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en la frontera

Núñez Feijóo se pone por fin en su sitio

  • Foto: A. PÉREZ MECA/EP

Es Vox quien ha roto con el PP en las autonomías donde había pactos de gobiernos, o pactos tácitos de apoyo de los ultras (Baleares). Una decisión unipersonal de Santiago Abascal y su núcleo duro que ha sentado cono un trueno en bastantes cargos públicos, incluidos los de la Comunidad Valenciana (volveremos a ello).  Proclamar que Vox ha roto la baraja tiene bastante de simplificación: digamos que ha sometido a unos niveles de estrés a  Alberto Núñez Feijóo insoportables, ahora con  un tema de alta sensibilidad (menores inmigrantes no acompañados) en el que la derecha extrema ha quedado como lo que era y es: una manada de cuervos. “La ultraderecha más vaga e incompetente de Europa”; Ignacio Varela en El Confidencial.

Digamos por tanto que Vox se lo ha puesto a huevo a Feijóo para que este ultimo pegue un puñetazo encima de la mesa; hasta aquí hemos llegado. “No aceptamos chantajes...no acepto que nadie diga que mi partido es cómplice de violaciones y machetazos [en alusión a los 'menas']”. A Castilla y León le salía un menor inmigrante por provincia en el último reparto acordado días atrás en la Conferencia de Tenerife. Y en la Comunidad Valenciana salíamos a menos de cuarto y mitad.

Por primera vez se me representa Feijóo como un hombre de Estado, como una persona con convicciones absolutas. Por fin. Qué lejos queda ya la astracanada del portavoz en el Congreso, Miguel Tellado, abogando por enviar buques del Ejército a las costas mauritanas. También ha hecho el presidente del PP un ejercicio de realpolitik: no se puede pasear por Europa, ni interlocutar con su homóloga de centroderecha  Ursula Von der Leyen con el lastre de los cuervos aupados en su chepa , los mismos cuervos aliados con  Orban y Marine Lepen en el Parlamento Europeo. Y menos aún cuando hasta Emmanuel Macron está haciendo encaje de bolillos para poner un cortafuegos a Jordan Bardella, el candidato a primer ministro del partido lepenista, Agrupación Nacional. Orban, amigo de Abascal, de Putin y de Trump.  Orbán, el tonto útil de Moscú.

Pedro Sánchez ha acogido con falso júbilo la ruptura. Todos los análisis coinciden en que al PSOE le conviene la polarización y asociar cada media hora al PP con la derecha extrema (Vox amaga también con romper pactos municipales, ojo).  Se les acabó el argumento. Y aún se ponen gallos en pedirle al PP ciento y pico de rectificaciones y una buena tanda de latigazos en vez de tender puentes y rebajar tensión. Sánchez no tiene en este contexto catadura ética en tanto en cuanto gobierna gracias a los votos en el Congreso del partido de Puigdemont, igual de xenófobo que los cuervos. Si rompiera sus pactos con el independentismo catalán (pactos y concesiones) sería otra cosa bien distinta.

No sé si el PP va apoyar la reforma de la Ley de Extranjería que va a fijar por ley cupos de reparto de 'menas' que se hacinan en Las Canarias. Quien no va a apoyar el cambio son Junts y Esquerra Republicana, los amigos incomodísimos del Gobierno. Las hemorroides de Pedro Sánchez.

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