Publicado: 05/07/2025 ·06:00
Actualizado: 05/07/2025 · 06:00

ALICANTE. Ser activista está de moda. Lo cool es decir que somos vegetarianos, lo snob es presumir en las comidas de que no te vas a tomar ese entrecot o esa tortilla de patata porque eres vegano. En la era del narcisismo, nos creemos autosuficientes, salvadores de los diferentes mundos, creyentes de las religiones profanas que adoran al dios del uno mismo, que justifican todo pecado con la simple penitencia de abrazar una causa. Eres un gilipollas integral, pero por sensibilizarte con el medio ambiente no consumes ningún producto procedente de un animal (por eso eres integral). Eres un tramposo sin escrúpulos, pero conduces un coche eléctrico para no contaminar (la energía híbrida compensa que no se tengan muchas luces). 

Se ha levantado la ciudad de Alicante ante la okupación alegal de la librería 80 Mundos por un bloque de viviendas turísticas. Centenares de cuentas en redes sociales se han hecho eco de los ríos de tinta que han relatado la tentativa de asesinato al emblemático comercio que ha hecho llegar la sangre al río. Parecía un funeral, ha sido una tragedia para todos aquellos que aman la cultura. Ese término tan ambiguo que tanto se ha prostituido, ese abanico cultural se ha hecho tan amplio que se ha soltado el varillaje. La noticia de que uno de los emblemas culturales de la ciudad corre peligro ha hecho que una ola de solidaridad colme las inquietudes dandys urbanitas. Los más interesantes del lugar y los que se querían hacer los interesantes han encontrado una oportunidad de exhibir su interés por las librerías y por las guaridas del pensamiento. 

El problema es que de la misma forma que hay activismo de bragueta despertado por las necesidades fisiológicas del sentimentalismo, de la misma forma que tu vecino el moderno conduce un coche chino eléctrico por simple alardeo fariseo, los hay que han llorado la entrada en coma inducido de 80 Mundos pero que no han leído un libro en su vida, Hulio. Luego están los que leen pero que los compran por Amazon, o ejecutan la jugada promiscua y desleal de ir a una librería, hacer una foto a una novela y luego pedirla por internet; ahora llora porque se cierra una librería, hipócrita.

Alguien les tendría que haber dicho que el comercio no se lleva comisión por tu foto clandestina de contrabando con Bezos. Lo malo del buenismo que fundamenta este activismo posmoderno es que es mero postureo. Es evidente que los motivos por los que se cierra temporalmente 80 Mundos se escapan a los meros motivos monetarios, sin embargo, me llama la atención este clamor popular cuando cada día más gente ha perdido el hábito de perderse en una librería y cada vez son más los que prefieren navegar en la red. 

Que esto nos sirva de lección, no sOlo para el futuro 80 Mundos, que resurgirá (crucemos los dedos), sino por las otras librerías que siguen en la ciudad como Pynchon & Co o Fahrenheit, que se han tenido que adaptar ante lo complicado que es para un local depender de la venta de libros. Por todas ellas y por las que ya no están, como Libros de Ultramar, que cerró hace escasas semanas. Por cada libro que compras en Amazon en un barrio del mundo se cierra una librería. En tu mano está en que en los ochenta mundos haya un rincón de pensamiento.      

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