Les propongo un juego. Yo me dedico a hablar de lo que no tengo ni idea y ustedes, a cambio, llegan hasta el final del tercer párrafo. Es fácil. Está de moda. Y nos permitirá pasar un rato juntos, que el otoño ya aprieta los horarios y se hace de noche enseguida. Comencemos. No conozco a Juanfran Pérez Llorca. No me he cruzado nunca con él. Pero es el personaje del momento en la Comunidad Valenciana y tiene que ir acostumbrándose a perejilear en todos los artículos de Política y en todas las columnas de Opinión. Así, de primeras, lo que he podido rascar de unos y otros, de datos y de rumores, es que, por una parte, domina su pueblo, Finestrat, como si solo concurriera él a las elecciones. No tiene números de dictador, pero se acerca. Cosechó en 2023 casi 2.000 sufragios, el 73,43% de los emitidos. En un municipio que apenas rebasa los 9.000 habitantes. Dejó al PSOE, segunda fuerza, en 491. Y en la tercera legislatura, además. Circunstancia que le convierte en, probablemente, uno de esos animales políticos que se asoman a una plaza y descorchan el champán de los votos casi sin querer. No siempre es un indicador de que sea un buen gestor, pero da que pensar.

Por otra parte, se le conoce como discreto y moderado. “Un tipo muy normal”, me dijeron de él, como si ese no fuera el disfraz que prefieren los políticos para Halloween. Eso podría llevar a imaginar que el joven Juanfran leía El arte de la guerra de Sun Tzu mientras su amigo Carlos Mazón se repasaba la discografía completa de Julio Iglesias. Aquí discrepo de la izquierda, que los están comparando como si fueran el mismo geyperman con diferentes accesorios (no soy boomer por los pelos). Nada hay más diferente al president en funciones, a quien conozco bastante mejor, que un tipo normal y discreto. Mazón llevaba traje de luces desde mucho antes de ser novillero y su sucesor en el cargo parece el típico espontáneo que ha sabido esperar su oportunidad escondido detrás de la barrera. Quizá ni eso. El jefe del Consell cesante es una locomotora que iba abriéndose camino y superando obstáculos sin frenar, hasta que se dio con el muro de El Ventorro. El candidato parece el busterkeaton que va detrás, a varios kilómetros de distancia, activando la palanca de una vagoneta, arriba y abajo, como en las películas mudas del Oeste. Mazón quería ser la estrella de una banda de pop melódico; Juanfran parece ser el chispas que se esforzó por controlar todo el aparataje de las bambalinas. Un peligro, vaya.

Y llegamos al tercer punto. Y final. Al parecer, Pérez Llorca es el muñidor de los acuerdos con Vox en la Comunidad Valenciana. Y aquí sí voy a estar de acuerdo con sus detractores. No es algo que yo pondría en mi currículo. La súbita firma que puso a Mazón en el despacho más grande del Palau de la Generalitat –no sé ni siquiera si es el más grande- fue un desastre astronómico. Un meteorito para dinosaurios. Puso en entredicho hasta la estrategia nacional de su partido. Y acabó como acabó, con los de Abascal saliendo del Consell y encargando una partida de paintball y un arròs del senyoret. Los sucesivos pactos verdiazules no han servido más que para demostrar que Pérez Llorca, con quien pactarán ahora los ultras la continuidad del gobierno autonómico, se ha dejado en su casa de Finestrat las llaves de la ideología popular. Si las concesiones a los bárbaros son su principal argumento en la consolidación del Imperio Romano, quizá es que no leyó a Su Tzu, sino el manual del buen espía de la T.I.A. Que no digo yo que sea mal plan, pero no vale para que se le tome en serio.

@Faroimpostor