si la épica de Homero ha llegado hasta aquí, es también porque puede representar un día en la vida de un publicista judío irlandés llamado Leopold Bloom, los viajes en autobús de los viernes de un periodista alicantino llamado Rafa Burgos o los sacrificios de Aminata para cruzar el Mediterráneo en una patera con su hija recién nacida en el regazo. La única diferencia de la Odisea con la realidad de cada tiempo es que no hay dioses que nos ayuden a escapar de nuestra humanidad y sus perversos motores. La ojizarca diosa Atenea niega con la cabeza desde el Olimpo mientras acaricia a su mochuelo.
@Faroimpostor